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Homenaje al rohingya defensor de los derechos humanos y otros héroes modernos

Kyaw Hla Aung gana el Premio Aurora 2018, el galardón que reconoce la labor de personas cuyas acciones han tenido repercusiones excepcionales en la vida de los demás

El ganador (izquierda) y dos finalistas de los Premios Aurora 2018.
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La mañana del 10 de junio, el abogado y activista rohingya Kyaw Hla Aung fue proclamado Premio Aurora 2018. Aung recibió el reconocimiento a una vida dedicada a luchar a favor de la igualdad, la educación y los derechos humanos del pueblo rohingya de Myanmar, y fue gratificado con los 1,1 millones de dólares del premio en una ceremonia celebrada en Armenia, al amanecer.

El Premio Aurora, que este año celebra su tercera edición, es un galardón creado para reconocer a personas cuyas acciones han tenido repercusiones excepcionales en la vida de los demás, y que han impulsado las causas humanitarias a pesar de todas las dificultades y, con frecuencia, de las peligrosas circunstancias. El premio, que toma su nombre de Aurora Mardiganian, una de las supervivientes del genocidio armenio, se instituyó en nombre de los que sobrevivieron a la matanza y en agradecimiento a sus salvadores. Cada año, el ganador recibe una gratificación de 100.000 dólares, además de un millón para repartir entre distintas organizaciones relacionadas con su labor.

Aung ‒uno de los 750 nominados propuestos por 115 países‒ declaró que emplearía el dinero en mejorar la educación y la atención sanitaria para los musulmanes rohingya de Sittwe, la capital del estado birmano de Rakáin, en el que la comunidad musulmana es víctima de la violencia y la discriminación.

La tensión entre los budistas y los musulmanes de Myanmar se remonta décadas atrás. En 1982, la junta militar despojó a los rohingya de su nacionalidad y desde entonces el Gobierno de aquel país ha llevado a cabo una campaña de acoso y persecución violenta contra esta minoría. La última, y tal vez más extrema, oleada de violencia estalló en 2012 a raíz de la violación de una mujer budista perpetrada supuestamente por musulmanes. El trágico incidente desencadenó ataques en masa ‒equivalentes a una limpieza étnica ‒ contra los rohingya y provocó el desplazamiento de casi 700.000 personas a campos de refugiados en Bangladés.

Aung aseguró que emplearía el millón de dólares del galardón en mejorar la educación y la atención sanitaria para los musulmanes rohingya de Sittwe

"Tras la violencia antimusulmana de 2012, ha aumentado la represión contra los musulmanes de Sittwe", denuncia Aung. "No puedo trabajar públicamente, ni viajar libremente, ni hablar abiertamente. Las autoridades no escuchan mi voz y el Gobierno no se interesa por nuestro sufrimiento".

No obstante, Aung empezó a luchar por los derechos de los rohingya mucho antes de la última crisis, una batalla que lo llevó a la cárcel docenas de veces a lo largo de 12 años. Su primera detención se produjo cuando el Gobierno intentó confiscar las tierras de los rohingya y Aung protestó presentando una reclamación legal. A pesar del acoso y de las amenazas a su vida, el activista sigue trabajando con determinación para mejorar la sanidad y la educación para su comunidad.

Vartan Gregorian, cofundador del Premio Aurora y miembro del comité de selección, elogió al premiado con estas palabras: "Aung lleva a cabo una labor formidable con grave riesgo de su vida. Es un ejemplo de la profunda influencia que puede tener una persona a la hora de infundir ánimo a otros y ayudarles a transformar sus vidas". Por su parte, Samantha Power, exembajadora de Estados Unidos ante la ONU, y también del comité de selección, declaró que los rohingya han sido "asesinados, violados y deportados de su país sistemáticamente", y que la diplomacia y la presión de la comunidad internacional sobre el Gobierno de Birmania son necesarias para poner fin a la crisis.

Durante los actos del fin de semana en Ereván también se rindió homenaje a los otros dos nominados al premio, un franciscano que trabaja con emigrantes en México y una activista india que rescata y recupera a supervivientes del tráfico sexual.

