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Las granjas que la reina Letizia visitó en Senegal

A veces, en la tierra está la respuesta. El proyecto Granjas Familiares Naatangué ofrece una alternativa a la emigración a un centenar de emprendedores agrícolas del sur de Senegal

José Naranjo
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En la finca de Aminata Ly, situada en el pueblo de Sibéré Kandé, a las afueras de Kolda, florecen coles, tomates, rábanos, pimientos y cebollas. Nadie podía imaginar que esta senegalesa de 26 años que estudió Empresariales en Marruecos tendría tan buena mano con la tierra. “No hay ningún secreto además del trabajo duro”, asegura con una sonrisa. Su explotación familiar, en la que da trabajo a sus cuatro hermanos, es una de las joyas del proyecto de Granjas Familiares Naatangué puesto en marcha por el Gobierno senegalés y apoyado en las tres regiones de Casamance por la Cooperación Española.

En otra parcela situada a varios cientos de metros, Oumar Sow lo tiene claro. “La tierra no miente”, asegura, “todo lo que metes en ella te lo devuelve con creces”. Como tantos otros, Sow se fue un buen día. No se lo pensó mucho: hizo el petate y se plantó en Benín con la intención de dar el salto a Estados Unidos. Tres meses después, mientras veía pasar una jornada tras otra sentado en una calle de Cotonou sin nada que hacer, decidió regresar. “Me crie en una granja de mi familia, pero estaba obsesionado con emigrar. Al final fue una pérdida de tiempo”, añade mientras observa con orgullo cómo crecen sus primeros frutales.

En Ziguinchor, Gildas Diedhou aún no ha plantado nada. “Prefiero desbrozar el terreno y limpiar todo bien antes de comenzar”, explica. Tiene las manos cuarteadas después de tres meses retirando, solo y sin maquinaria, toda la maleza y árboles de su finca. A sus 30 años, este informático que trabajó como becario en la alcaldía de Ziguinchor se cansó de la ciudad y decidió volver al campo. “Recibí la tierra de una herencia familiar y no sabía muy bien qué hacer, no tenía medios para poner ningún proyecto en marcha”, dice. Hasta que leyó por Internet que se había abierto el plazo para recibir una ayuda. Se presentó, fue admitido y lo dejó todo atrás. “Quiero empezar con moringa y pimientos. Tengo ambiciones”, concluye.

El proyecto consiste en seleccionar propietarios de tierras agrícolas que no dispongan de los recursos necesarios y construirles lo necesario para que comiencen a cultivar

Lo que Gildas Diedhou descubrió en su ordenador fue el proyecto Granjas Familiares Naatangué (prosperidad, en wolof, la lengua nacional). Esta iniciativa fue puesta en marcha por el Gobierno senegalés para tratar de generar desarrollo y combatir así en las zonas rurales el éxodo de sus jóvenes, muchos de ellos deslumbrados por la idea de Europa. El proyecto consiste en seleccionar propietarios de tierras agrícolas que no dispongan de los recursos necesarios y construirles un pozo, un motor para la extracción de agua movido por energía solar que alimenta un sistema de riego por goteo, un depósito de agua en altura, un gallinero, una pequeña casa y un estanque para el cultivo de peces. En 2014, la Cooperación Española decidió sumarse a esta idea que ya está dando sus primeros frutos.

Senegal es un país donde la agricultura es clave, como revela el hecho de que casi el 20% de su PIB procede de este sector. Sin embargo, más allá de las grandes explotaciones de cultivos dependientes de la lluvia como el cacahuete, el algodón o de cereales como el arroz, mijo, sorgo o maíz, destinado sobre todo a la exportación, muchas familias sobreviven en los meses difíciles gracias a las parcelas en donde plantan tomates, pepinos, cebollas, gombo, lechugas o pimientos y se estabulan los pequeños rumiantes, como cabras y corderos. Esas fincas reciben el nombre de tôkkoor en wolof y sobre esta idea pivota el proyecto de Granjas Naatangué, pues la superficie que recibe la subvención debe ser solamente de una hectárea.

FOTOGALERÍA: La agricultura vence a la emigración.
FOTOGALERÍA: La agricultura vence a la emigración.XAUME OLLEROS

Cuando era muy joven, Alimatou Sylla Diop se vio obligada a dejar su Sedhiou natal para ir junto a su marido, un emigrante que se buscaba la vida en Francia. “Desde que pisé Europa tenía en mi cabeza la idea de volver”, asegura y el terreno que le ha cedido su padre lo ha hecho posible. “Los jóvenes se marchan y se ven haciendo los peores trabajos, sin papeles, pasando frío y necesidades, pero aquí se queda la tierra, aquí hay empleo digno”, añade. Bajo uno de los árboles que alivia el calor del mediodía, cinco mujeres comen pan y café. Es la hora del descanso. “Doy trabajo a esta gente, no puedo hacerlo sola”, explica.

La Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (Aecid) aporta la mitad de la inversión total, que es de 18.000 euros por cada granja. El resto lo pagan la Agencia Nacional de Inserción y Desarrollo Agrícola (Anida) de Senegal, que se encarga del 20%, y el propietario de la tierra (30%) que tiene la opción de acudir a un crédito a devolver en cuatro años a un interés del 8% y con la garantía del Estado. El objetivo también pasa por la creación de 700 empleos, sobre todo entre jóvenes y mujeres. “Ya hemos entregado 51 granjas y están previstas otras 54 en los próximos meses”, apunta Milagros Jiménez, encargada de Proyectos de Desarrollo Económico de la Aecid en Senegal.

Los jóvenes se marchan y se ven haciendo los peores trabajos, sin papeles, pasando frío y necesidades, pero aquí se queda la tierra, aquí hay empleo digno

Alimatou Sylla Diop, agricultor

Esta iniciativa tiene su antecedente en el antiguo Plan REVA (Retorno a la Agricultura) diseñado por el expresidente Abdoulaye Wade y apoyado por España en plena crisis de los cayucos. Sin embargo, será el nuevo jefe de Estado Macky Sall quien de un renovado impulso a la agricultura familiar, creando Anida e incluyendo este modelo como programa faro dentro de su Plan Senegal Emergente, la columna vertebral de sus políticas de desarrollo. Con la creación del Fondo Fiduciario de la Unión Europea de lucha contra la inmigración irregular, el proyecto de Granjas Naatangué se va a multiplicar, beneficiando a un total de 275 explotaciones agrícolas familiares y 30 comunitarias.

Pese a que se han constatado algunas disfunciones en la aplicación sobre el terreno del proyecto, como la escasa flexibilidad para adaptarse a la realidad local y de los beneficiarios o que el precio final de la inversión supera lo previsto, lo que ha obligado a recortar en algunas fincas, por ejemplo, eliminando el estanque, lo cierto es que el primer ciclo de granjas ha permitido que la voz se haya ido corriendo y que ahora la demanda sea alta. Para acceder a la ayuda, sin embargo, hay que tener la tierra y acreditar que no se dispone de medios financieros para realizar en ella una inversión en condiciones. Además, se priorizan mujeres y jóvenes, sobre todo si han realizado estudios ligados a la agricultura, que las explotaciones estén ya en marcha y a los emigrantes que cuenten con un proyecto de retorno.

Gracia Diedhou, de 34 años, recibió una sorprendente visita el pasado mes de diciembre. La Reina de España se acercó a conocer su granja, situada en Oukut, cerca de Oussouye. Durante su encuentro con doña Letizia, Diedhou le explicó todo lo que ha podido poner en marcha en su parcela gracias al proyecto Naatangué. Desde el año 2000 está especializada en la producción de papaya y pimienta, pero con la ayuda de Anida y la Cooperación Española ha introducido cebollas y tomates. El riego por goteo ha sido clave para esta diversificación, que se ve reforzada con la introducción de un gallinero del que Diedhou espera empezar a sacar beneficio en breve. “Aquí se pueden ver los resultados de la labor que está haciendo España desde hace muchos años”, aseguró la Reina tras su visita.

Se priorizan mujeres y jóvenes, sobre todo si han realizado estudios ligados a la agricultura, que las explotaciones estén ya en marcha y a los emigrantes con un proyecto de retorno

Étienne Manga, apicultor de 33 años, compró un terreno en 2014 a unos dos kilómetros de su casa y desde entonces está preparando la tierra. Tras eliminar la vegetación salvaje, ahora tiene que hacer frente a tres enormes termiteros. “No es problema, se llenan de agua y luego se echan unos productos químicos y asunto solucionado”, asegura. En cuanto ponga la finca en producción tiene previsto trasladarse con su mujer y su hijo. Así podrá estar cerca de sus frutales, del gallinero que prevé ampliar y de los 117 panales que ya tiene instalados en los alrededores. “Tienen que estar en el bosque porque nuestra especie de abejas es muy agresiva. No es seguro que estén cerca de la población”, asegura.

“Una hectárea es tan solo un primer paso”, comenta Mame Morr, técnico de Anida que coordina el proyecto en toda Casamance, “tratamos de inculcarles un espíritu emprendedor y que tengan a su alcance una variedad de actividades complementaria gracias a la diversidad de cultivos, la cría de ganado, la avicultura e incluso la piscicultura”. Amadou Sadiou Diallo, de 35 años, casado y con tres hijos, y el hermoso maizal que ilumina su parcela cerca de Ziguinchor son buena prueba de esa ambición. “Estoy probando con esta variedad a ver si se da bien. Antes nos matábamos sacando el agua del pozo, acababas destrozado. Ahora, con el motor movido por energía solar, el cuerpo ya no duele”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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