“La pobreza infantil en España nos lleva a desaprovechar talento”
El alto comisionado del Gobierno, Pau Marí-Klose, aboga por una mejora inmediata de las prestaciones a familias con niños
La pobreza infantil condena. Vivir en una familia que no puede permitirse pagar la luz o comprar material escolar, incluso cuando los dos padres trabajan, aboca a una mayor posibilidad de fracaso en los estudios o mayor índice de obesidad. Pau Marí-Klose (Ibiza, 1972) asumió el cargo de alto comisionado contra la pobreza infantil hace apenas tres semanas, después de que su predecesora, María Luisa Carcedo, fuera nombrada ministra de Sanidad en sustitución de Carmen Montón. Había aterrizado en su equipo como número dos. "Cuando me llamó estaba corrigiendo exámenes", cuenta en su despacho en el palacio de La Moncloa. Pidió entonces una excedencia en la Universidad de Zaragoza y se volcó a coordinar los esfuerzos para hacer frente a un problema ignorado durante años en España. Sin experiencia política, aunque con una amplia trayectoria académica, ha pasado a ser la cara visible de una institución recién estrenada.
Su pequeño equipo no maneja un presupuesto específico. Marí-Klose explica que es un instrumento que trabaja a escala interministerial, vigilante, con el objetivo de romper barreras y superar inercias institucionales. Una de sus primeras propuestas es incrementar la prestación por hijo a cargo, ahora de solo 291 euros anuales. Considera urgente una mejora inmediata de las prestaciones a familias con niños.
Pregunta: En España, uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza. ¿En qué momento se produce la desventaja?
La pobreza infantil deja cicatrices que se proyectan a lo largo de toda la vida
Respuesta: Pobreza en infancia significa no poder hacer ciertas cosas, sobre todo experiencias que capacitan. Estas familias a veces no pueden pagar facturas, les cortan la luz o el agua o incluso sufren un desahucio. Viven en casas pequeñas, con malos cierres, humedades, que predisponen a la enfermedad. En sus barrios no hay instalaciones deportivas. Comen peor, aunque no necesariamente menos: ya no es un problema de desnutrición, sino de malnutrición. Esto los predispone a sufrir obesidad. Van a escuelas con altas concentraciones de alumnos con problemas sociales, lo cual crea climas poco propicios para el aprendizaje. Viven en barrios periféricos, mal conectados con el resto de la ciudad. En muchos de esos hogares se puede producir además deterioro del clima familiar. Las familias monoparentales, con inmigrantes y las numerosas son grupos en los que se registra mucha incidencia, pero la pobreza puede aparecer en todas partes. En números absolutos, la mayoría de niños pobres vive en hogares en los que solo uno de los progenitores trabaja, pero el 7% de los casos se presenta en casas donde los dos trabajan, algo que da muestra de las situaciones de precariedad laboral.
P: ¿Qué consecuencias tiene para los niños?
R: La pobreza deja cicatrices, se proyecta a lo largo de toda la vida. La falta de estímulos en el hogar o la imposibilidad de participar en la escuela infantil abren brechas cognitivas en edades muy tempranas. Cuando llegan al colegio, muchos tienen niveles de competencias cognitivas menores que el resto. A los 15 años, ha repetido el 53% de los estudiantes del tramo de ingresos más bajo, frente al 8% del más alto. Condenamos al fracaso educativo a niños que podrían tener un enorme potencial para la sociedad. La pobreza en la infancia nos lleva a desaprovechar su talento natural. Estos chicos podrían ser adultos productivos, con buenas profesiones, pero muchas veces se convierten en un coste para la sociedad. La mala alimentación y la falta de deporte inciden en la salud.
P: Ha dicho usted en varias ocasiones desde que asumió el cargo que trabaja a largo plazo. ¿Pero qué objetivos se marca para esta legislatura?
R: A corto plazo queremos ayudar a impulsar políticas de refuerzo en el plano educativo o el sanitario. Me gustaría que pudiéramos generalizar las escuelas infantiles a partir de los dos años, que las cuotas que todavía se pagan no fueran un obstáculo. Existe evidencia internacional de que la educación infantil, en especial en el periodo de uno a tres años, beneficia sobre todo a los sectores más pobres. Estamos trabajando también con otros niveles de la administración para identificar buenas prácticas de apoyo a las familias. Y el año que viene intentaremos perfeccionar el programa que ya implementamos este verano para garantizar ocio educativo y alimentación adecuada a los más vulnerables, cuando no hay colegio.
