Bienvenidos a la era ‘glocal’
La lucha contra el cambio climático obliga a superar la globalización. Es urgente que la apuesta por la electricidad 'verde' sea liderada por ciudades y comunidades, sostiene Jeremy Rifkin
Segunda parte del artículo de Jeremy Rifkin sobre el green new deal. Aquí puede leer la primera parte: 'Necesitamos un pacto para evitar el infierno ecológico'.
Tenemos que ser conscientes de que hay una enorme diferencia entre el New Deal impulsado por Roosevelt en la década de 1930 y el movimiento actual por un Green New Deal (nuevo pacto verde) que está difundiéndose por el mundo. El pacto original fue financiado y gestionado en buena medida mediante grandes programas centralizados promovidos por el Gobierno federal. Esta vez no va a suceder lo mismo. El desarrollo de las infraestructuras de la Tercera Revolución Industrial exige un enfoque político muy diferente.
Nuestra idea tradicional de las infraestructuras ha sido la de plataformas centralizadas de gran alcance, con unos costes considerables financiados por los Gobiernos, y dispuestas para el uso de la ciudadanía en general. Es el caso de los sistemas de carreteras, las líneas eléctricas y telefónicas, las centrales eléctricas, los sistemas de distribución de agua y de alcantarillado, los aeropuertos, las instalaciones portuarias, etcétera. Todo esto está muy bien. Mientras que las infraestructuras de la Tercera Revolución Industrial necesitan una red eléctrica nacional inteligente ‒un Internet de las energías renovables gestionado digitalmente‒ que vehicule y gestione el flujo de electricidad verde que circula en ambos sentidos entre millones de actores mientras están en sus hogares, automóviles, oficinas, fábricas y comunidades, gran parte de los elementos de las infraestructuras actuales que alimentan y se alimentan de la red son de naturaleza altamente distribuida y están costeados por los millones de personas y familias ‒además de cientos de miles de pequeñas empresas‒ a los que pertenecen.
Cada tejado solar, turbina eólica, edificio nodal del Internet de las cosas, centro de datos periférico, batería de almacenamiento, estación de recarga, vehículo eléctrico, etcétera, es asimismo un componente de la infraestructura. A diferencia de las infraestructuras voluminosas, estáticas y unidireccionales de la Primera y segunda revoluciones industriales (promovidas por el Estado), las de la Tercera Revolución Industrial, distribuidas y de expansión lateral, son, por naturaleza, fluidas y abiertas. Esto permite a millones de actores compartir datos, energía, movilidad eléctrica, vigilancia, noticias, conocimientos y distracciones en una incipiente “economía colaborativa", utilizando sus propios componentes de la infraestructura en sus hogares y sus puestos de trabajo y mientras se desplazan del uno al otro, y apoyándose en plataformas digitales en continua evolución.
A diferencia de las infraestructuras voluminosas, estáticas y unidireccionales de la Primera y segunda revoluciones industriales, las de la Tercera Revolución Industrial, son fluidas y abiertas
Gran parte de la infraestructura inteligente estará conectada gracias a las generosas desgravaciones fiscales y a las subvenciones, préstamos a bajo interés y otros incentivos nacionales, regionales y municipales igualmente espléndidos que se pondrán a disposición de millones de propietarios y habitantes de viviendas, así como de cientos de miles de empresas, y que se combinarán con unas multas cada vez más duras en caso de incumplimiento de los objetivos de reducción de las emisiones y una curva exponencialmente descendente de costes de los componentes y los procesos de las infraestructuras respetuosas con el medio ambiente.
La transición a las infraestructuras de la Tercera Revolución Industrial verde precisan un modelo de negocio muy diferente de las clásicas asociaciones públicas-privadas en las que la propiedad y la gestión de las infraestructuras públicas se ceden a empresas gigantescas de alcance mundial. Son numerosas las historias de terror sobre acuerdos entre Gobiernos y compañías privadas para transferir a estas últimas las infraestructuras que han resultado en deficiencias en el funcionamiento y la gestión, sobrecostes, liquidación de activos para mantener los beneficios y quiebras.
El interés prioritario de las grandes empresas a través de las que se privatizan las infraestructuras públicas es mirar primero por su cuenta de resultados, lo cual significa invariablemente hacer recortes donde y cuando sea posible en nombre de la reducción de costes. Los recortes, sin embargo, acaban repercutiendo negativamente sobre la eficiencia de la infraestructura de cuyo funcionamiento y gestión se encargan las empresas.
No obstante, existe una vía alternativa con 25 años de éxito que permitiría que prosperasen las asociaciones públicas-privadas para un nuevo pacto ecológico. El modelo es la "empresa de servicios energéticos" (ESE). Se trata de un enfoque radical del negocio basado en los denominados "contratos de rendimiento" para asegurar los beneficios consistente en un método empresarial que contradice la lógica y da un giro drástico a los mercados comprador-vendedor que constituyen uno de los principios fundamentales del capitalismo.
