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‘Semillas de Kivu’: las heridas invisibles y la vuelta a la vida de las supervivientes de la violencia sexual en Congo

El recrudecimiento del conflicto ha multiplicado las agresiones y violaciones contra las mujeres. Un documental describe la curación física y psicológica que se lleva a cabo en un hospital, fundado por Denis Mukwege, ginecólogo y Premio Nobel de la Paz

Semillas de Kivu
Fotograma que muestra a una de las protagonistas del documental ‘Semillas de Kivu’, cedida por los directores del cortometraje

Cuando Néstor López y Carlos Valle comenzaron el rodaje de Semillas de Kivu, en Bukavu, en República Democrática del Congo, en 2022, el número de mujeres que llegaban al hospital de Panzi tras haber sufrido agresiones sexuales comenzaba a aumentar de manera alarmante. El conflicto en el país africano, una guerra cíclica que no da tregua desde hace más de 25 años, se reactivaba una vez más y con él las violaciones.

“Se notaba ya el impacto de los enfrentamientos. Había 550 mujeres, no había sitio para todas. Muchas ya dormían en recintos aledaños al hospital, hacinadas en edificios prácticamente en ruinas”, cuenta López en una entrevista con este diario.

Los dos directores españoles, conocidos por trabajos audiovisuales como Ellos, Nacer y Anticlímax, habían comenzado a trabajar en un proyecto cinematográfico en la región congoleña de Kivu en 2017. Primero, quisieron hacer un documental sobre Denis Mukwege, ginecólogo y Premio Nobel de la Paz en 2018, que fundó y dirige este hospital en Bukavu, en Kivu del Sur, en el que se han atendido a decenas de miles de mujeres violadas y agredidas sexualmente desde finales de los años noventa. “Pero después, cuando llegamos y empezamos a ver la realidad, nos dimos cuenta de que Mukwege nos daría el marco y el hilo conductor, pero que las protagonistas tenían que ser ellas, las mujeres, y su empeño de reinserción tras las atrocidades que han sufrido y tras haber tenido hijos fruto de esas violaciones”, explica López, que ha dirigido cinco cortometrajes y producido más de 30, con los que ha obtenido galardones como la Biznaga de Plata en el Festival de Málaga o el Premio al Mejor Corto en New York Shorts.

“Ellas son las que impactan e impresionan. De ahí el título. Ellas son las semillas de esperanza, seres humanos que luchan por salir adelante y por recuperar su lugar en la sociedad”, agrega Valle, director del corto La silla de la vida, y productor de Nacer, nominado al Premio Goya al Mejor Corto de Animación en 2022.

Desde hace dos años, la reanudación de los combates entre el ejército y el grupo armado Movimiento 23 de Marzo (M23), el más importante del centenar de movimientos activos en esta región rica en recursos naturales, sobre todo minerales, ha agravado la crisis humanitaria en el país, una de las más desconocidas del mundo, y ha multiplicado la violencia sexual contra las mujeres. Según datos publicados en agosto por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), los enfrentamientos en el país han provocado el desplazamiento forzado de siete millones de personas, algunas de ellas en varias ocasiones.

En octubre, un informe publicado por Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció el recrudecimiento de las agresiones sexuales contra las mujeres congoleñas. En 2023, la ONG trató a 25.166 mujeres víctimas de violencia sexual en todo el país, es decir, más de dos por hora. Es la cifra más elevada registrada por MSF y supone un incremento de casi el 152% respecto a los años anteriores.

Las heridas invisibles

El hospital de Panzi fue creado para reducir la mortalidad materna en la RDC, pero la primera paciente que recibió en 1999 fue una mujer violada y con lesiones gravísimas en sus genitales, en el sistema urinario y en la parte baja del aparato digestivo. Pronto llegaron muchas más. “Nos dimos cuenta de que estábamos ante una nueva patología: la violación como arma de guerra”, explica Mukwege en el documental. “He tratado a ancianas de ochenta años y la paciente más joven que he recibido tenía seis meses”, recuerda.

