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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Una ciudad que nos pertenezca

Es necesario defender los espacios que protejan a la ciudadanía de un modelo urbano enfocado al turismo que la excluye y precariza

Concentración de opoyo a La Casa Invisible en 2015.
Concentración de opoyo a La Casa Invisible en 2015. Juan Ortiz Ribas

La ciudad es el espacio en el que vive el 80 % de la población española. No es un mero decorado, sino el lugar donde los seres humanos tejemos relaciones productivas y afectivas. Por eso estamos obligados, al menos, a pensar en qué tipo de ciudad queremos vivir. Actualmente, el modelo que se impone en el Estado español apuesta de forma implacable por el turismo. Bajo el mantra de la creación de empleo, todos los esfuerzos se proyectan en atraer a tantos turistas como sea posible. Plataformas como Airbnb, empresarios hosteleros de éxito y personalidades de la 'alta cultura' resultan ser los grandes beneficiarios. Como consecuencia de este turismo masificado, las ciudades se convierten en lugares de puro tránsito, enfocados al divertimento vacacional de las clases medias europeas.

Un buen ejemplo de este fenómeno se encuentra en Málaga. Desde hace algún tiempo, el centro histórico de la ciudad –completamente abandonado hasta hace unos años– ha sido sometido una operación estética, un barnizado que le otorga la apariencia de ciudad moderna con una amplia oferta cultural. Los diagnósticos que se hacen sobre este fenómeno reciben el nombre de gentrificación y turistificación. La población malagueña se ve en la necesidad de abandonar sus casas ante la subida de precios de las viviendas causada por la burbuja de los apartamentos turísticos. En solo un año el número de viviendas con este tipo de uso se ha doblado. Además, este modelo provoca un aumento de bares y terrazas –privatizando el espacio público–, y la desaparición de comercios tradicionales –sustituidos por franquicias de restauración–. Esto también tiene como consecuencia que los puestos de trabajos que se crean estén ligados a la hostelería. Es decir, empleos de baja cualificación, alta precariedad laboral y temporalidad.

Frente a este modelo que genera desigualdad y precariedad son necesarios espacios que promuevan otro tipo de ciudad. Uno de los más significativos es La Casa Invisible, un centro social y cultural, comunitario y autogestionado, ubicado en el mismo centro de la capital malagueña. Además de crear una amplia oferta cultural, es el lugar donde se defiende el derecho a la vivienda. Allí se realizan las asambleas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y acuden a reunirse las vecinas y vecinos del recién nacido Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Málaga, surgido para combatir la burbuja del alquiler turístico, siguiendo la estela de Madrid y Barcelona. En este lugar se dieron encuentro las personas que formaron la Plataforma contra el CIE de Archidona para protestar contra el racismo institucional. También donde se situó el punto de cuidados del centro de la ciudad para la Huelga Feminista del 8 de marzo. La Casa Invisible es un espacio físico, pero va más allá de eso. El edificio en sí y su emplazamiento simbolizan la resistencia a un modelo de ciudad que apenas le pertenece a los ciudadanos y en el que estos y sus necesidades son cada vez más invisibles. Quizá por eso se encuentre en riesgo de desaparecer tras once años de existencia.

Resulta significativo que, en una ciudad que pretender ser referente cultural y museístico, sea una exposición de arte la que haya llevado al Ayuntamiento –dirigido por el Partido Popular con el apoyo de Ciudadanos– a ceder a las presiones de la formación naranja y a incumplir el acuerdo de cesión del inmueble que mantiene con la organización desde 2015. A principios de octubre del año pasado, cuando el conflicto catalán alcanzaba sus cotas más altas de conflictividad, la Casa Invisible albergó una exposición artística titulada 'La Guerra. Tiempos-espacios de conflicto'. Una bandera española con forma de horca hizo saltar el escándalo entre el grupo municipal de Ciudadanos, quienes aprovecharon para proponer la salida a concurso público del edificio. Entre los autores de la obra se encontraba Santiago Sierra, artista recientemente censurado en ARCO por su obra titulada 'Presos políticos'. Así pues, este caso se integra dentro de los ataques a la libertad de expresión que estamos viendo en los últimos tiempos.

Generar debates plurales es un ejercicio democrático al que todos los ciudadanos tenemos derecho. En tiempos de censura y discriminación, es importante mantener espacios inclusivos donde confluyan diversas problemáticas. En definitiva, lo que el posible desalojo de La Casa Invisible pone sobre la mesa es la desigual capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones sobre el espacio que habitan. Este sábado se cumplen once años de su puesta en marcha, un momento inmejorable para defender no solo un proyecto consolidado que ha demostrado estar al servicio de la ciudadanía, sino algo más. Un modo de vida que permite a todas las personas sin excepción, habitar la ciudad en lugar de consumirla.

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