La carta ganadora de Franco

El presidente Sánchez acierta al impulsar la promesa de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, reiterada en su primera entrevista en Moncloa para TVE. Siempre que un Gobierno actúa para cumplir sus compromisos va por el camino correcto. Precisamente por eso suscita dudas el procedimiento adoptado: el presidente Sánchez se había comprometido a no gobernar con decretos, y ya ha batido una plusmarca. Aplicando la misma lógica, cuando un Gobierno actúa incumpliendo sus compromisos va por el camino incorrecto. ¿Es urgente sacar a Franco por decreto o sería conveniente hacerlo sin hurtar el debate parlamentario ni limitar los derechos de los ciudadanos afectados, en este caso los familiares?

Esa es una cuestión interesante, pero también incómoda, y por eso se ha querido acallar el tema indisimuladamente llevando el debate a una simplificación maniquea: o eres partidario de sacar los restos, y por tanto antifranquista, o no eres partidario, y por tanto sospechoso de franquista. Se trata de un caso notorio de ‘falacia del falso dilema’. El Congreso ya avaló la exhumación sin votos en contra, pero eso no significa que avalase hacerlo de cualquier manera. Claro que la falacia tiene el propósito de tapar esas reservas, incurriendo en la peligrosa idea de que el fin de exhumar a Franco justifica los medios, sin más debate. No parece un estilo precisamente muy democrático.

El Gobierno, al sacar a Franco y hacerlo por la vía rápida, parece claro que busca un golpe de efecto después de sus rectificaciones y renuncias, como no publicar la lista de amnistía fiscal, el impuesto a la banca, la inviolabilidad de la Monarquía, la derogación de la reforma laboral… Ya van varias decepciones para su clientela. De hecho, el PSOE se ha enredado incluso con la inmigración tras el celebrado golpe de efecto del Aquarius. La última devolución masiva en (muy) caliente, sin dar siquiera margen a los abogados con los plazos de la Ley de Extranjería, es incoherente con la retórica exhibida hasta ahora. Y no acaban ahí sus frentes polémicos: el pacto con Podemos sobre la senda de déficit ya incumple la Ley de Estabilidad, y pasa por la controvertida estrategia de neutralizar el Senado, debilitando nuestro débil sistema de check & balances. Sonrojan los argumentos de la portavoz socialista ignorando qué son las Cortes y la soberanía nacional.

La decisión de sacar a Franco, en fin, tiene una lógica política clara para reencontrarse con su electorado y demostrar determinación de actuar más allá de la limitación de 84 escaños. Probablemente en Moncloa y Ferraz sobran razones para creer que su electorado premiará esa decisión anhelada, sin penalizar la polémica del procedimiento. E incluso el Gobierno tiene motivos para confiar en beneficiarse de la tensión en la oposición, donde Ciudadanos parece haber optado por pelear el electorado de derecha al PP antes que ir al campo de batalla del centro. En ese contexto de notoria polarización a la derecha, será más fácil el éxito de la falacia del falso dilema. El Gobierno sabe que esta carta, que les conecta emocionalmente con los suyos, es una carta ganadora.