Cuando los leones cuentan su propia historia
Una exposición del Museo Nacional de Antropología escucha y da espacio a la comunidad senegalesa residente en Madrid
“Es muy importante para nosotros tomarle la palabra al Museo Nacional de Antropología para expresar lo que consideramos que nos define a nosotros mismos. Al contrario de lo que siempre sucede, que es otro el que habla de los africanos, y lo que cuenta del africano muchas veces no corresponde a la realidad. Por eso, es muy importante que personas originarias del continente africano que sean antropólogos, sociólogos… puedan contar su propia historia”, comenta Youssoupha Sock, senegalés nacido en Kaolack. Es estudiante del último curso de Antropología en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y uno de los organizadores de la exposición Personas que migran, objetos que migran… desde Senegal, que hasta el 10 de marzo se puede visitar en el Museo Nacional de Antropología (MNA) en Madrid.
Esta iniciativa, que parte del museo, ayuda a vincular la investigación académica con la sociedad, con el espacio público; en este caso con la comunidad senegalesa que vive en Madrid. “Nos interesaba no solo visibilizar los procesos migratorios de la diáspora senegalesa en España, sino completar su participación en nuestra sociedad, como intelectuales, artistas, activistas. Y qué mejor que con estudiantes como Youssoupha, miembros de la comunidad que facilitan y median la investigación etnográfica participativa. El proyecto en sí mismo se convirtió en un espacio intercultural”, explica Liliana Suárez, coordinadora académica del prácticum y profesora de antropología social de la UAM.
Personas que migran, objetos que migran…, es un proyecto que da voz a las personas de otras culturas y, sobre todo, las escucha. En su primera edición, en 2015, se centró en la comunidad de Ecuador; ahora, en su segunda edición se fija en los senegaleses que en la actualidad residen en Madrid. Son ellos quienes cuentan sus propias experiencias, sus inquietudes y sus emociones y, a través de ellas, acercan al espectador a la realidad vivida por la comunidad senegalesa en su proceso migratorio. Son ellos los que han decidido qué es lo que quieren contar sobre sí mismos, a través de los objetos y relatos que forman la exposición. Todo ello, con el fin de visibilizar a un colectivo de personas desconocido y estereotipado, y para facilitar la comunicación entre los migrantes senegaleses y los madrileños.
Se ha recorrido un largo camino hasta llegar a la inauguración de la exposición
Se ha recorrido un largo camino hasta llegar a la inauguración de la exposición. Representantes de diversos colectivos como Casa de Senegal, la Asociación de Inmigrantes Senegaleses en España (AISE) e individuos a título particular, se han reunido para reflexionar sobre sus propias experiencias y decidir qué parte de ellas quieren compartir con el resto de la sociedad.
En un primer momento, Sock llegó a este proceso como un observador y colaborador más. Luego comenzó a hacer prácticas en el museo, como parte de su formación como antropólogo y adquirió un papel de más liderazgo. “El trabajo tenía mucha relación con lo que aprendía en clase porque el proyecto implica un trabajo de campo”, comenta.
De ahí que su participación en este proceso, junto a Alba Menéndez, haya sido fundamental, opina Suárez. Fue él el que propuso, por ejemplo, la incorporación de las mujeres al proceso de reflexión y que sus experiencias también fueran recogidas. Igualmente, facilitó los encuentros con Serigue Barra líder de la cofradía mourie en España, en la mezquita de Lavapiés.
Lo que se ofrece al visitante en la muestra del MNA es solo una parte de la larga reflexión realizada por la comunidad senegalesa residente en Madrid. La exposición parte de un dato básico: “El abandono de tu origen en busca de nuevos horizontes supone, ante todo, enfrentarse a un enorme proceso repleto de sentimientos que jamás habías experimentado antes”. Por eso, la emotividad es uno de los puntos de arranque del recorrido, para pasar por la incertidumbre, la nostalgia, la espiritualidad, la convivencia y la ritualidad.
