Cada vez más gente camino de morir de hambre
Ya hay 124 millones de personas en 51 países en situación de crisis o emergencia alimentaria
De cada 100 habitantes del planeta, al menos 11 no comen lo suficiente para una vida sana y plena: pasan hambre. Pero es que, de esos 815 millones de hambrientos, 124 millones sufren estados altos o muy altos de malnutrición o se ven obligados a hipotecar, gastar o malvender sus medios de vida (animales, cultivos…) para llegar a comer algo. Es decir, hay 124 millones de personas en 51 países en lo que se llama “inseguridad alimentaria” grave, o de emergencia: 124 millones de personas (casi tres veces la población de España) que se acercan peligrosamente a una situación en la que se generalicen las muertes por inanición. A la hambruna.
El año pasado, el informe de 2016 sobre crisis alimentarias globales publicado por distintas organizaciones internacionales arrojaba unos números casi tan alarmantes: 108 millones de personas en 48 países se encontraban en situaciones límite de falta de comida. Y, pese a que la reacción internacional permitió mitigar los brotes de hambruna en Sudán del Sur, la realidad mundial ha ido a peor, según el estudio de 2017 que se ha presentado este jueves en Roma. “Con estos datos, ¿podremos seguir contentos en nuestra zona de confort solo porque conseguimos evitar la palabra fatal?”, se pregunta con irónica amargura Dominique Burgeon, director de Emergencias de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura).
Uno de los casos más sangrantes sigue siendo el de Yemen, donde la guerra ha dejado a 17 millones de personas (casi dos de cada tres yemeníes) sin apenas posibilidades de asegurarse la comida diaria. Por si fuera poco, el informe prevé que la situación empeore a lo largo de este año, dadas las dificultades de asistencia humanitaria, el gran número de personas que han perdido sus hogares y medios de vida y el colapso de la economía.
Yemen, junto a Sudán del Sur, el norte de Nigeria y Somalia fue protagonista de las situaciones más críticas el año pasado, siempre al borde del abismo. Y los cuatro, pese a la ayuda de emergencia recibida, siguen ahí. También continúan otros que ocupan menos espacio en los medios pero afrontan realidades gravísimas, como Afganistán o República Democrática del Congo.
De hecho, todos los países que estaban bajo alerta en la anterior edición repiten, salvo Costa de Marfil y Corea del Norte. Y no porque se haya aliviado la inseguridad alimentaria, sino porque los autores no han conseguido datos suficientes. De hecho, Corea del Norte forma, junto a Eritrea y Venezuela, el trío de países sin estadísticas fiables que más preocupan.
En esta terrible lista entran, por distintos motivos, El Salvador, Pakistán, Palestina, Sri Lanka y Ucrania (el único europeo). Este último, por el conflicto. Que sigue siendo el principal causante de estas crisis. 18 de los 51 países y 74 de los 125 millones de personas en riesgo de caer en la hambruna viven en países azotados por los enfrentamientos y la inseguridad. “Si no se restaura la paz y se hacen inversiones a largo plazo para restablecer los medios de vida, la situación seguirá siendo volátil y pondrá en peligro a millones de personas”, reza el documento.
“La lucha debe acabar ya y el mundo debe juntarse para acabar con estas crisis”, sostiene David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, el encargado de llevar comida a las situaciones de emergencia. Naciones Unidas insiste cada vez más en ese vínculo entre violencia y hambre extrema. Pero el estudio también señala la influencia de otros factores, como el cambio climático —especialmente las sequías— o los vaivenes bruscos en los precios de los alimentos. Además de en los mencionados Yemen, Sudán del Sur o Nigeria, el año pasado los productos básicos alcanzaron precios récord en países como Níger, Etiopía, Kenia o Uganda, y valores anormalmente altos en Bangladés, Burundi o Sri Lanka.
Para los hogares pobres de esos países, que gastan dos tercios de lo que ingresan en comer, estas subidas son prácticamente una condena a no comer. El estudio las achaca a los propios conflictos y sequías, además de a la inflación en la importación de alimentos, un auge en el precio de los transportes internacionales y un aumento de la cantidad de comida importada en los países que no producen lo suficiente.
Reactivar la producción
“Informes como este nos dan información vital para entender mejor el reto. Ahora nos toca a nosotros decidir si tomamos medidas para cubrir las necesidades de aquellos que se enfrentan cada día al hambre y para atacar sus causas originales”, ha dicho Antonio Guterres, secretario general de la ONU.
Pero informes como este se repiten anualmente, y sin embargo el número de afectados por la inseguridad alimentaria grave ha crecido en 11 millones. “Es un documento neutral, apolítico. Con él decimos a los Gobiernos dónde están los problemas más graves de hambre en el mundo y dónde pueden invertir para solucionarlos. Otra cosa es lo que después diga y haga cada uno en su Parlamento”, apunta Burgeon.
“No podemos pensar que en un país en guerra se para todo. Además de llevar alimento, hay que ayudar a que la gente siga produciendo comida”
La situación de esos 124 millones de personas obliga a llevar alimentos con urgencia, pero el experto de la FAO insiste en la necesidad de pensar al mismo tiempo, —“desde el primer momento”— en el medio y largo plazo (reconstruir agricultura y ganadería, reabrir los mercados, restablecer los sistemas alimentarios). “No podemos pensar que en un país en guerra se para todo. Además de llevar alimento, hay que ayudar a que la gente siga produciendo comida”, defiende. Aun en lugares devastados y bajo bloque como Yemen, Burgeon apunta que todavía pueden comprar en el propio país parte de las semillas y útiles que reparten después entre los agricultores locales.
La clave para tener buenas noticias el año que viene, insiste, es anticiparse y actuar cuando la situación empieza a deteriorarse, y no cuando la crisis ya ha estallado. Como ocurre ahora con la sequía en algunos lugares del Sahel. “Debemos actuar ante las amenazas, no solo ante los desastres consumados”.
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