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Drogar a un pulpo para entender el origen del comportamiento social

Los pulpos reaccionan al éxtasis buscando el contacto e interesándose más por sus congéneres, como los humanos

Imagen de un 'Octopus bimaculoides', la especie usada para el experimento.
Imagen de un 'Octopus bimaculoides', la especie usada para el experimento.Thomas Kleindinst

Los pulpos son animales más bien asociales cuando no buscan compañía para procrear. Sin embargo, parece que, como muchos otros seres aparentemente solitarios, tienen la sociabilidad guardada entre sus genes, aunque la administren con racanería. Hoy, en un artículo que se publica en la revista Current Biology, el neurocientífico Gul Dölen y el biólogo Eric Edsinger cuentan cómo sacaron esa parte más oculta de los pulpos dándoles MDMA (éxtasis), una especie de droga del amor de probados efectos prosociales entre humanos.

Los pulpos son unos seres extraños. En palabras del filósofo australiano Peter Godfrey-Smith, son “lo más parecido a una inteligencia extraterrestre que podemos encontrar en la Tierra”. Nuestras líneas evolutivas se separaron hace 500 millones de años, pero estos invertebrados acabaron desarrollando mentes poderosas aunque diferentes a las de los vertebrados. Dölen y Edsinger utilizaron a individuos de la especie Octopus bimaculoides para analizar su respuesta ante una sustancia que provoca sus efectos a través del gen transportador de la serotonina.

Cuando una persona toma MDMA, experimenta un subidón de serotonina, dopamina y oxitocina que produce una necesidad inusual de acercarse e interactuar con los demás. A los pulpos les pasó algo parecido cuando los investigadores echaron la droga en el agua de su acuario. En su estado normal, los animales —que se encontraban en tres cámaras conectadas, una vacía, una con un muñeco y otra con un pulpo— tenían un interés mayor de lo esperado por sus congéneres, en particular por una hembra. Sin embargo, con el éxtasis pasaban más tiempo en la cámara donde se encontraba un pulpo enjaulado y buscaban un contacto físico impropio para esta especie.

Los investigadores habían visto que el mecanismo que permite que el MDMA se pegue a las células, a través de una proteína producida por el gen SLC6A4, está presente en buena parte de las especies animales estudiadas. Ese sería el sistema por el que la serotonina, una hormona presente en los animales desde hace cientos de millones de años, regula los comportamientos sociales. Dölen, de la Universidad Johns Hopkins, y Edsinger, del Laboratorio de Biología Marina Woods Hole, comentan no obstante una curiosidad en su artículo: la pérdida de este gen entre hormigas o abejas, animales con un nivel extremo de sociabilidad, algo que sugiere que se organizan a través de otros neurotransmisores.

Pese a tener genes que hacen que el éxtasis tenga en ellos un efecto parecido al que tiene en humanos y les haga más cariñosos, no todas las capacidades conservadas en el genoma de un animal tienen que expresarse del mismo modo o todo el rato. “Creemos que en los pulpos era ventajoso ser asocial, así que este mecanismo que les permite ser sociables permanece apagado la mayor parte del tiempo y se enciende cuando se aparean”, explica Dölen.

Además de entender mejor el origen del comportamiento social, los investigadores, que han comprobado que las cantidades efectivas de MDMA son similares para pulpos, humanos y roedores, creen que estos animales pueden convertirse también en modelos para probar fármacos experimentales.

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