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IDEAS / PASAJES DE SENTIDO
Columna
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Ciudades centradas en lo humano

Las urbes deben situar a las personas en el centro de su diseño y asumir que ellas son la única medida posible de la tecnología

El Congreso Mundial sobre Smart Cities se celebró en Barcelona entre el 19 y el 21 de noviembre pasados.
El Congreso Mundial sobre Smart Cities se celebró en Barcelona entre el 19 y el 21 de noviembre pasados. Paco Freire (GETTY IMAGES)
José María Lassalle

Human-centered cities. Un concepto que rediseña las smart cities bajo dinámicas de comunidad más éticas, inclusivas y sostenibles. El objetivo es promover un humanismo tecnológico a través de políticas públicas que den sentido cívico y ético a la revolución digital desde las ciudades. Un sentido que trascienda los modelos de sociabilidad digital que franquician las grandes corporaciones tecnológicas al monetizar una gobernanza eficiente de verticales que diseñan para consumidores y usuarios, y no para ciudadanos.

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Las smart cities deben resituar materialmente al ser humano en el centro de su diseño y asumir que es la única medida posible de la tecnología. Las human-centered cities son la solución a la emergencia digital de introducir un humanismo tecnológico que empodere al ser humano y le confiera la responsabilidad de dar sentido a los datos, los algoritmos, la inteligencia artificial y las máquinas. Una respuesta que impulse un marco regulatorio que controle democráticamente la tecnología, que emancipe al ser humano de ella y lo resignifique como ciudadano que decida sobre el impacto que tiene en él.

La revolución digital o se humaniza o no será. O está al servicio de la humanidad y mantiene a ésta como centro normativo de interpretación del mundo o aplastará la dignidad humana y nos sumirá a todos dentro del perímetro de un panóptico de vigilancia, desigualdad y alienación. Esta emergencia digital tiene que afrontarse en las ciudades. Ellas son los laboratorios en los que la tecnología será puesta a prueba. En su seno han de evidenciarse las potencialidades de cambio que aloja frente a los retos de la globalización. Bien para mejorarnos y hacernos progresar, bien para perjudicarnos y sumirnos en una pesadilla distópica.

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Cuando Bruno Latour se preguntaba dónde aterrizará la globalización, la respuesta es que en las ciudades. La Agenda 2030 para un Desarrollo Sostenible lo dice abiertamente. Aunque ocupan el 2% de la superficie del planeta, concentran más de la mitad de la población, consumen el 75% de la energía y producen el 80% del PIB. De ahí que Naciones Unidas reivindique una alianza de las ciudades con la tecnología. Sobre todo porque en 2050 alojarán el 70% de la población y en 2100 el 85%. Un horizonte de eclosión urbana que se traducirá en una geopolítica demográfica de sostenibilidad que solo podrá atenderse desde la revolución digital.

Las ciudades son el principal generador de valor alrededor de la captación de talento, innovación y diversidad, pero también la epidermis donde se dejan sentir más intensamente los retos distópicos a los que se enfrenta el planeta. Lo explica Antoni Gutiérrez-Rubí en GeocitiZens. Señala que son las instituciones más idóneas para desarrollar políticas viables ante las dislocaciones de la posmodernidad global. De hecho, son el único actor político con capacidad de respuesta sobre las desigualdades, el desempleo tecnológico, la crisis de las clases medias, la migración no regulada, el cambio climático, el envejecimiento, la movilidad, la gentrificación, los radicalismos y la inseguridad, entre otros desafíos planteados por la globalización. Especialmente desde que los Estados están bloqueados por capas de conflicto que visibilizan la fatiga de sus capacidades de gestión, muchas de ellas basadas en dispositivos del siglo XIX inviables hoy en día.

En este contexto es donde las human-centered cities pueden convertirse en una estrategia global promovida desde Europa y traspasable a América Latina debido a nuestra herencia común de afinidades culturales y legales. Una estrategia política que invoque la dignidad humana mediante un pacto entre la humanidad y la técnica que salvaguarde, como decía Hans Jonas, el derecho a una vida auténtica en términos humanos. Un pacto que promueva una paideia digital que desarrolle experiencias cívicas que liberen a los seres humanos de su reificación tecnológica. Que los induzcan a sublevarse críticamente a partir de las ciudades frente a la hegemonía que las corporaciones tecnológicas imponen con su monopolio de la revolución digital. Las human-centered cities pueden ser el comienzo de una nueva civilización digital que modifique los ejes prescriptivos de un capitalismo de la vigilancia modelizado en las smart cities.

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