El padre Tomás González Castillo, fundador del refugio La 72 en México para albergar a migrantes de Centroamérica, es uno de los finalistas

El padre Tomás González Castillo trabaja sin descanso para proporcionar refugio, atención psicológica y asistencia legal a los emigrantes de Centroamérica durante su terrible viaje a través de México en dirección a Estados Unidos. Castillo empezó su labor tras llegar al sudeste de México en 1995, pero hasta 2011 no fundó La 72 impulsado por una abominable tragedia. La organización, que toma su nombre de la brutal masacre de 72 emigrantes secuestrados, torturados y asesinados por criminales cuando se dirigían a México en busca de una vida mejor para ellos y sus familias, es un espacio de refugio y protección que actualmente acoge a 14.000 personas al año.

La tragedia animó a Castillo a enfrentarse a la problemática general que rodea a la emigración, a defender los derechos de los grupos indefensos y a combatir el crimen organizado y el tráfico de personas. "Países como Honduras y El Salvador tienen problemas con el crimen organizado y la extorsión; por eso la gente huye. Intentamos proporcionarles asistencia legal para que puedan quedarse en México", explica.

Debido a las cambiantes circunstancias en Centroamérica, Castillo, que en un principio trabajaba sobre todo con jóvenes emigrantes camino de Estados Unidos en busca de trabajo, acoge ahora en La 72 a diversos grupos de personas, desde víctimas de la violencia de género hasta familias enteras que huyen de los ataques de la bandas. Asimismo, abre sus puertas a los rechazados por otras instituciones religiosas, como los miembros de la comunidad LGBTI, que se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad tanto en sus países de origen como durante su emigración. "Mucha gente no puede revelar su identidad sexual. Las mujeres transexuales, por ejemplo, se exponen a que las violen, y los homosexuales sufren una discriminación total. Las personas LGBTI son de las más indefensas", afirma, y añade que "ninguna religión ni ninguna fe debería rechazar a ningún ser humano, jamás, especialmente si sufre violencia y discriminación".

También ha sido reconocida la labor de Sunitha Krishnan. La activista india y fundadora de la organización contra el tráfico de personas Prajwala dedica su vida a rescatar y recuperar a las víctimas del tráfico sexual y la prostitución forzosa, al tiempo que presiona a los Gobiernos locales para que garanticen que las mujeres reciben indemnizaciones, nacionalidad y acceso al empleo. "Cuando puse en marcha Prajwala, quería crear una comunidad segura para las supervivientes del tráfico sexual", explica. "Queremos que todas las mujeres y todos los niños que salen de Prajwala lo hagan teniendo conciencia de su propio poder, de su dignidad y de su identidad".

Gran parte de su motivación para trabajar infatigablemente por los derechos de las mujeres víctimas del tráfico y el maltrato proviene de una experiencia personal terrible. A los 15 años, Sunitha fue víctima de una violación en grupo, a raíz de la cual su comunidad, e incluso su propia familia, la rechazaron. "La violación fue terrible, pero lo más difícil fue que mi comunidad me evitase y me tratase como si hubiese sido yo quien hubiese cometido el crimen".

También ha sido reconocida la labor de Sunitha Krishnan, activista india y fundadora de Prajwala, organización que rescata a víctimas del tráfico sexual y la prostitución forzosa

Sunitha, sin embargo, se negó a avergonzarse y a representar el papel de víctima. Por el contrario, decidió aprovechar su propio poder y ayudar a los demás. Empezó por licenciarse en Asistencia Psiquiátrica Social y asesorar a mujeres violadas u obligadas a prostituirse. Creó Prajwala con el fin de rescatar y recuperar a las víctimas del tráfico sexual, y hoy en día esta organización ciudadana se ha convertido en una de las mayores del mundo en el combate contra este tipo de crímenes. Desde su fundación, Sunitha ha rescatado a 18.500 mujeres y niños.

El año pasado, el Aurora se concedió a Tom Catena, un misionero católico estadounidense que trabaja en los montes Nuba de Sudán, asolados por la guerra. El doctor Tom, como se le conoce, es el único cirujano en un radio de muchos kilómetros, y está de guardia cada minuto de su vida diaria tratando toda clase de afecciones, desde la malaria hasta las heridas graves causadas por los frecuentes bombardeos del Gobierno. El año pasado se temía que tendría que cerrar el hospital debido a la falta de fondos, lo cual dejaría a miles de personas sin asistencia médica. El dinero del Premio Aurora tuvo consecuencias importantes para su labor en el centro médico.

"Si este año el hospital puede seguir funcionando es gracias al Premio Aurora. Además, hemos conseguido aumentar los salarios del equipo gracias a la publicidad que obtuvimos", explicó durante los actos de este año. "Realmente es una gran ayuda".

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