Prepararse para la sequía que empuja a marcharse
Un informe reúne los datos sobre la relación entre aumento de las temperaturas, la falta de agua y las migraciones, y llama a anticiparse a estas últimas
En tiempos de cambio climático, sequías y tormentas más frecuentes (y más extremas), son muchas las voces que se alzan para advertir de las consecuencias que la falta de agua (o el exceso de ella) puede tener en las migraciones a lo largo y ancho del mundo. Pero, ¿qué dice la ciencia de la relación entre ambas? Entre otras cosas, que entre el aumento de las temperaturas o la falta de agua en una región y la emigración de sus habitantes hay margen de tiempo suficiente para anticiparse y evitar marchas forzadas y descontroladas.
La FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), la Asociación Mundial para el Agua y la Universidad de Oregón (Estados Unidos) han publicado este lunes, con motivo del Foro Mundial del Agua que se celebra estos días en Brasilia (Brasil), un "estudio de estudios". En él recogen las evidencias disponibles sobre cómo la disponibilidad de agua —en el mundo, dos de cada tres personas sufren ya una grave escasez al menos durante una parte del año— empuja a las personas a moverse.
Esa falta de líquido, advierte el informe, puede tornar inviables algunos estilos de vida. Ya hay quien advierte del riesgo que corren modos como el pastoreo en zonas de Etiopía y Somalia donde la sequía no da tregua. Sobre todo si esa escasez llega combinada con altas temperaturas.
Según un estudio realizado en 163 países, cada 100 horas adicionales a más de 30 grados durante la temporada de cultivo, la migración aumenta al menos un 5%
Porque, según el estudio, la exposición a temperaturas altas es incluso un mejor predictor de la emigración que la ausencia de lluvias o las inundaciones. Hay informes que lo demuestran en Pakistán, Filipinas, México o África Occidental. Entre las razones, los autores señalan que ese calor extremo aumenta la evaporación y reduce la presencia de agua en los suelos, afectando a la producción agrícola de la que vive una inmensa mayoría de los pobres rurales del mundo. Y citan un trabajo de 2016 realizado en 163 países eminentemente agrícolas, según el cual, cada 100 horas adicionales a más de 30 grados centígrados durante la temporada de cultivo hacen crecer la migración al menos un 5%.
El documento presentado este lunes también concluye que, por lo general —y de nuevo contra la creencia general— los migrantes no suelen causar conflictos en la lucha por los recursos naturales. Aunque sí pueden provocar estrés hídrico al afectar a los sistemas de distribución de agua en los lugares a los que llegan. En concreto, este problema atañe sobre todo a los desplazados por conflictos o por problemas medioambientales que se instalan de forma temporal o informal y, con ello, empiezan a consumir agua de forma intensa o negativa para los ciclos hidrológicos locales.
“Es esencial asegurarse de que la interacción entre la escasez de agua y la migración no se convierta en una de agravamiento mutuo”, ha asegurado Olcay Unver, director adjunto de la FAO. La organización defiende que es un deber de la comunidad internacional conseguir que la migración no sea una obligación o una salida forzada por la falta de oportunidades, sino una opción libre.
Con todo, los expertos advierten de que queda mucho por comprender en la relación causal entre falta de agua y migración. Y también de la falta de datos al respecto en lugares con mucho flujo de personas (como el Este de Asia) o en zonas donde se prevé una mayor escasez de agua (como el Sahel), y llaman a llenar esos huecos de información para anticiparse a los acontecimientos.
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