El futuro se encoge
El exoplaneta más cercano a la Tierra, Próxima b, recibe de su estrella unas llamaradas que lo hacen incompatible con la vida
Si el Sol sufriera algún tipo de catástrofe, nuestra mirada se dirigiría de inmediato a Próxima b, el planeta extrasolar (o exoplaneta) más próximo a nosotros. De hecho, el descubrimiento de este planeta en 2016, que reveló además que se encuentra en la zona habitable de su estrella (la zona en que puede haber agua líquida), estimuló de inmediato los planes para las primeras misiones interestelares de la historia. Pero el futuro se acaba de encoger. Próxima b está sometido a unas llamaradas de su estrella tan violentas y letales que sus posibilidades de albergar vida se han visto drásticamente reducidas, si no anuladas por completo, como puedes leer en Materia. Son malas noticias, por si nos hiciera falta alguna más.
Una buena pregunta para el Trivial sería ¿cuál es la estrella más próxima a nuestro Sistema Solar? Hace tres siglos, la respuesta correcta habría sido Alfa Centauri, visible con el ojo desnudo desde el hemisferio sur y el lucero más brillante de la constelación del Centauro, una de las figuras más bellas que el cielo nocturno tiene a bien exhibir a la perplejidad humana. Esa respuesta dejó de ser exacta en 1752, cuando el astrónomo francés Nicolas de Lacaille descubrió que Alfa Centauri no era una estrella, sino dos: un sistema binario en que cada astro gira alrededor del otro con un periodo de 80 años terrestres. Y cualquiera de estas dos habría vuelto a ser la respuesta errónea a partir de 1915, cuando Robert Innes descubrió que el sistema no era doble, sino triple, y que era el tercer componente, Próxima Centauri, el que realmente estaba más cerca del Sol.
Las enanas rojas son el tipo de estrella más abundante y longevas del universo
Próxima es una enana roja: las estrellas más pequeñas que viven de quemar hidrógeno por fusión nuclear. Y, como muchas otras enanas rojas, Próxima es una estrella fulgurante, un astro intrínsecamente tenue, pero que ocasionalmente (tal vez cada dos o tres meses) emite una llamarada capaz de freír toda vida en los planetas que orbitan a su alrededor. Estas "superfulguraciones" pueden llegar a multiplicar su brillo por 70, y son mucho más violentas que las que experimenta nuestro Sol en las grandes ocasiones. Esto es lo que acaba de detectarse en Próxima, nuestro vecino estelar más próximo. Y las llamaradas son tales que habrán esterilizado casi cualquier forma de vida imaginable que pudiera habitar su superficie. O, más probablemente, habrán impedido ya de entrada su aparición.
La noticia es doblemente mala, porque las enanas rojas son el tipo de estrella más abundante en el universo. Tres cuartas partes de las estrellas de la Vía Láctea son enanas rojas. La razón es que, al ser pequeñas, consumen su hidrógeno tan lentamente que podrían vivir billones de años, en lugar de los meros 10.000 millones de años que viven las estrellas como nuestro Sol. El universo solo tiene 14.000 millones de años y, viva lo que llegue a vivir, sus últimas estrellas serán con seguridad las enanas rojas. Hasta ayer creíamos que serían nuestro futuro más probable, pero sus superfulguraciones nos han dejado a todos helados. Habrá que pensar alguna otra cosa. Antes de que se apague el Sol.
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