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Columna
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Los hechos alternativos

Está por ver quién y qué cosecha recoge aquí este desplegable de negacionismo ruido, miedos y tensión permanente

Pepa Bueno
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante su comparecencia tras la reunión del Consejo Europeo.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante su comparecencia tras la reunión del Consejo Europeo.Horst Wagner (EFE)

Ya tenemos en España el catálogo completo que marca el signo de nuestro tiempo político. Por orden de aparición y no necesariamente de importancia o gravedad: primero fue la indignación por la crisis económica y la desconfianza en la política tradicional. Después, el nacionalismo rupturista y curalotodo en Cataluña. Vivimos la eclosión feminista. Tenemos la comunicación elevada a objetivo político prioritario, también en el entorno más próximo al nuevo presidente del Gobierno. La derecha, desnortada tras perder el poder o la expectativa del poder, convirtiendo la inmigración en bandera de un problema que, según el CIS, era en octubre la octava preocupación de los españoles. Preocupación, pero la octava.

Y por último, y a propósito del Brexit y Gibraltar, los hechos alternativos. El Gobierno sobreactuó, con un inconfundible aroma electoral, la amenaza de veto al Tratado de salida pactado entre Bruselas y Londres. Pero, al final, obtuvo la famosa garantía de la UE y Reino Unido de ser consultado antes de cualquier implementación de los acuerdos en el Peñón. Da igual, para PP y Ciudadanos esa garantía no es que sea discutible, es que simplemente no existe. Si no existe, no hay que esforzarse ni en verificar su contenido.

No han pasado ni dos años desde que nos llevábamos las manos a la cabeza cuando, tras la toma de posesión de Donald Trump, sus asesores se empeñaron en convencernos de lo que las imágenes comparativas desmentían sin necesidad de mayores mediciones. Que el número de personas que asistió a la ceremonia inaugural del trumpismo era sensiblemente inferior a la que había asistido a la de Barack Obama en el año 2009. Ya ven, qué tontería. Pero el asunto en sí era lo de menos, lo importante era establecer las nuevas reglas del juego. Cuando en la tele le preguntaron a la consejera presidencial Kellyanne Conway, ella respondió con el famoso: no es que neguemos la evidencia, es que presentamos “hechos alternativos”. Alternativos… y futuribles en su versión española. Porque acabamos de ver una manifestación contra el hipotético indulto a unos presos preventivos que no han sido juzgados ni condenados.

Está por ver quién y qué cosecha recoge aquí este desplegable de negacionismo ruido, miedos y tensión permanente. A medio plazo solo puede hacernos daño porque polariza y relega los problemas reales. Pero votar es un acto íntimo. Y silencioso.

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