_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sánchez è mobile qual piuma al vento

Dimitir en España es un progreso, pero dos ministros en cien días no es precisamente un hito honorable

Teodoro León Gross
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa en el Palacio de la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa en el Palacio de la Moncloa.PIERRE-PHILIPPE MARCOU (AFP)

En esta semana horribilis de Pedro Sánchez –aunque aún sea pronto para que suponga un antes y un después, como le sucedió a Her Majesty– la consistencia del presidente sale malparada. Y no se debe tanto a los 84 escaños, algo previsible e incluso lógico, como a sus propios errores. Las rectificaciones y bandazos siguen erosionando su imagen. Y a esas autoenmiendas constantes se suma un Gobierno decididamente descoordinado. El presidente escogió un gabinete largo de diecisiete carteras, y eso requiere un liderazgo de coordinación con mano de hierro estilo Richelieu. Poner ahí a Carmen Calvo era una apuesta temeraria. Esa es ya, inevitablemente, una de sus próximas rectificaciones pendientes.

Más información
Montón dimite por las irregularidades de su máster pese al apoyo de Sánchez
100 días para consolidar el Gobierno más improbable

Si Rajoy se desacreditó por desdecirse de casi todo lo dicho para llegar a la Moncloa, Sánchez da media vuelta de tuerca desdiciéndose incluso de lo dicho ya en la Moncloa. Del concurso de RTVE a la defensa de Llarena, del impuesto de la banca a la financiación autonómica, hay materia para un máster presencial de gestión deficiente. Le sucedió con la política migratoria, inaugurada recibiendo al Aquarius como las novias de los guardamarinas al Juan Sebastián Elcano, para acabar tirando de expulsiones en caliente a los calabozos alauitas; y esta semana se ha repetido con el gesto de vetar la venta de bombas a los saudíes, con mucho tachintachán, para acabar bajando al barro a golpe de realpolitik para asegurarse una venta de corbetas. Y todo eso con el sapo atragantado de su apoyo entusiasta a la ministra de Sanidad poco antes de su dimisión. Sí, dimitir en España es un progreso, pero dos ministros en cien días, más la directora general del gol, no es precisamente un hito honorable.

El crédito de Sánchez está sometido a un pulso estresante desde la moción: su equipo pelea por mantener el subidón en las encuestas; y sus rivales por desgastarlo antes de ir a las urnas. No es una carrera contrarreloj pero sí contra el calendario para exprimir sus fortalezas y debilidades. Por eso le han exhumado la tesis mientras él abanderaba la exhumación de Franco. Y la clave no era la tesis –ya bastante escrutada– sino debilitar su autoridad moral. Rivera, con olfato y sin escrúpulos, se ha cobrado doble pieza: desgaste de Sánchez, al que deja bajo sospecha por su cum laude poco meritorio, y de rebote desgaste de Casado, cuyo curriculum apesta. Aunque el presidente resista al Turnitin, no al ruido de la picadora mediática.

Sánchez arrastra un viejo sambenito de veleta. Pasó de presumir del pacto con Ciudadanos a confesar que lo suyo era Podemos; de vender las mieles de la socialdemocracia liberal a sacar la bandera roja; de ejercer de Mr. Noesno a ser el Sr. Síessí con el 155… Esa imagen se ha acentuado en el poder, donde se ha mostrado voluble como la donna mobile de Rigoletto, mudable como pluma al viento cambiando de discurso y de pensamiento... Y los rivales naturalmente se aferran a esa debilidad. La consistencia del presidente, más allá de la caricatura irónica del doctor Sánchez, ha sufrido esta semana otro revés en la carrera corta contra el calendario electoral.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_