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Solsticio de invierno: llega el frío al hemisferio sur

A las 15.54 horas UTC (Tiempo Universal Coordinado) comienza la estación invernal en el hemisferio sur, que durará hasta el 23 de septiembre que llegará la primavera

El invierno visto desde un parapente
El invierno visto desde un parapenteKacper Kowalski

A las 12.54 horas en Argentina, a las 11.54 en Chile y en Bolivia, y a las 10.54 horas en Perú comenzará la estación invernal en el hemisferio sur con el solsticio de invierno, que lleva aparejado la noche más larga del año. A partir de hoy comenzarán a aumentar las horas de luz, algo que continuará cuando se produzca el siguiente cambio de estación, el 23 de septiembre con el equinoccio de primavera.

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El inicio de las estaciones astronómicas se establece por aquellos instantes concretos en los que la Tierra se encuentra en unas determinadas posiciones en su órbita alrededor del Sol. En el solsticio de invierno el Sol se sitúa en el punto más alejado del ecuador del planeta y el día y la noche alcanzan su máxima diferencia de duración porque el astro rey tiene su máxima declinación sur (-23º 27') y durante varios días su mayor altura al mediodía no varía, de ahí que a esta circunstancia se le llame solsticio (“Sol quieto”) de invierno.

Los científicos toman como referencia cuánto tiempo se sitúa el Sol sobre el horizonte en el trópico de Capricornio. Durante el solsticio de invierno, el astro rey se encuentra sobre el horizonte 10 horas con 36 minutos. Es decir, la duración de la noche es de 13 horas y 24 minutos.

Los solsticios, por tanto, ocurren por la imperfección de la Tierra, de 23º y 27 minutos. Esa posición de la Tierra, junto al movimiento del Sol, hace que en el solsticio de invierno el Polo Sur esté más lejos del astro rey que el Polo Norte.

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En el primer día del invierno la duración del día y la altitud del Sol al mediodía son mínimas comparadas con cualquier otro día del año y aunque esta fecha del solsticio de invierno la tengamos asociada al día 24, fiesta de San Juan, para eso aún quedan unos días.

Este fenómeno astronómico ocurre porque la duración de una órbita terrestre es equivalente a algo menos de 365 y un cuarto de rotaciones terrestres (es decir, de días). Con ese cuarto se explica en el calendario gregoriano la introducción cada cuatro años de un día extra; el 29 de febrero de los años bisiestos. Sin embargo, hay más correcciones para regularizar ese cuarto anual de rotación terrestre, y es que el calendario actual por el que nos regimos elimina tres días bisiestos cada cuatro siglos.

Por ese motivo, cada año cambia el momento exacto de los solsticios, porque mientras que la duración de cada estación, la velocidad orbital de nuestro planeta y todos los parámetros físicos no cambian, nuestro calendario sí por ese cuarto de más cada año. De esta manera, cada año la hora e incluso el día de entrada de las estaciones cambia y los solsticios de invierno ocurren siempre entre los cuatro días que van del 20 al 23 de junio por estos ajustes.

En esta época del año, aunque no está relacionado con las estaciones, también se produce otro hecho curioso, el conocido como el día del afelio, que es cuando el Sol y la Tierra están más alejados entre sí en el año. El máximo alejamiento se producirá el próximo día 5 de julio con una distancia de algo más de 152 millones de kilómetros entre la Tierra y el Sol, que serán alrededor de cinco millones de kilómetros más que el pasado 3 de enero, cuando la distancia al Sol alcanzó su mínimo anual, lo que se conoce como perihelio.

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Pero las estaciones no dependen de la distancia de la Tierra al Sol, lo que sucede es que a causa de la inclinación del eje de rotación de la Tierra cuando ésta está más cerca del Sol, el Polo Norte apunta en dirección opuesta astro, por lo que en el hemisferio norte los días duran menos y así éste recibe menos luz, y además lo hace de forma más tangencial.

De este modo, durante el perihelio el hemisferio norte se calienta menos que en otras épocas del año a pesar de la proximidad al Sol, mientras que en el hemisferio sur, sin embargo, al apuntar el Polo Sur de la Tierra hacia el Sol, pasa lo contrario, y por eso los días son más largos y la luz cae de forma más directa ahí.

Otra curiosidad sobre las estaciones astronómicas es que tal y como explica la segunda ley de Kepler, la velocidad a la que la Tierra recorre su órbita no es siempre la misma, y va más rápido cuanto más cerca está del Sol y más lenta cuanto más lejos, un poco como una piedra que se lanza en vertical hacia arriba y luego vuelve a caer. Esta situación explica por qué el invierno en el hemisferio sur dura aproximadamente cinco días más que el verano.

El solsticio de invierno, a semejanza de la Navidad en el hemisferio norte, cuenta con numerosas celebraciones ancestrales enraizadas con las culturas más antiguas del continente: por ejemplo, diversas localidades de Perú y del norte de Argentina celebran el Inti Raymi, una ceremonia inca que rinde homenaje al dios Sol y que coincide con la noche más larga del año. De hecho, en Machu Picchu aún hay una gran columna de piedra llamada Intihuatana que, literalmente, quiere decir “para atar al Sol”.

Este momento de mayor oscuridad del año coincide en muchas culturas con la creencia de se puede conectar más fácilmente con nuestros antepasados y seres queridos fallecidos.

Otra festividad es Yule, de origen germano y vikingo, que celebra el descanso y la fertilidad con banquetes que honraban a los ancestros. Los chilenos y los argentinos, por su parte, también se reúnen en una fiesta de origen mapuche denominada We Tripantu; mientras que en Bolivia miles de personas se congregan en el templo Kalasasaya de Tiahuanaco para festejar el Willka Kuti, que en aimara significa “la vuelta del sol” y significa el inicio del año en esta cultura.

Pero la tradición europea también ha llegado a América, que celebra con grandes hogueras en muchos lugares la noche de San Juan el día 23 por la noche y en la madrugada del 24 de junio, relacionándolo también con el solsticio de invierno.

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