“Lo que queríamos, de alguna manera, era incorporar todo esto. Comprender sociológicamente a la comunidad senegalesa. La idea era incorporar a todas las personas. Porque lo que se reproduce, los aparatos representativos, toman la voz de toda una comunidad que sabemos que es extraordinariamente diversa y que sociológicamente tiene unas estructuras de las que no se hablan al blanco. Sabemos lo importante que en ellas es la religión y el comercio, y lo importante que son muchas cosas que queríamos reflejar”, explica Suárez.
Esta exposición viene en el momento del surgimiento de la extrema derecha y de su discurso xenófobo y racista
“Esta exposición viene muy bien en un momento muy importante. Es el momento del surgimiento de la extrema derecha y de su discurso xenófobo y racista, que quiere dar una imagen negativa del inmigrante”, comenta Sock. “Cuando dicen inmigrante se refieren a los subsaharianos, o a los que vienen de los países más pobres. Porque no se habla de inmigración entre países europeos. Cuando se habla de inmigración se estereotipa, se criminaliza, incluso. Se quiere dar una imagen negativa de la inmigración que no se corresponde con la realidad. Con esta exposición, también queríamos demostrar que ese discurso no es verdad. Hay otras cosas que están ahí presentes y de las que vale la pena hablar, y de ahí viene el tema de la convivencia, la interculturalidad, que mostramos, para que se vea que es real y que verdaderamente podemos vivir juntos y que en realidad la migración no es como la pintan esas personas”.
Antropólogo por carambola
Cuando Youssoupha Sock terminó el bachiller en Senegal, decidió dedicarse a los negocios. Su hermano mayor, que vive en Francia donde estudió con una beca, le financió. Contactó con una empresa de cosmética de Valencia y compró varios palés de productos de belleza y cremas. La cosa le iba bien hasta que el mercado se saturó y decidió que tenía que dar un giro a su iniciativa. “Fue entonces cuando me vino la idea de venirme. Mi intención no era España, sino Francia. Pedí una carta de invitación a la empresa de Valencia para visitar sus instalaciones. Volé hasta allí y decidí quedarme. Estuve varios años sin papeles. Varias veces la policía me paró por la calle y me llevó a la comisaría”, recuerda Sock.
Cuando llegó a España le recibió un amigo. Tras tres meses en su casa sin hacer nada, se dijo que tenía que estudiar, conocer bien el idioma para encontrar trabajo. Fue a un centro donde enseñaban español gratis. Tras dos años de estudios, ya compaginados con un empleo, se presentó al examen de DELE y consiguió el nivel B2. Decidió continuar y al año siguiente se presentó al C2, el nivel más alto de un idioma, y suspendió. Pero no se rindió, un año después se examinó de nuevo y, esta vez, sí lo consiguió. No quería parar, quería proseguir sus estudios, ahora en la universidad. Intentó convalidar su bachillerato senegalés, fue un proceso imposible, así que optó por estudiar durante un año y presentarse a las pruebas de acceso a la universidad para mayores de 25 años, en la Universidad Autónoma de Madrid y Aprobó.
En principio, quería realizar estudios internacionales, y eso fue lo que solicitó a la universidad como primera opción, pero no se la concedieron; necesitaba una nota de más de siete y él tenía un seis. Así que le dieron la segunda elección que era antropología. “La había puesto sin saber muy bien lo que era. Así que comencé la carrera con la intención de cambiarme a relaciones internacionales al año siguiente, pero mucho antes de terminar el primer año ya estaba convencido de que la antropología era lo mío y que no me iba a cambiar”, comenta Sock. “Me engancharon los temas, las asignaturas… Me veía que estaba en mi mundo y por eso no me quise mover. Ahora estoy muy contento con lo que hago. Compagino los estudios con las prácticas y mi trabajo como asesor de un publicista. No es fácil, pero hago lo que me gusta y eso me ha permitido aportar una visión más científica a la exposición Personas que migran, objetos que migran”.
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