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Migrados
Coordinado por Lola Hierro

Una elección sin opciones

Acompañamos a la siria Amina y su familia a un proceso de selección de refugiados sirios que serán reasentados en España

Fotografía de archivo tomada el 3 de junio de 2016 de una mujer siria y su hija en un asentamiento informal para refugiados en la frontera siria con Jordania.
Fotografía de archivo tomada el 3 de junio de 2016 de una mujer siria y su hija en un asentamiento informal para refugiados en la frontera siria con Jordania. Muhammed Muheisen (AP Photo)
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Amina eleva la cabeza y dirige hacia mí unos ojos que ya solo ven sombras. Enmarcada en un hiyab negro, la ausencia total de pigmentación de su piel le da un toque de fragilidad. Lleva un traje color berenjena con una chaqueta adornada por numerosas cremalleras y botones plateados. La falda, hasta el suelo, deja entrever unas zapatillas de deporte negras con franjas blancas. “Quiero ir a Canadá”, repite con determinación. La intérprete me traduce sus palabras del árabe. Su hermana gemela, albina también, ya está allí con su madre. Para ellas, la guerra de Siria ha quedado atrás.

En Turquía, donde Amina ha pasado los últimos tres años, nada es permanente. La estancia de refugiados sirios es tolerada, pero las perspectivas de futuro son nulas. Youssef, su marido, trabaja en la construcción durante 15 horas al día, seis días a la semana. No tiene permiso de trabajo. Viven en una casa pequeña llena de humedades con sus dos hijos pequeños que no han sido aceptados en ningún colegio.

El ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, ha propuesto el traslado de Amina y su familia a España en el marco de los compromisos de reasentamiento que el país ha adquirido. El reasentamiento es una de las soluciones duraderas que contempla ACNUR, y consiste en trasladar a las personas refugiadas que no pueden retornar a su país de origen, desde el país donde inicialmente buscaron protección temporal a otro que haya acordado admitirles y concederles una residencia permanente.

A pesar de la existencia de esta opción, el impacto del reasentamiento en el mundo es limitado. En 2015, los países europeos se comprometieron a reasentar a más de 22.000 personas en dos años. Al finalizar el plazo, solo se había trasladado a 16.627 personas (el 74%). España, por su parte, solo reasentó al 44% de las personas refugiadas previstas. Además, ACNUR afirma que, en 2018, solo el 5% de los 1,2 millones de refugiados que necesitaban ser traslados en todo el mundo fueron llevados al reducido número de países que ofrecen esta posibilidad.

Hoy es el día esperado para Amina. La familia se ha levantado temprano para acudir a la cita con los funcionarios españoles que participan en la misión de selección. En ella se identificará a los próximos refugiados que serán reasentados en España. En los grandes vestíbulos de un hotel de cinco estrellas de Ankara, transitados por huéspedes internacionales, llaman la atención los atuendos oscuros, las mujeres cubiertas por el pañuelo islámico, las voces apagadas de los niños y niñas.

Amina lleva en pie desde las seis de la mañana. Forma parte de un grupo de más de 40 personas sirias citadas para ese día. Se les ha convocado para explicarles el procedimiento de asilo y mostrarles un vídeo en el que se ven playas de arena fina, castillos monumentales, verdes praderas y otras familias sirias sonrientes que, como ellos, han huido de la guerra y ya se han establecido en España. El video, sin embargo, está lejos de responder a sus dudas: “¿Podré conseguir un trabajo? ¿Tendré acceso a la sanidad? Tengo un hermano en Barcelona, ¿podré vivir cerca de él?¿Hay mezquitas?”

En el fondo, se percibe el miedo a establecerse en un país muy diferente, a no ser capaces de aprender el idioma, a vivir lejos de la familia. En un lugar donde no saben si podrán encontrar la manera de integrarse, y, a la par, de mantener sus valores. Pero hay niños, muchos niños. Y algunos tienen problemas graves de salud y discapacidades. Por eso están allí; por eso no hay elección.

Entre lujosos muebles de caoba, las familias tienen que superar dos entrevistas: en la primera, se determinará si España las reconoce como personas necesitadas de protección internacional; en la segunda, se les informará del programa de acogida, de sus derechos y obligaciones, y se valorarán sus posibilidades de adaptación. También está la policía recogiendo huellas, haciendo fotos, revisando posibles conexiones yihadistas. Todo se mira con lupa: nada se deja al azar.

Se percibe el miedo a establecerse en un país muy diferente, a no ser capaces de aprender el idioma, a vivir lejos de la familia

Los hijos de Amina duermen reclinados sobre las sillas. Una gran mesa escritorio marca el límite entre nuestros dos mundos. Cuando todo el procedimiento acabe, habrán tenido que revivir la pesadilla con todo detalle: “¿dónde vivías?, ¿por qué huiste de tu casa?, ¿cómo cruzaste la frontera?”. Deberán recordar la muerte de sus familiares, la continua huida de una ciudad a otra en Siria, y por fin, la ineludible salida del país. Tras varios años asentados en la incertidumbre, la alternativa es, de nuevo, un dilema.

Youssef habla, impotente. “A mi familia la han enviado a China”. Se refiere a sus hermanos y sus padres, con quienes la pareja vivía en Aleppo. No tengo respuesta a su desconcierto. Si quieren intentar reunirse con sus familiares deberán volver a hablar con ACNUR. “Ya lo hemos hecho. Si no vamos a España, cerrarán nuestro expediente”. Saben lo que eso significa. Dejar en herencia a sus hijos su propia falta de expectativas, seguir sobreviviendo, enterrar definitivamente los sueños que alguna vez tuvieron, permanecer en el desarraigo. Las manos de Amina se retuercen. Según pasan los minutos, su rostro cambia. Ha tomado una decisión. Me vuelve a mirar, decidida. Sé que vendrán.

Youssef sale un momento de la habitación. En cuanto queda fuera del alcance de su vista, unas lágrimas caen de los ojos de Amina. Mira hacia el suelo y me confiesa que no puede hacer las tareas de la casa. Tampoco se puede ocupar de sus hijos. La guerra truncó, entre otras cosas, sus posibilidades de curación. Necesita la ayuda de su marido para todo, pero se siente cohibida en su presencia, una carga más en su vida. La escucho en silencio. “¿Podremos por lo menos volver a Siria en un futuro?” Amina me mira, jugando su última baza.

Begoña Santos Olmeda es Consultora e investigadora en migraciones, asilo y desarrollo.

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