_
_
_
_

Niños encadenados a la mendicidad

El último informe de Human Rights Watch insiste en la inacción del Gobierno senegalés ante los abusos diarios que sufren unos 100.000 talibés

Un niño talibés mendigando a los conductores de vehículos en Dakar.
Un niño talibés mendigando a los conductores de vehículos en Dakar.Lauren Seibert / Human Rights Watch
José Naranjo
Más información
Los niños que aprendieron a pedir a la fuerza
Las voces de los talibés
La mendicidad infantil de nunca acabar
El país de los niños mendigos
Joven con experiencia de mendigo busca empleo

En Senegal hay 100.000 niños que mendigan por las calles bajo la amenaza o los abusos de adultos que los maltratan e incluso encadenan y el Gobierno no hace los suficientes esfuerzos para combatir esta lacra. Esta es la principal conclusión del último informe de la organización internacional de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) y la senegalesa Plataforma para la Promoción y la Protección de los Derechos Humanos (PPDH) sobre los alumnos de escuelas coránicas o talibés que se pueden ver a diario en todas las ciudades del país, especialmente Dakar y Saint Louis.

El informe, de 91 páginas, incide, como cada año, en las lamentables condiciones de vida en las que se desenvuelven estos niños, que sufren la explotación de unos maestros que les obligan a mendigar por su sustento bajo la amenaza de castigos corporales o abusos. En esta ocasión, HRW y la PPDH hacen hincapié en la falta de compromiso real del Gobierno senegalés para acabar con la mendicidad infantil pese a haber constatado algunas acciones que el informe considera “insuficientes”. Por ello, ambas organizaciones proponen una hoja de ruta con medidas políticas, sociales y judiciales encaminadas a terminar con este maltrato.

El pasado mes de noviembre, unas imágenes de niños encadenados por los tobillos en una escuela coránica de Louga provocaron una ola de indignación entre los movimientos sociales y ciudadanos. Sin embargo, según asegura Mamadou Wane, coordinador de la PPDH, “no es sino el último de numerosos casos de tratamiento inhumano que sufren niños talibés que hemos podido constatar en los últimos años”. El marabú o maestro coránico Khadim Gueye fue interrogado a consecuencia de estos hechos y entonces las protestas se produjeron por parte de varios líderes religiosos del país. Los padres también fueron detenidos.

Las cinco medidas propuestas por HRW y PPDH son: intensificar los programas de lucha contra la mendicidad infantil, regular las escuelas coránicas sosteniendo aquellas que respeten los derechos de los niños, desarrollar los servicios de protección y dotarlos de recursos suficientes, castigar la trata y el tráfico de niños y, por último, dar prioridad a las causas judiciales relacionadas con abusos cometidos contra los talibés.

El pasado mes de noviembre, unas imágenes de niños encadenados por los tobillos en una escuela coránica provocaron una ola de indignación entre los movimientos sociales

En esta ocasión, el informe hace un especial esfuerzo por distinguir entre aquellos maestros coránicos o marabúes que cometen violaciones de los derechos de los niños y les envían a mendigar cada día, de aquellos que se preocupan por el bienestar de sus talibés. Es contra los primeros que, a juicio de HRW, el Gobierno debe reaccionar con dureza, sobre todo aquellos que utilizan diversas formas de violencia. Ya el pasado mes de junio las dos organizaciones publicaron un informe en el que documentaban numerosos abusos cometidos por los marabús entre los años 2017 y 2018, e incluso la muerte de 16 de estos menores.

Pese a todo, el informe se hace eco de la tendencia “lenta, pero positiva” en la aplicación de las leyes nacionales que prohíben las prácticas abusivas contra los niños, así como las convenciones y tratados internacionales de protección de la infancia de los que Senegal es país firmante. En los últimos tres años, al menos 29 maestros coránicos o sus ayudantes han sido investigados por la Justicia y 25 de ellos fueron condenados, ocho por trata de personas. “Sin embargo, esta tasa es pequeña respecto a la naturaleza generalizada de los abusos”, asegura el informe.

De igual modo, hace unos meses, el Gobierno senegalés puso en marcha un programa para retirar a los niños de las calles y devolverlos a sus ciudades de origen, con el foco sobre todo en Dakar. Sin embargo, esta iniciativa presentaba numerosas debilidades y a los pocos días muchos de los pequeños estaban de nuevo pidiendo limosna en las calles. El Ejecutivo senegalés también ha hecho esfuerzos en asistencia social en ciertas escuelas coránicas y ha impulsado la creación de daaras modernas (aquellas en las que, además de educación islámica, los alumnos reciben una formación en matemáticas y lengua francesa para darles más oportunidades de futuro). “Intentos limitados que han sufrido retrasos e incoherencias”, señala el informe.

Pese a la ausencia de una ley nacional, los ayuntamientos de Dakar y Saint Louis han intentado regular las escuelas coránicas con la aplicación de normativas relativas a la higiene y condiciones sanitarias

En el ámbito más local, y pese a la ausencia de una ley nacional, los ayuntamientos de Dakar y Saint Louis han intentado regular las escuelas coránicas mediante la aplicación de normativas relativas a la higiene y condiciones sanitarias de estos establecimientos. Pero sigue siendo la falta de recursos entre los servicios de protección de la infancia uno de los aspectos más sangrantes. Regiones como Tambacounda, Diourbel o Louga carecen de centros de acogida para los niños fugados, lo que obliga a mantenerlos en oficinas de la Administración, orfanatos e incluso otras daaras hasta que se resuelve su situación.

Senegal es un país de gran estabilidad política y social que ha logrado mantener un notable crecimiento económico en los últimos años. Recientemente abandonó la categoría de país en vías de desarrollo para ingresar en el club de las naciones consideradas de renta media. Asimismo, existen optimistas perspectivas respecto a su futuro inmediato gracias al descubrimiento de yacimientos de gas y petróleo en su costa. Sin embargo, la persistencia de la problemática de la mendicidad infantil ligada a un sistema de explotación que encuentra su justificación en la religión y la costumbre se presenta como uno de sus grandes desafíos.

Pero las cosas también están cambiando. En Saint Louis han surgido en los últimos años distintas iniciativas que tratan de mejorar las condiciones de vida de estos niños. Una de ellas es la Casa de la Estación, que dirige el senegalés Issa Kouyaté, también miembro de la PPDH. “Los talibés ya han sufrido demasiado. Ya es más que hora de un cambio”, asegura Kouyaté, quien en sus instalaciones acoge a los niños que han huido de sus escuelas coránicas y les da un refugio aunque sea por unas horas. Allí cuenta además con salas de estudio, una pequeña enfermería y un albergue. De igual modo, la asociación Keur Talibé Ndar, bajo la coordinación de Modou Samb, es una organización que está consiguiendo, paso a paso, la mejora de las daaras o escuelas coránicas tras un proceso de negociación con los marabúes.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_