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Merlier, primer líder de la París-Niza tras una cómoda victoria al sprint

El corredor belga se impuso en la llegada masiva, en una jornada en la que el favorito, Jonas Vingegaard no se dejó ver

El belga Tim Merlier celebra su victoria en meta en la primera etapa de la París-Niza.
El belga Tim Merlier celebra su victoria en meta en la primera etapa de la París-Niza.Michel Euler (AP)
Jon Rivas

Se despereza el ciclismo con las carreras que empiezan a darle empaque a la temporada. Todavía son rutas de forro polar y manguitos, porque las temperaturas siguen bajas por el centro de Francia, y en Le-Perray-en-Ivelynes, cerca de París, la ciudad de la que se abastecían de agua los estanques del majestuoso palacio de Versalles, hacía frío por la mañana, aunque suavizara después, pero sin que nunca apareciera el sol sobre el pelotón.

De reojo, desde vías que transcurren paralelas, se escudriñan, en estos primeros días de carrera, los gigantes de la ruta. Corrió y ganó Tadej Pogacar la Strade Bianche, más centrado en pruebas de un día; corre y espera su oportunidad Jonas Vingegaard en la París-Niza por etapas, de domingo a domingo, parte de su plan de preparación. Si al esloveno le distingue su jersey arcoíris, el danés llevará todo el año un casco rojiblanco, una estrategia comercial disfrazada, como todas, por una explicación, a veces más trabajada que su diseño. Esta vez, el casco es, “símbolo de nuestros valores y herencia compartidos”. Al menos, permitirá otear su presencia en los pelotones, como un GPS visual. Será fácil encontrarlos, aunque no juntos, allá donde corran.

Después de otra exuberante demostración de Pogacar en la víspera, su rival de los últimos tiempos se mostró más discreto, como correspondía al lugar y las circunstancias. Unos días antes habló de su temporada anterior, de esa caída cerca de Vitoria que le tuvo, según él, al borde de la muerte: “Los primeros diez segundos no podía respirar. Cuando lo logré, tosía sangre. Me dolía pensar que mi mujer tendría que vivir sin mí”, confesaba. “Fue mucho peor de lo que la mayoría de la gente cree, las lesiones fueron muy graves”. No lo olvida. No se dejó ver Vingegaard más allá de las tomas aéreas, en la primera etapa, una de esas jornadas que los clásicos llaman de transición. No era el lugar ni el momento. De hecho, casi nadie se dejó ver, salvo el belga Tim Merlier, como hace cada vez que una carrera se decide al sprint. El campeón de Europa ganó su quinta prueba de la temporada y ya suma 55 en su palmarés, y es, desde luego, el llegador de moda. No tuvo ningún problema en esperar paciente, si se puede definir así una carrera desbocada a 70 kilómetros por hora, a que sus compañeros le colocaran en buena posición, para después rematar la faena por la izquierda del grupo, y con una insultante superioridad sobre quienes hicieron el amago de disputarle la victoria.

Antes, en el recorrido con salida y meta en el mismo lugar, se habían producido algunas caídas sin consecuencias, una escaramuza en la que participó el ciclista del Caja Rural Samuel Fernández; el ataque del inquieto Alaphillippe en una tachuela a pocos kilómetros del final, y el último intento de un trío de entusiastas que los tiburones del pelotón neutralizaron para mayor gloria de Merlier, primer líder de una París-Niza que tendrá mucha miga, aunque todavía solo se haya comido la corteza.

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Sobre la firma

Jon Rivas
En EL PAÍS desde 2018, estudió Ciencias de la Información en la UPV. Trabajó antes en La Gaceta del Norte, La Tribuna de Marbella, Deia, Gaur Exprés, Diario 16 de Málaga, Claro, El Mundo, durante 26 años, en los que cubrió 17 Tours de Francia, 6 Vueltas a España y 4 Giros de Italia. Ha escrito nueve libros, todos ellos relacionados con el deporte.
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