P: ¿Y a largo plazo?
R: Tenemos el objetivo de desplegar completamente el ingreso mínimo vital, que formaba parte del programa electoral. Costaría unos 6.000 millones de euros implementarlo para erradicar la pobreza severa y mejorar otras formas menos intensas. Ahora no hay margen político ni presupuestario para lograrlo, pero apostamos por que las próximas cuentas públicas incluyan una partida, veremos de qué índole, de mejora de las transferencias por hijo a cargo, una de las patas del ingreso mínimo vital. Aspiramos a hacerlo secuencialmente, en varios años. Nos sentimos instados desde el Parlamento, y no solo por nuestro partido, a proseguir en esta dirección. Este objetivo va a superar la legislatura y creo que puede ser asumido por cualquier Gobierno. Queremos que la pobreza infantil se introduzca en la agenda y que no salga de ella mientras seamos un país anómalo en Europa, de la misma forma que se hizo con la violencia de género. Tener un 28% de tasa de riesgo de pobreza o prestaciones por hijo a cargo de 24 euros al mes nos sitúa en un lugar anómalo. Este nivel se da en países mucho más pobres que nosotros, damos ayudas similares a las búlgaras. Nos podemos permitir más.
P: En 2019 aumentarán la prestación por hijo a cargo. ¿En cuánto dinero se traduce?
"Fácil presa de discursos populistas"
La pobreza infantil tiene también consecuencias políticas, según Pau Marí-Klose. “En la medida en que los niños que nacen pobres, viven en situaciones muy precarias, muy vulnerables, desarrollan desafección hacia la sociedad porque sienten que no se ocupa de ellos”, explica el alto comisionado.
“En cierto modo, es un fenómeno que se ha vivido en muchos países, como en las periferias de grandes ciudades francesas o británicas en los últimos años”, prosigue. “Quienes crecen en estas condiciones pueden ser fácilmente presas de discursos populistas, de extrema derecha… que denuncian a unas élites de un sistema político que les resulta totalmente extraño, alejado”.
R: Es un compromiso central del Gobierno. Cuando estás en minoría y negocias, los otros grupos pueden tener distintas prioridades, pero parece que algunos partidos están predispuestos a ir en esta línea. Hemos planteado varias versiones del ingreso mínimo, implantado en tres, cuatro, cinco años. El escenario más ambicioso contempla triplicar la prestación por hijo a cargo en el primer año. Ojalá lo consigamos. De ser así, nos acercaríamos a un gasto de 500 millones de euros para medio millón de beneficiarios, pero las cifras pueden bailar muchísimo. Si después desplegamos enteramente esta prestación, que ahora es de 291 euros anuales, acabaría siendo de 1.800.
P: ¿Cuánto le cuesta a España la pobreza infantil?
R: Es muy difícil calibrar la cantidad total destinada a la infancia, porque está en muchas partidas. España destina el 1,4% del PIB a familia e infancia. Este porcentaje es muy inferior a la media europea, del 2,3%. Hay países que invierten más del 3%, incluso el 4%, como Dinamarca. Este capítulo tiene partidas muy diversas, que van desde guarderías hasta prestaciones por hijo a cargo. La media europea de gasto del PIB en prestaciones monetarias de ayuda directa a familias con niños se sitúa en el 1,6%. En España gastamos el 0,6%, menos de la mitad. Este capítulo requiere mejora inmediata.
P: ¿Y cuánto costaría erradicar el problema?
R: Es muy complicado calcularlo. Somos el tercer país de Europa con más desigualdad. ¿Cómo podemos corregirla? Llevando recursos a las familias más pobres. ¿Y dónde hay una gran bolsa de familias pobres? En las familias con niños. El ingreso mínimo vital tiene la capacidad de corregir el índice de desigualdad hasta llevarlo a la media europea. Obviamente, con esto no solucionamos todos los problemas, hay que intervenir de manera multidimensional.
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