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100 días para consolidar el Gobierno más improbable

El entorno de Sánchez cree que logró lo más difícil, mostrar que puede hacer cambios con 84 diputados, y piensa seguir

Carlos E. Cué
Pedro Sánchez en el La Moncloa.
Pedro Sánchez en el La Moncloa.GDG (GTRES)

Pedro Sánchez lleva cuatro años rompiendo todos los pronósticos. Nadie creyó posible que ganara las primarias del PSOE la primera vez, ni la segunda, ni que pudiera recuperarse de su destitución, ni mucho menos llegar a La Moncloa sin siquiera ocupar un escaño en el Congreso. Hace tres meses, la mayoría de las previsiones apuntaban a que a estas alturas, al cumplir los 100 días, el Gobierno de Sánchez estaría devorado en las encuestas por su debilidad parlamentaria, que le obliga a contar siempre con Podemos y los independentistas. Calculaban que se vería forzado a adelantar las elecciones para hacerlas coincidir con las andaluzas.

Una vez más, Sánchez resiste a los pronósticos y acaba de sellar una especie de pacto de legislatura con Pablo Iglesias. De momento, con dificultades, está logrando aprobar casi todo lo que lleva al Parlamento. “Lo más importante es que la batalla de la legitimidad ya está resuelta. Nadie cuestiona que el presidente llegara por una moción de censura. Las encuestas van muy bien. Y al contrario, se está consolidando un espacio de gobernabilidad que demuestra que había una mayoría en el Congreso alternativa al PP y Ciudadanos. Ahora esa mayoría está a pleno ritmo y tiene ganas de cambiar cosas. Se decía que el PSOE no podía gobernar con estos apoyos. Y lo está haciendo, y está consolidando el eje izquierda-derecha. Eso es importante para España pero también para Europa, que mira a España como un lugar donde hay un proyecto europeísta, muy diferente a Italia”, sentencian en el entorno del presidente.

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En La Moncloa están muy satisfechos, pero ni siquiera ellos se animan a negar que está habiendo muchas rectificaciones. Ellos en realidad las llaman “maduración de las decisiones”. Apelan a que es un Gobierno muy atípico, que llegó de un día para otro, sin los habituales meses de traspaso de poderes. Y señalan por eso que “el Gobierno está madurando y los temas van evolucionando”.

No todos lo ven así y el Ejecutivo, que arrancó con mucha fuerza, está empezando a sufrir críticas fuertes por algunos de esos cambios de opinión. La casualidad ha querido que los 100 días coincidieran con algo que todo indica será una nueva marcha atrás, tal vez la más importante. Una minicrisis que lleva al presidente a un grave dilema. Dejar de vender a Arabia Saudí bombas que casi con seguridad serán utilizadas contra la población en Yemen, como quiere la ministra de Defensa y los grupos de derechos humanos, o seguir vendiéndolas y garantizar el contrato de Navantia para construir cinco corbetas para este país —lo que garantiza 6.000 empleos en Cádiz— como reclama la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, y la mayoría de ministros. El Gobierno busca una vía intermedia. Parece difícil.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una imagen del vídeo difundido en Twitter.Foto: atlas | Vídeo: PRESIDENCIA DEL GOBIERNO (EUROPA PRESS)
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Con los 100 días, llega el final de una especie de tregua que se produjo gracias a la enorme ola de entusiasmo que provocó en la izquierda la salida de La Moncloa de Mariano Rajoy después de siete años. Sánchez, admiten en su entorno, se ha visto favorecido por un enorme deseo de cambio en la sociedad frente a un político tradicional amortizado después de los escándalos de corrupción.

Una nueva generación

El presidente ha sabido aprovechar esa renovación que representa su generación política, no solo en su partido. Todos los líderes importantes son ya de su quinta y tienen algunas cosas en común. Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias y Albert Rivera, y también los que perdieron (Eduardo Madina, Soraya Sáenz de Santamaría...) son mediáticos, se mueven cómodos ante la prensa, hablan idiomas —al contrario que Rajoy o José Luis Rodríguez Zapatero—, están interesados en la política internacional y representan a la España moderna nacida en democracia.

Pero, entre ellos, fue Sánchez el que llegó a La Moncloa primero. Y está aprovechando esa plataforma para consolidar su imagen y la de su partido, que ha pasado de estar tercero en las encuestas —incluso cuarto— a volver a la cabeza después de ocho años y con diez puntos de diferencia sobre el segundo, según el CIS.

Rajoy hizo parte del trabajo al encerrarse en La Moncloa y mantener el bloqueo político, lo que generó un gran deseo de cambio, pero Sánchez también se ha movido en estos 100 días. El presidente logró un enorme impacto con la formación de su Gobierno, el Ejecutivo con más mujeres de Europa, por encima de referentes como Suecia, y con un peso político y profesional que sorprendió incluso a sus rivales. Pero tardó una semana en ver que no todo iban a ser aplausos. El récord positivo de mayor presencia femenina dio paso al récord negativo de uno de los ministros más breves de la historia, Màxim Huerta, que dimitió por sus problemas con Hacienda.

Desde ese día, Sánchez y su equipo, con la vicepresidenta Carmen Calvo y su asesor principal, Iván Redondo, como gran estratega, han llenado el espacio con decisiones de gran impacto y poco coste económico, a las que es muy difícil oponerse, como la exhumación de los restos de Franco o la acogida del barco Aquarius, y otras más de fondo para las que han tenido que buscar aliados, como la recuperación de la sanidad universal, la reversión de recortes en educación o los cambios en RTVE. Pero también ha cometido errores y ha tenido que rectificar —muy sonado fue el debate sobre pagar o no el abogado en Bélgica al juez Pablo Llarena—, ha perdido votaciones importantes y ha mostrado la descoordinación de un Gobierno formado a toda velocidad y aún en rodaje.

Sánchez, en cualquier caso, parece muy cómodo en su papel. Cree que cada día es una oportunidad para usar su poder para cambiar cosas importantes y crecer políticamente, inspirándose en la idea del político italiano Giulio Andreotti —“el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene”— y no tiene ninguna intención de adelantar elecciones. Solo si fracasa en los Presupuestos, algo que aún no da por hecho, empezará a pensarlo. Una vez más, la clave pasa por Cataluña. Sánchez está mostrando el enorme margen para hacer política que tiene un presidente en España. Y piensa explotarlo mientras pueda. “Con 84 diputados vamos a sacar muchas más leyes que otros gobiernos con más de 150. ¿Cómo es posible que este presidente con 84 diputados pueda exhumar a Franco cuando otros con mayoría absoluta no pudieron?”, se preguntan en La Moncloa.

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