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Tribuna
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América llega tarde a la cuarta revolución industrial

Los adelantos en ciencia y tecnología abren una ventana de oportunidades en el ámbito sanitario, pero la inversión de los países latinos en estos sectores es solo el 3% de la mundial

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La guerra comercial entre los Estados Unidos y China tiene en vilo al mundo. La escalada comenzó en 2018, cuando Donald Trump aplicó aranceles a las importaciones de productos chinos. El objetivo era recortar el elevado déficit comercial bilateral de 419 mil millones de dólares. Pero cuidado con crear tu propio bumerán. China respondió con más diplomacia económica. Tú atacas a mis exportaciones, yo a las bases de creación de tu empleo. Y en democracias cuentan los electores. Pero, ¿qué hay realmente detrás de esa batalla?

La lista de aranceles no es general, sino bien selectiva. El 70% de los rubros más afectados son materiales de telecomunicaciones y placas de computadoras que venden los chinos. Lectura entre líneas: la verdadera disputa de fondo no es comercial, sino por la supremacía de tecnologías decisivas como la infraestructura digital 5G, la inteligencia artificial, el internet de las cosas y la robotización. Es la mayor carrera político-tecnológica de la historia. Diplomacia, firmas y finanzas atadas con el mismo hilo. Reina la incertidumbre y la desaceleración económica global es el síntoma.

La batalla es geoestratégica, pero tiene, además, un rasgo de época. El capitalismo entró en otra fase. ¿Cuál es el indicador principal? Que el mapa de empresas global cambió de manera rotunda y es muy distinto del de una década atrás, ya que hoy las empresas digitales representan más de la mitad de la lista de las 20 principales del mundo (antes solo eran un cuarto). Pero lo preocupante es el horizonte: vamos hacia un mundo mucho más concentrado. Según un estudio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), China y los Estados Unidos detentan el 90% de las 70 principales plataformas digitales, el 78% de las patentes de inteligencia artificial, el 75% de las patentes de tecnología blockchain (cadena de bloques de datos), el 50% del gasto global de internet de las cosas y el 75% del mercado de computación en la nube. Un mundo en el que menos países —y menos empresas— tienen un peso cada vez mayor.

¿Quién domina a quién? La respuesta no está tan clara. Las plataformas digitales norteamericanas siguen siendo las preponderantes (Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet y Facebook). Pero las chinas (Tencent y Alibaba) monopolizan el mercado de ese país y están muy por encima del resto asiático. Esto contrasta con una tendencia del comercio electrónico mucho más diversificada. Aparecen otros actores como Japón, Alemania, Reino Unido, Corea del Sur, Canadá, Francia e India. Sin embargo, es un multipolarismo acotado. ¿Y América Latina? Es marginal. Las unicornios regionales (empresas por un valor de más de 1.000 millones de dólares americanos) suman solo nueve. Cuatro argentinas, dos mexicanas, dos brasileñas y una chilena. Concentración no solo es una tendencia global.

Si hablamos de acceso a Internet, casi la mitad de los latinoamericanos están fuera de la red

En Homo Deus, el israelí Yuval Noah Harari pinta un mañana donde la nueva religión será el datoísmo. Los organismos no serán sino algoritmos y el homo sapiens perderá su preeminencia. ¿Cuán lejos estamos de eso? Mecanización, electrificación y automatización motorizaron las revoluciones industriales anteriores. La esencia de la cuarta es la velocidad en la interconectividad de datos con cosas. De un tráfico de 100 gigavatios por día en 1992 y de 46.600 por segundo en 2017, pasaremos a 150.700 gigavatios por segundos en 2022. Dentro de pocos años, ya no reconoceremos nuestro mundo cotidiano.

