España ante la tercera revolución industrial
La transformación digital y la transición energética verde constituyen las claves para un rápido desarrollo de la economía
Diferentes Gobiernos españoles han puesto en marcha reformas económicas, laborales y fiscales para fomentar la innovación, acelerar la productividad y el crecimiento económico, y estimular el empleo. Esas reformas son esenciales, pero no serán suficientes mientras el método dominante para gestionar, alimentar e impulsar la cadena de valor española se base en infraestructuras pertenecientes a la segunda revolución industrial (telecomunicaciones, energía fósil y nuclear, y transporte aéreo, marítimo, ferroviario y por carretera que funciona con motores de combustión interna).
Las infraestructuras de la segunda revolución industrial proporcionaron la capacidad productiva que permitió que el crecimiento aumentara de forma espectacular en el siglo XX. Pero esa productividad alcanzó su apogeo en todos los países industriales hace 15 o 20 años. Desde entonces, ha habido un descenso del PIB y el consiguiente aumento del desempleo. Aunque mejorásemos esas infraestructuras, las consecuencias para la eficiencia global, la productividad, las nuevas oportunidades de negocios, el empleo y el crecimiento serían limitadas. Las energías basadas en combustibles fósiles y la energía nuclear han envejecido. Y las tecnologías concebidas y diseñadas para hacerlas funcionar, como las redes de telecomunicaciones, la red eléctrica centralizada y los medios de transporte de combustión interna, han agotado su productividad y les queda poco que explotar.
El Gobierno debería elaborar un plan que permita integrar las nuevas infraestructuras digitales
Lo que hace falta ahora es construir y ampliar unas infraestructuras inteligentes e integradas digitalmente para la tercera revolución industrial. Estas deben incluir una red de comunicación integrada, unas energías renovables digitalizadas y un Internet móvil automatizado y digitalizado. Un mundo que se mueva en vehículos eléctricos alimentados por baterías, apoyado en una red de edificios inteligentes, conectados mediante nodos y a través del Internet de las cosas. Sin embargo, de momento, España está por detrás de otros 13 países de la UE en el índice de economía y sociedad digital de la Comisión Europea para 2017, que mide los avances en este ámbito. Y eso a pesar de que estas nuevas infraestructuras inteligentes deben ser una prioridad absoluta si España quiere tener un buen punto de partida en la siguiente etapa para convertirse en un espacio comercial, social y político integrado y sin fisuras.
Unas reformas económicas adecuadas, acompañadas de la construcción y la ampliación de estas nuevas infraestructuras digitales verdes e inteligentes, generarán una nueva ola de productividad que seguirá creciendo durante los próximos 50 años. La construcción de las infraestructuras generará 40 años de actividad para casi todos los sectores —compañías energéticas y de distribución de electricidad, empresas de telecomunicaciones y comunicaciones por cable, tecnologías de la información y la comunicación, electrónica, construcción y propiedades inmobiliarias, transporte y logística, fabricación, agricultura, etcétera— y dará empleo a millones de trabajadores semicualificados, cualificados y profesionales.
Además, esas nuevas infraestructuras digitales permitirán a España ir adoptando los modelos de negocio y tipos de empleos característicos de este nuevo paradigma, basado en el avance digital y una economía de bajas emisiones en carbono respetuosa con el medio ambiente.
El Gobierno español se ha comprometido a invertir en el desarrollo de nuevas infraestructuras públicas para estimular la innovación empresarial y las oportunidades de empleo. Ese dinero debería utilizarse, en parte, para construir las nuevas infraestructuras digitales y poner en marcha la transición a las energías renovables y la movilidad verde para desembocar en una España inteligente.
En la UE existen tres jurisdicciones con planes integrales para la tercera revolución industrial, con las correspondientes iniciativas para la transición de sus economías: la región de Hauts-de-France, la Región Metropolitana de Róterdam y La Haya y el Gran Ducado de Luxemburgo.
España está por detrás de otros 13 países de la UE en el índice de economía y sociedad digital
Estas tres regiones han marcado un hito en la gestión del desarrollo económico y social que refleja el carácter de las nuevas infraestructuras que se desplegarán dentro de la tercera revolución industrial. Si las revoluciones anteriores eran más centralizadas, la tercera revolución industrial progresa de una forma más repartida, colaborativa y abierta. Por consiguiente, con una gestión distinta. Los Gobiernos de estas regiones, tras reconocer las nuevas oportunidades y los nuevos retos que representa esta revolución tecnológica, han transformado su papel tradicional de supervisores y planificadores centrales en el de facilitadores de una red regional con cientos de participantes, la Administración, la empresa, el mundo académico y la sociedad civil, que intervienen activamente en la elaboración de cada plan de actuación y cada proyecto.
Mientras que las dos revoluciones industriales anteriores generaron una globalización vertical y desde arriba, la tercera revolución sitúa a la familia humana en una glocalización en forma de red transversal, en la que las ciudades, las regiones, las naciones-Estado y las uniones de países colaboran en vastas redes digitales mundiales que les permiten compartir comunicaciones por banda ancha, energías renovables y transportes autónomos eléctricos y de pila de combustible, con el resultado de una calidad de vida más equitativa y más sostenible desde el punto de vista ecológico.
Un primer paso para sincronizar e integrar las nuevas infraestructuras digitales es que el Gobierno español elabore un plan de trabajo para la tercera revolución industrial y la España inteligente. Dicho documento podrá ofrecer la inspiración, los incentivos, las fórmulas reguladoras y el impulso necesarios para que las diversas comunidades españolas elaboren sus propios planes concretos con el fin de establecer las infraestructuras regionales para la tercera revolución industrial.
Hace un año, la Comisión Europea anunció la iniciativa Europa Inteligente, concebida para crear una infraestructura digital continua y la transición a las energías renovables en toda la UE, con el fin de impulsar la productividad, crear nuevas empresas y nuevos puestos de trabajo y promover la economía baja en carbono. La Comisión ha reunido un paquete de medidas de desarrollo económico de 630.000 millones de euros que estará dedicado, en parte, a la construcción y ampliación de las nuevas infraestructuras para la tercera revolución industrial y la Europa Inteligente. España tiene una oportunidad para estar en primera línea de la Unión en el camino hacia la creación de esa Europa Inteligente y de un espacio comercial único e integrado en los 28 Estados miembros.
Jeremy Rifkin, economista y sociólogo, es autor de La sociedad de coste marginal cero (Paidós) y asesor de la UE y la República Popular de China.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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