Los sucesos climáticos y el retorno del planeta a un estado salvaje no están sometidos a las fronteras nacionales
Los contratos de rendimiento acaban por completo con los mercados comprador-vendedor y los sustituyen por redes proveedor-usuario en los que la ESE asume el 100% de la responsabilidad de financiar el trabajo y garantiza unos rendimientos por la inversión de capital exclusivamente en función de sus buenos resultados en la generación de las nuevas energías verdes y el uso eficiente de la energía contratados.
Se trata de un nuevo tipo de capitalismo que incorpora la responsabilidad social en su plan de negocios. La ESE busca continuamente nuevas tecnologías y prácticas de gestión que le proporcionen rendimientos por su inversión, y la comunidad se beneficia de ello de múltiples maneras: a través de unas facturas más bajas para sus hogares y sus negocios; de unas energías limpias y renovables para alimentar ambos a un coste marginal próximo a cero; de una electricidad de origen ecológico para mover los vehículos eléctricos y de pilas de combustible; de un medio ambiente menos contaminado que mejorará la salud pública; y de nuevas oportunidades de negocio y empleo, ya que los ingresos y los beneficios volverán a la comunidad para que prospere el bienestar económico y social.
El nuevo modelo de los contratos de rendimiento es un negocio híbrido en el que tanto el control sobre el despliegue de la nueva infraestructura como su propiedad permanecen en manos municipales, autonómicas o estatales como bienes colectivos al servicio del bienestar de la comunidad, al mismo tiempo que transfieren a la ESE privada el compromiso de asumir la responsabilidad financiera que permita garantizar el éxito de la construcción y la gestión de la infraestructura. El "comprador, ten cuidado" de los mercados comprador-vendedor deja paso al "ir bien por hacer el bien" del proveedor en las redes proveedor-usuario.
Este compromiso más inclusivo y participativo en las relaciones comerciales, profesionales y sociales posibilitado por una plataforma poscarbono distribuida e inteligente propia de la Tercera Revolución Industrial va acompañado por el paso de la globalización a la glocalización a medida que los ciudadanos, las empresas y las comunidades se interconectan a lo largo y ancho del país y por todo el mundo en plataformas integradas digitalmente a costes fijos muy bajos y marginales próximos a cero, lo que a menudo les permite evitar la tutela del Estado y a las empresas globales que actuaban como intermediarias en el comercio en el siglo XX. Gracias a la glocalización es posible una amplia expansión del espíritu emprendedor de la sociedad con la proliferación de pequeñas y medianas empresas inteligentes altamente tecnificadas e integradas en cooperativas de expansión horizontal que operan en redes que dan la vuelta al mundo. En pocas palabras, la Tercera Revolución Industrial trae consigo la perspectiva de una democratización del comercio a una escala sin precedentes en la historia.
Con el paso de la globalización a la glocalización, la responsabilidad del funcionamiento de la economía y las cuestiones relacionadas con la gobernanza está pasando en parte de residir en el Estado nacional a hacerlo en las regiones. En la era glocal, el grito de guerra será "poder para las regiones". Cada autonomía y cada municipio de España, y de hecho, todas las localidades del mundo, pueden ser relativamente autosuficientes en generación de electricidad verde y resiliencia. En todas partes brilla el sol y sopla el viento. Aunque algunas regiones disfrutarán de grandes cantidades de sol y viento a determinadas horas del día, la semana, el mes o la estación del año, el excedente de electricidad se podrá almacenar y compartir más adelante con otras regiones que estén pasando por una fase en blanco, garantizando energía más que suficiente para alimentar a la sociedad de un extremo a otro de los continentes.
La glocalización también va acompañada por un cambio de paradigma de la "geopolítica" y la preponderancia del armamento que iba de la mano de los Estados nacionales, asegurando y protegiendo los recursos fósiles en un mundo dividido por fronteras nacionales, a la "política de la biosfera" y el uso compartido de la energía solar y eólica en una "civilización ecológica" cada vez con menos fronteras. Una idea en la que hay que hacer hincapié es que los sucesos climáticos y el retorno del planeta a un estado salvaje no están sometidos a las fronteras nacionales. Tenemos que entender que, en la nueva era, todo lo que cada uno de nosotros hacemos en nuestros barrios y nuestras comunidades rebasa los límites de los territorios nacionales y afecta a los demás habitantes del planeta, criaturas como nosotros, y a los ecosistemas que habitamos. Dicho esto, en la Era de la Resiliencia, cada comunidad será responsable de velar por la vida en sus 19 kilómetros de biosfera.
