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El poder de los insectos contra el hambre

Los invertebrados forman ya parte de la dieta en muchos lugares del mundo. Y podrían ser pieza clave en la lucha contra la inseguridad alimentaria y reducir la desnutrición en el mundo

Un hombre observa el grillo que se va a comer en un mercado de Tailandia.
Un hombre observa el grillo que se va a comer en un mercado de Tailandia. Koldunova Anna (Shutterstock)
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Comer insectos puede contribuir en la lucha contra el hambre y la inseguridad alimentaria. Son una fantástica fuente de nutrientes —como las proteínas— y sirven como alimento cuando la producción de alimentos básicos —como el maíz— falla en África debido al clima cambiante, las sequías o el daño producido por las plagas. El asunto protagonizó este año el Día Mundial de la Alimentación.

Es una antigua práctica que aún perdura. Cerca de 2.000 millones de personas, más de una cuarta parte de la población mundial, comen insectos. La mayoría vive en África, Asia y Latinoamérica.

Debemos sacarles provecho, ya que son una excelente manera de combatir el hambre y la desnutrición por varias razones: son abundantes y saludables, producirlos conlleva una menor huella de carbono y pueden ofrecer una gran variedad de oportunidades empresariales.

¿Por qué comer insectos?

Son abundantes. Hay muchísimos en África. En el continente cohabitan más de 1.900 especies comestibles, en su mayoría escarabajos, orugas, saltamontes, avispas y hormigas.

Además, se reproducen rápidamente y tienen altas tasas de crecimiento, por lo que pueden alcanzar la madurez en menos de un mes. Así, la mayoría de ellos tarda unas tres semanas, o incluso menos, en completar su ciclo vital. Además, criarlos no requiere mucha tierra y agua, como pasa en la agricultura tradicional.

Las granjas de insectos ya son una realidad en ciertas partes de África. En Kenia, por ejemplo, los grillos se crían en cubos y cajones donde las hembras adultas ponen los huevos fertilizados bajo un algodón húmedo. Después de un mes, nacen las ninfas, que se alimentan de vegetales, harina de soja y agua. Tras tres meses, alcanzan finalmente la madurez. En Zimbabue, la empresa Mopane Worm cultiva los árboles que las polillas utilizan para poner sus huevos. Posteriormente, estos eclosionan y las larvas se alimentan de las hojas. Es durante esta etapa cuando se cosechan las orugas mopane.

Son saludables. Los insectos pueden servir como fuente alternativa y sostenible de proteínas y otros nutrientes, ya que son ricos en aminoácidos esenciales y proteínas. A veces, atendiendo al peso, son incluso superiores a las fuentes de proteínas tradicionales, como la carne de ternera, pollo, cabra y oveja. Los beneficios nutricionales pueden variar de una especie a otra. Por ejemplo, los ortópteros —entre los que se incluye el saltamontes— tienen el mayor contenido proteico.

Son mejores para el medioambiente. La agricultura y la ganadería emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero. En comparación con la agricultura, los insectos producen muchos menos: tan solo una décima parte de metano y una centésima parte de óxido nitroso.

Son generadores de ingresos. Proporcionan una estupenda oportunidad para emprender. Millones de africanos ya los están comiendo y se podrían crear nuevos negocios, puesto que se pueden ingerir tal cual o se pueden procesar —por ejemplo, como proteínas en polvo que sirvan como suplementos. Por ello, ya han aparecido varias empresas centradas exclusivamente en la producción de insectos para la alimentación humana y animal. Esta actividad comprende países tan dispares como Países Bajos, Sudáfrica y Kenia.

Pruebas

Comer insectos es una práctica muy extendida en África. En Costa de Marfil, una encuesta reciente afirmó que más del 59% de los encuestados los consumía. Del mismo modo, en Zimbabue, otro sondeo confirmó que la mayoría de las personas los había ingerido. Esto se produce en las zonas rurales, más que en las ciudades.

En Sudáfrica, comer insectos es habitual. Encabezando la lista de los más populares se encuentra la oruga mopane, un manjar también presente en otros países africanos, como Zimbabue y Namibia.

En Kenia, los agricultores y los empresarios están recurriendo cada vez más a insectos para luchar contra el hambre. Por ejemplo, las familias de los pequeños agricultores consumen termitas para complementar sus comidas en épocas de cosechas fallidas. Asimismo, crían insectos para venderlos en los mercados locales. Un reciente estudio en Kenia, mostró que más del 80% de los encuestados afirmaron incluirlos en su dieta, siendo las termitas y las moscas de los lagos las primeras de la lista. También consumen otros insectos como saltamontes, langostas, hormigas y grillos.

Aún queda mucho por hacer

Utilizar los insectos para luchar contra el hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición también acarrea una serie de desafíos. Como entomóloga —que ha tratado con colonias de insectos en laboratorio— sé de primera mano el trabajo que supone. Es decir, manipularlos requiere una atención y un trato especiales. Esto incluye regular la temperatura y la humedad y mantener un alto nivel de higiene, ya que son muy susceptibles a las infecciones microbianas y bacterianas. De momento, no existe regulación al respecto. Por ello, se debe establecer una nueva legislación para garantizar que los empresarios que decidan aventurarse en la cría de insectos mantengan unos estándares adecuados de higiene y alimentación.

Pero dado que numerosos desafíos —como las sequías relacionadas con el cambio climático— continúan agravando los problemas relacionados con la seguridad alimentaria, los insectos ofrecen una oportunidad para innovar.

Esther Ndumi Ngumbi es investigadora posdoctoral en el departamento de entomología de la universidad de Illinois (EE UU). Artículo procedente de The Conversation.

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The Conversation

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