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Johanné Gómez Terrero, directora dominicana: “Las voces de las personas esclavizadas no existen en nuestros archivos”

La cineasta presenta en España su largometraje ‘Sugar Island’, con el que reivindica la fuerza laboral migrante, la maternidad y la racialidad

Johanné Gómez Terrero directora de 'Sugar Island'

Un tren que lleva el cargamento de caña de azúcar. Esa era la imagen que la directora Johanné Gómez Terrero (República Dominicana, 40 años) tenía de su infancia en San Pedro Macorís, al este del país, y quería plasmar en un documental. Pero esa imagen solo podía grabarla desde un batey (un asentamiento de jornaleros alrededor del cultivo de caña) y los dueños le denegaron el permiso. Esta negativa fue, sin embargo, un impulso para un nuevo proyecto, Sugar Island, un largometraje de ficción que retrata la vida de Makenya, una joven dominico-haitiana de 16 años obligada a crecer anticipadamente por un embarazo no deseado, en un país donde el aborto está prohibido y donde le son negadas algunas oportunidades de trabajo. Esa joven vive en un batey en el que su abuelo —uno de los miles de haitianos contratados en los años noventa por el Gobierno para la industria azucarera dominicana— lucha por las pensiones de estos jornaleros, mientras la mecanización de los cañaverales amenaza a su familia con ser desplazada.

La coproducción hispano-dominicana (Tinglado Films- Güasábara Cine) ha sido recientemente presentada en España en una gira por Málaga, Madrid, Barcelona, Valladolid y Tenerife. Según explica Gómez Terrero en una entrevista con EL PAÍS previa a la proyección en Casa de América en Madrid, la película es como un río que se va nutriendo de “muchos afluentes”, como la decolonialidad, el género, la maternidad, el linaje e identidad y la espiritualidad.

Pregunta. Ha hecho otros documentales y esta es su primera ficción, ¿cómo fue el proceso de pasar de la no ficción a la ficción?

Respuesta. Esta película devino en una ficción por los obstáculos que se presentaron para el documental. Durante tres años buscamos vías para entrar a un batey. Accedí para investigar, pero para el rodaje no pudimos, y utilicé esa investigación para escribir. Comencé a trabajar con un concepto que es la fabulación crítica [método por el cual un escritor da voz a una persona olvidada por la historia y combina datos históricos y ficción]. Yo cuestiono: mis ancestros no están en los archivos. ¿Quién tiene acceso al archivo? ¿Quiénes pasan a la historia? Nos toca hacer una especie de fabulación crítica para llenar esos huecos. Yo creo que eso también lo hice con esta película, como decir: ‘Yo puedo fabular, no tengo que necesariamente trabajar con lo concreto’. Por ejemplo, las voces de las personas esclavizadas, no existen en nuestros archivos. Cuando en la película se lee un documento de compra y venta de una persona esclavizada, la voz que está ahí es del amo. Entonces, esa persona ¿dónde está? ¿Esa persona no tiene voz?

Es una película compleja para tener conversaciones en Dominicana ahora, pero al mismo tiempo, yo creo que hay que hablarlo porque hay un ejercicio de violencia

P. La historia de Makenya está atravesada por el género, la edad, un embarazo no deseado, la periferia y la descendencia haitiana, ¿cómo entrelaza todo eso?

R. No somos seres aislados y quería pensar en ella a partir de un concepto de Ochy Curiel [antropóloga y filósofa afrodominicana] que es la imbricación o la interseccionalidad. Yo quería trabajar todas esas capas. Si trabajo el embarazo en adolescentes, no es lo mismo que una chica que vive en el centro de la ciudad y que es clase media tenga un embarazo no deseado, a una chica que vive en la periferia y que no tiene documentos.

P. Paralelamente a la vida de Makenya, la película pone de relieve a los trabajadores de la caña, como su abuelo. ¿Por qué era importante para usted retratar la vida de los campesinos?

R. Yo creo que los campesinos y los que tienen contacto directo con la tierra sostienen la vida de todas y todos. En los batey, cuando hubo el proceso de privatización, muchos trabajadores cañeros quedaron sin pensión después de haber dedicado gran parte de su vida al trabajo de la caña. Hablar del batey y de la caña y omitir eso habría sido una omisión muy grande. Es un tema presente. La unión de trabajadores cañeros existe y todavía demanda las pensiones, es un problema mucho más grande que la película. Para mí era importante hacerme cargo o mirar todo lo que tenía que mirar. No se puede ser artista y no ser testigo.

P. ¿Por qué contar la historia de una joven que tiene un embarazo no deseado en un país donde el aborto está penalizado en su totalidad?

R. Yo lo vi como un impulso, sentía que era un tema urgente. Mi sobrina estuvo embarazada cuando tenía 13 años. Ella estaba muy asustada y su vida cambió drásticamente porque no pudo seguir estudiando en el colegio que estaba. Había un peso social sobre ella, como si ella tuviera la culpa. Me di cuenta de que no era un caso aislado y que era más común de lo que pensaba. También me hizo darme cuenta de que la pobreza se hereda y hay dinámicas familiares que se heredan. Porque mi mamá tuvo a mi hermana siendo menor de edad, mi abuela tuvo a mi mamá siendo menor de edad. Yo había escapado un poco de esa circularidad, pero vi ahí una herencia y un bucle del que no se podía salir.

Fotograma del largometraje 'Sugar Island' de Johanné Gómez Terrero.

P. En República Dominicana, desde 2013, el Tribunal Constitucional revocó la nacionalidad de tres generaciones de dominicanos con origen haitiano. En la película aborda la situación de estas personas nacidas en el país, pero que no tienen una cédula de identidad. ¿Cree que la película cobra actualidad en estos momentos en que la extrema derecha y el discurso antimigrante está ganando terreno?

R. Es actualísima porque la desnacionalización está ahí. La lucha de los trabajadores cañeros está ahí. Me gustaría decir que la película se desactualizó, pero cada vez es más actual. Tenemos un muro, hay un corte en la comunicación con Haití, hay deportaciones masivas… Es una película compleja para tener conversaciones en República Dominicana ahora, pero al mismo tiempo, yo creo que hay que hablarlo porque hay un ejercicio de violencia. Hay que entender que la violencia tiene muchas manifestaciones, y una de las tantas, es decirle a alguien que nació en un territorio que está cometiendo un delito por caminar esa tierra donde nació.

P. Amnistía Internacional ha denunciado un aumento en las amenazas contra defensores de los derechos de personas migrantes haitianas, dominicanas de ascendencia haitiana en situación de apatridia y afrodescendientes. En este contexto, ¿cuál es el punto de encuentro entre el cine y el activismo?

R. Lo que estos días y meses con la película he comprobado es que, por lo menos, podemos generar conversaciones. Creo que el cine permite hacer que la gente mire temas que tal vez no está mirando. Hay muchas normas, leyes o límites que se van imponiendo sobre nuestros cuerpos. Quisiera pensar desde el lugar de la esperanza, de la comunidad, de ternura radical. Hay un mundo muy convulso de mucha violencia, a muchas escalas, y yo solo quiero pensar que sí, que hay una vía de escape.

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