Las infraestructuras que posibilitaron la Primera Revolución Industrial se desplegaron en 30 años. Es probable que las de la Tercera Revolución Industrial puedan desarrollarse en menos de 20
El miedo que inspira el cambio climático es real, y las condiciones de vida en la Tierra se van a deteriorar hasta un futuro lejano y más allá de lo que podemos imaginar en el presente. Los municipios, las ciudades y los Gobiernos de los países tendrán que implicarse en un proceso político sin fecha de conclusión. El cambio climático va a exigir el compromiso de toda la clase política. Ningún cargo electo o jefe de un organismo público va a poder combatirlo por sí solo. Viene a la mente el modelo de las operaciones de respuesta y socorro en caso de emergencias catastróficas. En esos momentos desdichados, toda la comunidad ‒organizaciones locales, ONG, organismos religiosos, colegios, asociaciones de vecinos y el sector empresarial‒ se une, muchas veces durante largos periodos de tiempo, para hacer frente a la crisis. Entre una catástrofe y otra, las organizaciones de la sociedad civil y la comunidad de empresarios colaboran continuamente con las autoridades públicas aprendiendo de las emergencias pasadas, compartiendo prácticas útiles e introduciendo nuevos mecanismos de repuesta en los planes para futuros desastres climáticos.
Actualmente, debido al cambio climático, las comunidades amenazadas del mundo están en permanente estado de alarma. Esto significa que, en la Era de la Resiliencia, todos estamos comprometidos con una "gobernanza entre iguales" de carácter horizontal, de manera que deberemos asumir la responsabilidad colectiva de velar por la porción de la biosfera que nos corresponde y garantizar el bienestar de la comunidad.
Permítanme que sea franco con respecto al calendario para dar paso a un Green New Deal y la transición a la Tercera Revolución Industrial inteligente. Las primeras infraestructuras que posibilitaron la Primera Revolución Industrial se desplegaron a lo largo y ancho de Estados Unidos en 30 años, entre 1860 y 1890. Las de la Segunda se desarrollaron en 25 años, entre 1908 y 1933. La mayor brevedad en este caso se debe en parte al hecho de que las instalaciones de la Segunda Revolución Industrial pudieron apoyarse en parte en las de la Primera Revolución ya construidas. Es probable que las de la Tercera Revolución Industrial puedan desarrollarse en menos de 20 años ‒ una sola generación‒ aprovechando las de las dos revoluciones precedentes todavía parcialmente operativas para facilitar la transición.
Les ruego que no consientan que nadie les diga que esto es imposible. A finales de la década de 2030 podemos haberlo conseguido si cada uno de nosotros ponemos de nuestra parte y asumimos nuestra responsabilidad con coraje y determinación, como integrantes de un compromiso comunitario, nacional y mundial.
El nuevo pacto ecológico no consiste solo en movilizar a la opinión pública para que presione a los Gobiernos para que se rasquen el bolsillo, aprueben leyes e incentiven las iniciativas ecológicas. Más bien es el primer llamamiento a la formación de un nuevo movimiento político horizontal y una nueva gobernanza de los bienes colectivos capaz de despertar la conciencia de su propio poder en comunidades enteras para que tomen directamente las riendas de su futuro en un momento profundamente oscuro de la historia de la vida en la Tierra.
Vivir de los depósitos de combustibles fósiles del Carbonífero nos ha inspirado la falsa idea de un futuro abierto e ilimitado en el que todo era posible a bajo precio. Hemos llegado a creer que somos dueños de nuestro destino y que el planeta es un ente pasivo a nuestra disposición. No nos hemos dado cuenta de que todo lo que sucede en la Tierra tiene un coste en entropía. Hemos llamado a nuestra época la Era del Progreso. Ahora el cambio climático es la factura que tenemos que pagar. Estamos entrando en una nueva época y empezando un nuevo viaje. Ante nosotros se abre la Era de la Resiliencia. La manera en que nos adaptemos a la nueva realidad planetaria que nos espera determinará nuestro futuro como especie. Nos estamos acercando rápidamente a la conciencia de la biosfera. Tenemos que mantener la esperanza de que podemos llegar a tiempo. Este es el Green New Deal en el que yo creo.
Jeremy Rifkin es economista, sociólogo y asesor de la UE y China. Planeta publicó su libro ‘El Green New Deal global’ este 15 de octubre. Puede leer la primera parte de este texto en este enlace.
Traducción de News Clips.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Más información
Archivado En
- Jeremy Rifkin
- Alexandria Ocasio-Cortez
- Revolución Industrial
- Internet de las cosas
- Política ambiental
- Economía sostenible
- Emergencia climática
- Infraestructuras eléctricas
- Estados Unidos
- Suministro electricidad
- Consumo colaborativo
- Política económica
- Cambio climático
- Suministro energía
- Combustibles fósiles
- Compañías eléctricas
- América
- Desarrollo sostenible
- Empresas
- Energía eléctrica
- España
- Economía
- Tecnología
- Medio ambiente
- Energía
- Ideas