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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Agenda 2030, más allá de las promesas

La buena voluntad no basta. Para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU se deben abordar una serie de retos nada despreciables y la educación es un pilar fundamental

Bernard Hermant (Unsplash)
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Septiembre es el nuevo enero. Como con el cambio de año, el inicio de curso nos da la oportunidad de hacer balance, de empezar de nuevo y de poner en práctica nuestros buenos propósitos. Esperamos que así sea también en el ámbito político, en el que sin duda han quedado pendientes muchas cuestiones que podríamos calificar con un necesita mejorar. Basta pensar en la enésima víctima de la violencia de género o en los cientos de personas ahogadas en el mismo mar que baña la playa en la que quizá estemos tumbados en este momento, apurando el último coletazo estival. Pero el curso también ha cerrado cargado de promesas de un futuro mejor. Ambos (asignaturas pendientes y propósitos de enmienda) se dieron cita el pasado mes de julio en el marco de un evento de importancia fundamental para nuestra carrera hacia un mundo más justo y próspero para todos. Me refiero a la celebración del Foro Político de Alto Nivel de Naciones Unidas, que tuvo lugar en Nueva York del 9 al 18 de julio.

Este Foro es un mecanismo que anualmente reúne a distintos actores —Gobiernos, sociedad civil y sector privado, entre otros— para dar seguimiento y evaluar el cumplimiento de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y que este año se ha centrado en analizar específicamente aquellos retos relevantes para lograr una transformación hacia sociedades sostenibles y resilientes. Esta edición era especialmente importante también porque, por primera vez desde el establecimiento de la Agenda 2030, España se presentaba a un examen voluntario para exponer ante el resto del mundo sus avances en el cumplimiento de los ODS. A esta cita acudieron, entre otros, el ministro de Exteriores, Josep Borrell, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, y la recién nombrada alta comisionada para la Agenda 2030, Cristina Gallach.

El Alto Comisionado para la Agenda 2030 es una figura de nueva creación que depende directamente de Presidencia, lo cual responde a una histórica demanda de la sociedad civil española y pone de manifiesto la voluntad política del nuevo Gobierno de que la Agenda 2030 sea un verdadero “proyecto de país”. Buenas sensaciones transmite también el documento presentado por España (el Plan de Acción para la implementación de la Agenda 2030) que, lejos de ser complaciente, pone el foco en los retos que debe afrontar España si quiere hacer realidad el lema de esta Agenda 2030 —“no dejar a nadie atrás”— y que tienen que ver fundamentalmente con la lucha contra la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y las violencias; no en vano, de acuerdo con el análisis de la Sustainable Development Solutions Network (SDSN) de la ONU, España ocupa el puesto 25 del mundo en cuanto al grado de cumplimiento de los ODS y su puntuación es un 2% inferior a la media europea.

Si bien la educación no era uno de los ámbitos prioritarios de análisis, a nadie se le escapa su importancia de cara al cumplimiento del conjunto de la Agenda 2030. Desde la Coalición Española de la Campaña Mundial por la Educación (CECME), no nos cansaremos de repetir que una educación inclusiva y de calidad para todas las personas es, además de un derecho humano fundamental de obligado cumplimiento, un mecanismo fundamental para acabar con la pobreza y la exclusión, reducir la desigualdad y construir sociedades más justas y pacíficas.

Nuestros responsables políticos parecen haber tomado nota e incluyen entre sus compromisos “impulsar la educación para el desarrollo sostenible como un pilar fundamental”

Para quien no confíe en que estas palabras sean más que mero discurso, dejamos algunos datos: según la serie de encuestas de 2008-2017 en España, los porcentajes más altos de la tasa de riesgo de pobreza correspondieron a los niveles más bajos de educación primaria o inferior (26,5%) y secundaria de primera etapa (27,1%). Y, en la otra cara de la moneda, las mismas estadísticas revelan que el porcentaje de mujeres en riesgo de pobreza o exclusión social disminuye al aumentar el nivel educativo. Por si esto no bastara, el propio Plan de Acción refleja la estrecha interconexión entre la educación y el cumplimiento de la mayoría de los ODS, en ámbitos como la salud y el bienestar o la lucha contra el cambio climático. Dicho de otra manera: sin una educación inclusiva y de calidad para todas las personas, el desarrollo sostenible es una entelequia.

Nuestros responsables políticos parecen haber tomado nota e incluyen entre sus compromisos “impulsar la educación para el desarrollo sostenible como un pilar fundamental” como una de las medidas transformadoras necesarias para cumplir con la Agenda 2030.

Como ven, la participación española en el Foro Político de Alto Nivel nos ha dado algunos buenos motivos para la esperanza: la manifiesta voluntad del nuevo Gobierno de aprovechar la oportunidad que ofrece la Agenda 2030 para “construir una nueva España” (y un nuevo mundo, añadiría yo), la predisposición de presentarse a este tipo de exámenes internacionales con mayor asiduidad, o la intención de incluir a la sociedad civil el proceso, como se ha puesto de manifiesto en la reunión que la comisión española mantuvo en el marco del Foro con representantes de Futuro en Común, una alianza que aglutina a más de 70 ONG y movimientos, redes y plataformas de la sociedad civil.

No obstante, somos conscientes de que la buena voluntad no basta, y que el cumplimiento de esta retahíla de promesas exige que se aborden una serie de retos nada despreciables. En primer lugar, situarlas en un marco concreto de acciones específicas, delimitadas en el tiempo y respaldadas por los recursos adecuados. En segundo lugar, establecer mecanismos que permitan garantizar la coherencia de políticas imprescindible para dar sentido al conjunto de la Agenda 2030. Y, por último, trabajar para poder contar con datos suficientes y fiables que nos permitan saber de dónde partimos y si las medidas adoptadas están dando sus frutos.

Desde la Campaña Mundial por la Educación (CME) estamos decididos a aportar nuestro granito de arena, máxime teniendo en cuenta que el Foro Político de Alto Nivel de 2019 sí abordará específicamente el ODS 4 relativo a la educación. Desde la posición única que nos confiere ser un movimiento de la sociedad civil presente en prácticamente todo el mundo, confiamos en poder contribuir a este proceso con nuestra visión integral y global del derecho a la educación, y debatiremos sobre la mejor manera de hacerlo durante nuestra próxima Asamblea Mundial, que tendrá lugar en Katmandú el próximo noviembre. El nuevo curso asoma con nuevos retos en el horizonte, pero de momento celebremos que la Agenda 2030 por fin tiene visos de convertirse en una prioridad política real para España y confiemos en que juntos (Gobiernos, sociedad civil, sector privado y ciudadanía) seremos capaces de superar los desafíos que tenemos por delante y aprobar con nota el próximo julio.

Cristina Álvarez es la coordinadora de la Coalición Española de la Campaña Mundial por la Educación (CECME), formada por las ONG Ayuda en Acción, Educo, Entreculturas y Plan International.

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