Un grupo de desplazados congoleños, principalmente mujeres, hacen fila en el campo de Minova, en Kivu del Sur, en el este del país, el 14 de noviembre de 2024.
Un grupo de desplazados congoleños, principalmente mujeres, hacen fila en el campo de Minova, en Kivu del Sur, en el este del país, el 14 de noviembre de 2024.MOISE KASEREKA (EFE)

En la RDC, los militantes han utilizado desde hace años la violencia contra las mujeres para marcar su territorio, tomar represalias y aplastar cualquier resistencia. “En el este de la RDC, la amenaza de violación a punta de pistola sigue siendo una horrible realidad cotidiana que ensombrece la vida de las mujeres y las niñas, impidiendo sus actividades esenciales de subsistencia y sustento”, señaló el pasado abril la representante especial de la ONU sobre violencia sexual en conflictos, Pramila Patten.

Los directores del cortometraje tienen especialmente grabada una imagen del rodaje. “El momento en que vimos ante nosotros a varias decenas de mujeres conviviendo en un jardín, en el interior del hospital de Panzi. Era como un jardín del Edén, una burbuja donde el mal no entraba. Ese instante me mostró por qué estábamos allí y hace hasta hoy que este viaje haya valido la pena”, explica Valle.

Las protagonistas del documental son esas mujeres cuyo nombre no se cita, finalmente, porque su historia es la de miles de congoleñas que han pasado antes por el hospital de Panzi con el firme deseo de curarse y recuperar su vida. “Tenía 12 años. Oí disparos y los hutus ruandeses entraron en mi casa. Golpearon a mi padre, que murió en el acto por un machetazo. Violaron a mi madre delante de todos nosotros, luego llegó el turno de mi hermana, después el mío”, cuenta una de las víctimas, que con los años ha logrado salir adelante, abrir su propio negocio y querer a sus hijos, fruto de la agresión. Pero las heridas siguen ahí. “La culpa fue mía, por no haberme resistido lo bastante”, afirma, cabizbaja, en el documental.

“¿Qué puede provocar heridas en nuestro interior?”, pregunta en otro momento una psicóloga congoleña a un grupo de mujeres. Sus respuestas y sus silencios llenan la pantalla. “Piensas que la gente te critica y pierdes la paz en el corazón”, “Los pensamientos no te dejan dormir y el corazón empieza a palpitar muy fuerte”, “Te sientes la más fea”, “Buscas comprar lo que sea para tomártelo e irte de este mundo”, “Desde que me violaron intento rehacer mi vida, pero los recuerdos vuelven y no quiero que mi hijo se me acerque y si llora le golpeo”.

En los 29 minutos del documental, no hay apenas imágenes de los quirófanos, donde Mukwege lleva a cabo desde hace años las complejas reconstrucciones físicas de las mujeres agredidas. El ginecólogo, de 69 años, está inmerso actualmente en un proceso de formación de equipos que puedan seguir adelante con su trabajo. “Son imágenes que yo echo en falta, pero eran casos muy graves, fruto de agresiones muy crueles, y era complejo filmar, por una cuestión de respeto y protección de las víctimas”, explica López.

Semillas de Kivu fue estrenado en el festival Seminci de Valladolid y ya ha obtenido varios galardones y nominaciones, como el Premio Abycine-Amnistía Internacional o el segundo premio en el Festival de Cortometrajes contra la Violencia de Género de Jaén. El objetivo, ahora, es estar entre los cinco seleccionados al Goya en la categoría de Mejor cortometraje documental. Por ahora, están entre los 15 prenominados.

“Estamos contentos porque desde el principio hemos tenido apoyos y subvenciones, gracias al potencial que tiene la historia, pese a ser un tema bastante desconocido en España”, concluye Valle.

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