Una isla tecnológica en el monte misionero
El programa Secundarias Rurales Mediadas por Tecnologías (SRTIC) contribuye a cerrar la brecha digital y educativa en el norte de Argentina
Cada tarde, un enjambre de motos llega a la escuela rural de Santa Ana envuelto en una nube de polvo rojizo. Cuando tienen dinero para gasolina, Yolanda, Darío y Miguel Ángel forman parte de él. Si no, deben buscar a otro compañero motorizado, encontrar a alguien que los lleve en automóvil o resignarse a caminar los kilómetros que separan sus casas de este colegio situado en una zona aislada de Misiones, en el extremo noroeste de Argentina. A veces faltan a clase, pero hacen lo posible por ir: van camino de ser los primeros de sus familias con un título de secundaria. También, en dominar herramientas digitales desconocidas por sus padres. Su escuela es una de las 78 sedes del programa Secundarias rurales mediadas por tecnologías (SRTIC) impulsado por Unicef, una isla de conectividad en medio del monte misionero.
"Al principio no sabíamos ni prender la compu, pero ahora ya somos muy buenos", cuenta Darío Acevedo, uno de los estudiantes que finalizará en 2018 la secundaria gracias a este proyecto innovador. Al igual que la mitad de los menores argentinos, este adolescente de 17 años no tuvo informática en la primaria ni tampoco tiene computadora en su casa. La secundaria ha sido una revelación: a lo largo de cuatro años y medio ha aprendido junto a sus compañeros a usar Internet, una gran variedad de programas informáticos educativos y a grabar audios y vídeos que sirven para su evaluación posterior. Los portátiles se quedan en la escuela, pero los jóvenes ayudan a los adultos a buscar información online y les enseñan cómo usar el teléfono móvil.
"El objetivo es ampliar el acceso a la educación secundaria y cerrar la brecha digital", dice Cora Steinberg, coordinadora de Educación en Unicef. En Argentina hay un abismo entre la educación primaria y la secundaria. La primera es casi universal, pero en el salto a la enseñanza media muchos abandonan. Aunque es obligatoria desde la Ley de Educación Nacional de 2006, solo el 45% de los argentinos completa la educación secundaria, según datos del organismo internacional. La deserción se dispara en zonas rurales como el paraje Fortaleza, donde está la sede de Santa Ana.
Por encima de la media en embarazo adolescente
Otra de las trabas recurrentes para completar el secundario es el embarazo adolescente. Provincias del norte como Formosa, Chaco y Misiones están muy por encima de la media regional argentina. En el grupo de Santa Ana hay dos embarazadas y la tutora hace lo posible para que continúen sus estudios en vez de interrumpirlos, lo más habitual. "Acá ya tuvimos madres. Están con el bebé y lo cuidamos entre todos", asegura la tutora.
Durante décadas, los niños de la zona que querían seguir estudiando después de la primaria tenían que mudarse a alguna población grande en la que hubiese secundaria. La decisión dependía de que sus padres pudieran afrontar el gasto, tuvieran parientes allí que los alojaran y ellos se adaptaran a un entorno que a menudo los discriminaba.
En vez de irse lejos, con el programa SRTIC los estudiantes cursan en el mismo centro educativo donde fueron a primaria, pero en un aula diferenciada. Tienen un tutor y un auxiliar docente indígena con ellos. Cada uno de los 19 alumnos de Santa Ana se descarga en su computadora las clases que preparan el equipo docente en Posadas, a 60 kilómetros de allí. La distancia puede parecer pequeña, pero el costo de movilizarse hasta allí hace inviable que los profesores viajen a diario. La tutora, Milva Burtnik, se encarga de explicar los contenidos, dinamizar el trabajo en grupo y ayudar a los alumnos en los problemas cotidianos que aparecen.
Uno de los obstáculos es el trabajo infantil. "Todos nuestros alumnos trabajan y tenemos que ser flexibles. Por ahí faltan dos o tres días por trabajo y te avisan. Otras solo pueden venir dos o tres veces por semana, pero intentamos que no dejen. Va Marcelo a su casa, voy yo y les preguntamos: ¿qué pasa?, no dejés", cuenta Burtnik. "La primera vez lo dejé para trabajar, pero regresé. En 2016 lo iba a dejar de nuevo pero no me dejaron y ahora quiero terminar", dice Miguel Ángel Srer, de 20 años, quien sueña con ser médico.
Yolanda Tiribé, de 21 años, trabaja por las mañanas en un comercio, va a clase por la tarde y al salir ayuda a limpiar la casa, preparar la cena y cuidar de sus hermanos pequeños. Está en el último año de secundario y será la primera de sus diez hermanos en tener el título, con el que le gustaría estudiar Criminología. "Mis padres están muy felices y orgullosos. Quieren que estudie una carrera, pero que termine pronto", comenta con una gran sonrisa. Por la presión familiar, baraja entrar en la Marina en vez de continuar con la educación terciaria.
Unicef ha puesto en marcha 78 sedes SRTIC a las que asisten 1.400 alumnos en el norte de Argentina, la región más pobre del país. En Misiones, donde el proyecto está por su quinto año, goza de una gran aceptación, pero sus inicios no fueron fáciles, recuerda Burtnik. Entre las familias más reticentes estaban las integrantes de comunidades Mbayá-guaraní. La tutora y el auxiliar docente indígena, Marcelo Duarte, viajaron hasta las comunidades con las computadoras para mostrar en qué consistía el proyecto, dar un par de clases allí e intentar convencer a los padres más reacios. Animados por la integración de sus hijos con los demás alumnos y por las habilidades tecnológicas que desarrollan, el número de estudiantes crece año a año.
El punto de partida tampoco fue fácil para el equipo docente, que tuvo que formarse en enseñanza a distancia. "Antes de armar la clase tenemos que anticiparnos a qué podría llegar a pasar, qué tenemos que decir en el vídeo para que ellos puedan comprender lo máximo", dice Fabiana Scherer, profesora de Matemáticas. Si la tutora no puede responder las dudas de los alumnos, escribe a los docentes y más tarde transmite a los estudiantes su respuesta.
A los alumnos de las SRTIC les falta esa interacción inmediata, pero a cambio adquieren un conocimiento de las nuevas tecnologías superior al de muchos de sus compañeros en Posadas, según Luisa Fester, profesora de Geografía. "Les va a ayudar muchísimo mañana", vaticina. Los alumnos también confían en que les abra las puertas a un futuro mejor.
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