Esos cambios ya están teniendo profundas consecuencias. El fenómeno es virtual (megadatos), pero también físico (nanotecnología), biológico (bioingeniería) y, fundamentalmente, social. La idea de un empleo para toda la vida se volvió arcaica. Y se requieren nuevas habilidades. El sector de las tecnologías de información representa aún solo el 2% del empleo en países en desarrollo. Pero, según un informe del BID, se calculan 150.000 vacantes en América Latina para las que no existen trabajadores cualificados. El peligro en ciernes es blindar una sociedad de excluidos. Como en la película Elysium, ambientada en el año 2154, ¿vivirán los ricos en una cómoda y lujosa estación espacial, mientras los pobres intentarán sobrevivir en las ruinas de una tierra superpoblada?

“El futuro llegó hace rato… Todo un palo, ya lo ves”, cantan Los Redondos. La brecha tecnológica entre América Latina y las potencias tecnológicas es cada vez más ancha. Según el informe El estado de la ciencia, la inversión en ciencia y tecnología en la región es solo el 3% de la mundial, y alcanza un promedio del 0,6% del PIB regional. Muy por debajo de los valores de inversión del 4% de China, Corea del Sur e Israel, o del 3% de Estados Unidos y Alemania. El aporte privado es todavía menor (0,1%) y el 80% de las patentes pertenecen a empresas extranjeras. Si hablamos de acceso a Internet, casi la mitad de los latinoamericanos están fuera de la red, mientras la capacidad de generar oferta de servicios digitales se concentra en los Estados Unidos y Asia. Una década atrás, invertir en ciencia y tecnología era ocuparse del largo plazo. Hoy es administrar la emergencia.

Ningún país de la región alcanza una velocidad de conexión mínima de 10 megavatios que se requiere para el desarrollo de la telemedicina

La cuarta revolución industrial abre oportunidades en la salud. Plataformas digitales, consultas remotas, registros médicos personales electrónicos, robots quirúrgicos, y mayor acceso al conocimiento acumulado de especialistas. La contracara: se necesita una mayor inversión en infraestructura y conectividad. Según la CEPAL, América Latina tiene una velocidad de conexión que varía entre 4 a 7,5 megavatios. Ningún país de la región alcanza el valor de 10 megavatios que se requiere para el desarrollo de la telemedicina. Se espera que el 60% de las conexiones de Corea del Sur tengan 5G en 2025, pero en la región esa proporción no llegará a cubrir más del 8%. Ni pan para hoy, ni para mañana.

Con el uso de las nuevas tecnologías, cambia el modelo de educación. ¿Será más cooperativo, activo, autodirigido y de mayor escala? Optimistas crónicos, abstenerse. Según un estudio de la Fundación EULAC y CEPAL, América Latina es la región que tiene la mayor brecha entre formación en el sistema educativo y habilidades para el mundo 4.0. Las mujeres, los jóvenes y las poblaciones rurales son los más rezagados. El 18% de las mujeres están excluidas del mercado laboral, la tasa de desempleo juvenil alcanza el 15% y la tasa de educación terciaria es del 49% (en Europa es del 70%). ¿Quiénes acceden a la nueva tecnología? Está claro (y oscuro): “hombres adultos educados” tienen más oportunidades.

Las brechas tecnológicas, digitales, de empleo, género, educación, salud e infraestructura se ensanchan al ritmo del avance de la cuarta revolución industrial. Un profundo cuenco separa hoy a América Latina de las nuevas potencias tecnológicas. ¿Cui bono? (¿quién gana?), es la pregunta de Susan Strange en Estados y mercados. Siempre hay vencedores y perdedores. Está claro: amortiguar las transiciones es urgente. Jorge Luis Borges decía que las ideas de infierno y paraíso le parecían desproporcionadas: los actos humanos no merecen tanto. En la era de la alta concentración del capital tecnológico y las dramáticas desigualdades, cualquier paraíso es mera ficción.

Bernabé Malacalza es internacionalista, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y profesor del doctorado en Desarrollo Económico de la Universidad Nacional de Quilmes en Argentina.

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