Y al tercer día, Tadej Pogacar levantó los brazos
El ogro esloveno se impone en la llegada en alto del Tour de los Emiratos y marca el tono del ciclismo en el primer supermiércoles del año
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El ciclismo vive su primer supermiércoles del 25. Todas las figuras en acción. Vingegaard y Roglic, roto su idilio Jumbo, rivales en el Algarve, uno de avispa Visma, otro, de blanco Red Bull; Enric Mas, en Andalucía; Pogacar en sus Emiratos. Cada uno en su sitio. Todos, lo esperado. Por ahora, no parece que 2025 vaya a ser muy diferente a 2024 en lo que a la jerarquía mundial se refiere.
Pogacar gana al sprint en la montaña de Jebel Jais, en Ras al Jaima, como ya anticipaba (y Romeo y Castrillo, allí cerquita, los españoles que llegan, tercero y cuarto en la general tras mantener en la escalada el nivel de la víspera en la contrarreloj), y ya es líder en el Tour de los Emiratos, como deseaba, aunque le duela no correr de arcoíris.
Vingegaard y Roglic, tranquilos en una etapa llana con un final de pesadilla: en la recta final del sprint, ancha avenida de un kilómetro en Lagos a la salida de una rotonda de esas en las que el Waze se vuelve loco, todo el pelotón que disputa, salvo los rezagados, se equivoca y avanza por la derecha de la calzada. A los 500 metros, cuando las vallas centrales dividen longitudinalmente la recta, los espectadores pegados a las barreras contemplan espantados que los ciclistas llegan a 60 por hora a sus espaldas, ciegos, esprintando y, milagrosamente, evitando todos los obstáculos y peatones. Los rezagados, que como los ingleses, circulaban por la izquierda, atónitos siguen pedaleando, uno delante de todos. Se trata del italiano Filippo Ganna, contrarrelojista y pistard de gran tamaño y mayores grandes victorias, y esprínter frustrado, que, sin querer, logra la victoria. Deportivamente, el italiano se niega a subir al podio a recibir los honores. Los comisarios, inteligentemente si no con justicia, deciden anular el resultado, como si no se hubiere corrido. Si hubieran dado por buena la victoria del piamontés del Ineos habrían debido desclasificar al 90% del pelotón que recorrió casi un kilómetro por fuera del recorrido oficial.
Y en Andalucía, una etapa terrorífica para empezar. Mientras los tres grandes del ciclismo por etapas de la década —Pogacar, Roglic y Vingegaard— no saben correr si no luchan por ganar, Mas, ciclista antiguo que corre a la antigua, sin prisa para llegar, pierde más de siete minutos un día en el que el rubito belga tremendo del Red Bull, Max van Gils, fastidia el festín de los UAE, que están por todas partes, y supera a Sivakov y Wellens en el sprint de Nerja tras una montaña rusa de 164 kilómetros, continuo subibaja por las tierras duras al sur de Sierra Nevada.
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Está tan acostumbrado a ganar Pogacar (25 victorias en 58 días de carrera en 2024. Ganó ocho de las 11 carreras, sin contar etapas, en las que participó, un 87% de éxito, que contradice la sabiduría antigua del ciclismo de que ganar es la excepción), que cuando triunfa con un demarraje ciclónico a 300 metros de la cima, y saca varios metros a los que han subido a rueda el peñasco, comenta: “Uff, por fin he ganado”, dice el ogro esloveno después de su tercer día de competición en 2025: en el primero fue décimo en un sprint de kilos y vatios; en el segundo, tercero en una contrarreloj de molinos eólicos. “Tenía que honrar el jersey de campeón del mundo”. Pogacar es el segundo campeón del mundo que vence de arcoíris una etapa del Tour de los Emiratos después de Alejando Valverde, que en 2019 se impuso en la cima de Jebel Hafeet, la otra gran montaña del territorio, por delante de Roglic.
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