Respuestas para una era digital
Subcontratas, precariedad, auge del sector servicios, feminismo: los retos sindicales se multiplican
Las cifras impresionan. En 2015, el grupo de investigación de Internet Dimmons, de la Universitat Oberta de Catalunya, contabilizó 32 áreas económicas en las que la actividad digital estaba presente. Dos años después la cifra se duplicó. La progresión no se va a detener. En España, en 2017, un 11,6% de adultos había recibido algún tipo de ingresos procedentes de plataformas digitales, según la UE. En 2018, un estudio de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido) lo eleva al 17%. Metodologías aparte, estos números no son el futuro del mercado laboral, sino el presente; un presente que periódicamente desborda a las instituciones que ya están embarcados en él: entre ellas, los sindicatos.
No se puede decir que para estos últimos el desafío se presente en su mejor momento. Al contrario. Ha llegado cuando les quedan bastantes respuestas pendientes: jóvenes, globalización, auge de los servicios frente a la industria, nuevas formas de organización empresarial, subcontrataciones, precariedad y temporalidad… Algunas (no todas) de estas cuestiones tienen su origen en las políticas neoliberales que inauguraron Reagan y Thatcher a finales de los setenta y los ochenta, que comenzaron a quebrar el contrato social de posguerra.
Desde entonces, el poder de las centrales menguó. Para comprobarlo, solo hay que ver la vasta base de datos del Instituto de Estudios Laborales Avanzados de la Universidad de Ámsterdam, donde se observa cómo la afiliación cayó en casi todos los países; en algunos, como el Reino Unido, lo hizo a plomo. Hay pocas excepciones. Una de ellas era España, hasta que llegó la Gran Recesión y metió a los sindicatos en esa crisis global, pero con características locales (baja reputación, tarjetas black).
Y mientras buscaban las respuestas a esa crisis, parafraseando las palabras que popularizó Mario Benedetti (“cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas”), la revolución digital y tecnológica ha sumado más preguntas a las pendientes. Algunas, en realidad, son las mismas pero más complicadas. Por ejemplo, las externalizaciones o los centros de trabajo con varias compañías de distintos sectores son un grave obstáculo para la acción sindical, obstáculos que ahora crecen con las aplicaciones móviles o plataformas digitales que permiten multiplicar la subcontratación hasta individualizarla (de aquí al falso autónomo solo hay un paso).
¿Cómo responder? Unai Sordo, secretario general de CC OO, da una respuesta larga en la que asume las dificultades y los desafíos cada vez que le preguntan . Y concluye el discurso con la idea de que la gente debe ser consciente de que “hay que organizarse”. También recurría a este “crucial” verbo, “organizar”, José María Zufiaur, ex alto cargo de UGT, en un artículo reciente.
El reto de los sindicatos es lograr que esa “organización” pase por ellos cuando atañe a asuntos laborales y que lo haga, al menos, en parte, cuando las reivindicaciones, muchas veces espontáneas e imprevisibles, vayan más allá: feminismo, medio ambiente, desigualdad... En definitiva, puntos vinculados a la recuperación del contrato social.
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