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Un colegio de 45.000 kilómetros

Las pequeñas Elsa, Cloe y Nora visitaron con sus padres 85 proyectos educativos en nueve países de Latinoamérica durante un año y fueron acogidos hasta en 83 casas

De izquierda a derecha, Andrés, Cloe, Nora, Ingrid y Elsa, en su casa de Sevilla.
De izquierda a derecha, Andrés, Cloe, Nora, Ingrid y Elsa, en su casa de Sevilla.LAURA LEÓN
Ángeles Lucas
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“¡Pon el vídeo en el que enseño a hacer el mate!” “¡O en el que yo estoy con una llama!” “¡O en el que hago de mecánica para arreglar el coche!” Hablan Elsa, Cloe y Nora, de 7, 9 y 11 años. Tres niñas sevillanas que durante 365 días han viajado con sus padres por nueve países de Latinoamérica y han visitado 85 proyectos educativos, ya sean escolares, universitarios, de adultos o de personas con discapacidad. Son las protagonistas de El vuelo de Apis, una iniciativa que se le ocurrió a Ingrid Sanz y Andrés Melero, sus padres, los dos profesores, y que ha culminado con una red ingente de intercambio de métodos formativos, familias que acogen a dormir en sus casas, hasta 225 vídeos en Youtube con las lecciones aprendidas, experiencias, sueños... y miles y miles de vivencias en un cuatro por cuatro a lo largo de 45.000 kilómetros. Ahora escriben un libro con el periplo.

Todo viaje empieza con poner una fecha de salida. Esta fue el 27 de julio de 2016. Antes de salir concretaron unas cuantas reglas para ahorrar algo y contactaron con familias que les pudieran acoger. En 365 días se quedaron en 83 casas. “Nos dimos cuenta de que no pasábamos tiempo de calidad con nuestras hijas, y se nos ocurrió estar un año con ellas por Latinoamérica visitando centros. Los aprendizajes no están en un libro, está el conocimiento”, dice Sanz en su piso de Sevilla, cerca de un mapamundi con alfileres en los lugares visitados. “Nos lo propusimos y lo conseguimos. Vendimos el coche antiguo, recaudamos 4.000 alquilando nuestra casa y alojándonos con amigos, y otros 5.000 con la regla de los dos años; si en dos años no habíamos usado algo, lo vendíamos”, explica Melero mientras muestra un documento en el que detalla la logística de la aventura.

“Aquí ahora se practica mindfulness (atención plena), pero esa es la base tradicional de las culturas indígenas de Latinoamérica y probablemente estará en nuestros orígenes y lo habremos olvidado"

“Al coche nuevo de segunda mano le montamos una carpa y así podíamos dormir los cinco donde fuera. Con eso ya estábamos tranquilos. Nuestro equipaje era una mochilita y un chaquetón. No se necesita nada más”, recuerda Sanz, que casi dos años después del viaje todavía recibe en su casa a decenas de familias o conocidos de conocidos con los que coincidieron en el viaje. A todos les llaman amigos. “A pesar de las malas noticias del mundo, estamos convencidos de que la mayoría de la gente quiere ayudar. De ninguna de las personas que nos alojaron podemos hablar mal. Hemos estado desde en una casa con playa privada y mayordomo, hasta en otras sin baño, donde no hay nada y nos dan todo. La diferencia no la marca lo que tienes”, apunta Sanz, que asegura que en todo el tiempo solo el padre tuvo una breve indisposición estomacal. “Ha sido el año más sano de nuestras vidas. ¡Las niñas no se pusieron malas ni un día!”, exclama.

Entre las familias acogedoras aparece la del músico Jorge Drexler en Uruguay. “Fui a escuchar a su hermano Daniel a un concierto en Sevilla y nos conocimos. Después nos invitaron a pasar la Navidad en Montevideo, donde se monta una fiesta musical increíble. Para las niñas fue de lo mejor del viaje”, dice Melero, y Cloe lo corrobora. También visitaron al expresidente de Uruguay José Mujica y al músico colombiano Carlos Vives, al que le pusieron en vídeo preguntas grabadas por alumnos del colegio de Sevilla en el que Melero y Sanz imparten sus clases. “Queríamos que todo estuviera conectado, que los niños de aquí también participaran del proyecto”, señala el profesor.

Entre las familias acogedoras aparece la del músico Jorge Drexler en Uruguay

Entre las enseñanzas, Sanz remarca la diversidad y creatividad de los métodos educativos de la región frente a la educación clásica y encorsetada más conocida en Europa. “Aquí ahora se practica mindfulness (atención plena), pero esa es la base tradicional de las culturas indígenas de Latinoamérica y probablemente estará en nuestros orígenes y lo habremos olvidado”, concluye. Como la abeja Apis mellifera, que a la vez que poliniza también liba la riqueza de las flores, la familia Melero Sanz quiso con este proyecto aportar lo conocido, aprender tantísimo que les faltaba y luego esparcirlo.

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Sobre la firma

Ángeles Lucas
Es editora de Sociedad. Antes en Portada, Internacional, Planeta Futuro y Andalucía. Ha escrito reportajes sobre medio ambiente y derechos humanos desde más de 10 países y colaboró tres años con BBC Mundo. Realizó la exposición fotográfica ‘La tierra es un solo país’. Másteres de EL PAÍS, y de Antropología de la Universidad de Sevilla.

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