El ciclismo mundial sigue rodando bajo el signo de Pogacar y Vingegaard
Los mejores corredores de los últimos años comienzan la temporada dominando su primera carrera: en Emiratos el esloveno y en el Algarve el danés
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Como ya se sospechaba, Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard, los rivales del Tour y del ciclismo, han debutado el año ganado. Dos etapas y la general del Tour de Emiratos el esloveno; una etapa y la general de la Volta al Algarve el danés. Por quinto año, el ciclismo mundial sigue rodando bajo el signo de ambos.
Cuando ganó las Seis Horas de Madrid en 1964 a Amalio Hortelano le premiaron con un 600 y en un 600 cargado de bicicletas y botellas de coñac para sobornar a funcionarios en las fronteras se fue hasta Berlín oriental, tras el muro, el enero helador de 1965 para disputar los Seis Días en el velódromo de la capital de Alemania del este. Cuando habla de aquella competición, Hortelano, un talento único de la pista, rodador maltratado en España que subía el puerto de Navacerrada con piñón fijo y un desarrollo de 56/14, solo cita un nombre, el de Eddy Merckx. “Fue su debut con profesionales. Tenía 19 años, y ya era un dios”, recuerda Hortelano. “Y luego hice algunas clásicas belgas la primavera de 1966, y allí estaba Merckx. Era único. Hacía siempre las carreras en cabeza, plantó cara a los siempre delante. Como Pogacar ahora, pero diferente. Merckx no era tan niño”.
Tadej Pogacar, como Merckx, sufre de bulimia, apetito insaciable de victorias, y la afición a veces lo disfruta y a veces pregunta, ¿otra vez? Y él se ríe. “Quiero disfrutar y disfruto”, proclamaba todos los días desde los Emiratos, donde el mejor ciclista del siglo ha disputado, y ganado, su primera carrera del año. Y un foco siempre fijo en él. Protagonista único.
El primer día, el lunes pasado, disputó el sprint después de correr toda la etapa, arropado por sus fieles UAE, en cabeza del pelotón, y un mechón rebelde asomaba por las rendijas del casco; el segundo, plantó cara a los monstruos de los vatios y el corpachón en la contrarreloj de 56 por hora; el tercero, ya levantó los brazos, ganando, solo, en la cima de Jebel Jais, y cambiando su maillot arcoíris por el rojo de líder de la carrera; el cuarto, siempre en cabeza, siempre sin parar, se dio el lujo de organizar varios abanicos entre las dunas de la autopista de Fujaira a Umm al Qaywayn y su mar de manglares, del golfo de Omán al golfo Pérsico. El quinto fue el día de la broma. En el kilómetro 10, después de que su compañero Damen Novak le ayudara en la tarea de orinar, los dos se animaron y atacaron a un pelotón que viajaba letárgico y calmo bajo el calor después de que los de siempre cumplieran el trámite de fugarse. El ataque de Pogacar, de 26 años, y Novak, que rápidamente se unieron a la fuga, les puso de los nervios a los equipos de sprinters, al Lidl del tremendo Jonathan Milan, sobre todos, y entre todos compusieron la etapa en línea más rápida de la historia de la carrera del desierto (más de 48 por hora) hasta que finalmente cayó la fuga, y Pogacar se reía. “Cómo me he divertido”, dijo el ganador de tres Tours. “En la Volta a Catalunya hice lo mismo con Novak, pero nos paramos, nos escondimos, y cuando nos pasaron volvimos por detrás al pelotón. Esta vez quisimos llegar hasta el final. Gracias a nosotros la etapa ha sido más divertida. La hemos terminado en poco más de tres horas en vez de en cuatro. Nos hemos ahorrado casi una hora…”

El sexto día descansó y el séptimo, el domingo, remató con un ataque a ocho kilómetros de la cima de Jebel Hafeet. Los que intentaron pegarse a su rueda, Ciccone y Onley, resistieron 500 metros. Se fue solo. Por detrás, el joven Iván Romeo, contrarrelojista de casi dos metros, pasó su prueba de madurez en la montaña y alegró el espíritu de los aficionados. Ascendió a un puñado de segundos de Pogacar a rueda de su compañero en el Movistar Pablo Castrillo, con Pello Bilbao, del Bahrein, aprovechando tranquilo su rebufo. No le importaba. Era su lucha contra sus límites en la montaña verdadera, 10 kilómetros al 7%. Sufrió el ataque de Bilbao, que no se compadeció de él, y perdió así el tercer puesto en la general que había alcanzado en la contrarreloj espléndido. Demostró que hay algo más que un contrarrelojista. Su desafío de primavera será la París-Roubaix.

Más tranquilo, menos vistoso, Vingegaard, de 28 años, fue igual de eficaz, y más, pues pudo derrotar en su terreno a la armada lusa del UAE, Morgado y Almeida, y su escudero suizo Christen. Sucumbió ante ellos y el viento el segundo día, en la subida a Foia, en Monchique. “Hoy me he vengado de aquello”, resumió, sin embargo, el domingo tras imponerse soberbio en la cronoescalada a Malhao y proclamarse ganador de la carrera de cinco días.
Hasta el 8 de junio, en la Dauphiné, no se producirá el primer duelo directo entre ambos, que esta primavera bifurcan sus calendarios. Vingegaard correrá solo pruebas por etapas en marzo (París-Niza y Volta a Catalunya), mientras que Pogacar se pegará un empacho de clásicas de tamaño canibalesco (por Merckx) que le tendrán ocupado hasta mayo: Strade Bianche, Milán-San Remo, E3, Gante Wevelgem, Tour de Flandes, Amstel, Flecha y Lieja. Y hasta la segunda semana de abril alimentando la duda sobre un posible e improbable debut en la París-Roubaix.
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