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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí
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¿Cómo hacer una buena compra (para el cuerpo) en el super?

7 reglas para elegir los mejores alimentos en función del etiquetaje

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Cuando vamos a comprar al super y queremos hacer una buena compra, una compra realmente responsable, lo tenemos difícil. Difícil porque interactúan muchos factores, como la calidad del producto, el precio, la procedencia, la certificación, el embalaje, la composición, las condiciones laborales de los trabajadores. Queremos que sea un producto de calidad, por ejemplo, y optaremos entonces en principio por los sellos bio o de comercio justo. Sólo que lo bio no significa siempre lo más sano para el cuerpo aunque proceda de la agricultura biológica. Unos cereales para el desayuno bio con exceso de azúcar en su composición, por ejemplo, hacen un flaco favor a nuestro cuerpo. O si optamos por plátanos bio tendremos que aceptar que vengan envueltos en un plástico protector y que quizá hayan viajado miles de kilómetros para aterrizar en nuestro plato. Plástico protector para la calidad del plátano pero destructor para la salud del planeta. Sobre la plaga del plástico hemos hablado ya varias veces en este blog.

Es difícil, decía, tomar decisiones 100% responsables cuando vamos a comprar al super porque tenemos que cruzar muchos factores y la compra perfecta desde un punto de vista del consumo responsable resulta casi imposible. 8 periodistas científicos y dietistas franceses se han unido para ayudar al consumidor francés a hacer la buena compra en la gran superficie, al menos la buena compra para su salud. Los autores, agrupados bajo el nombre de collectivo La Nutrition, han escrito una guía, Le bon choix au supermarché (La buena elección en el supermercado) para orientar al lector en el laberinto de los supermercados y del etiquetaje.

Según me cuenta su responsable de prensa, con este libro la editorial Thierry Souccar Editions ha querido ampliar su público potencial. Los lectores de sus libros (sobre nutrición y salud) son personas que cocinan a diario y que no echan mano de alimentos industriales, es decir, personas que no pasan por el super. Con Le bon choix au supermarché la editorial busca ayudar al francés medio que aunque no cocina realmente intenta por otra parte comer sano. El libro demuestra que comer bio no siempre significa comer sano y que las marcas en las que depositamos nuestra confianza a veces ofrecen un producto sano y a veces no. La marca en sí no es sinónimo de garantía de calidad.

¿Y qué hacen en el libro? Examinan al microscopio 800 productos de consumo habitual entre los franceses para elaborar una lista de los más sanos y nutritivos. Han hecho el trabajo de chino que nadie está dispuesto a hacer y que nadie en Europa se ha atrevido a hacer de momento, según me cuenta el departamento de prensa de la editorial. Trabajo que consiste en descodificar el lenguaje secreto de las etiquetas de casi 1.000 productos y hacer público el resultado para regocijo de algunos e indignación, quizá, de otros. La portada del libro muestra dos cajas de galletas. La primera tiene una gran flecha donde está escrito . La segunda tiene también una gran flecha donde dice no. El problema es que esta caja maldita es la de las típicas galletas que consumen los niños de las familias francesas desde hace decenios. De los 800 productos recensados, hay 323 que los autores aconsejan evitar, y 107 que recomiendan no comprar jamás de los jamases.

El libro está estructurado por capítulos según el tipo de producto: sopas frías frescas, pescado en conserva, jamones... Y para cada capítulo los autores seleccionan los mejores y los peores alimentos de ese lineal. En el libro no se contemplan en detalle otras cuestiones, como el embalaje o la procedencia del producto o la conveniencia o no de contribuir a la explotación de algún ingrediente, aunque en el caso del aceite de palma sí citan la controversia que hay al respecto y recomiendan al consumidor que si opta por este aceite, se asegure de que procede de un cultivo sostenible (que protege el bosque y los derechos humanos). En el libro dan muchas pistas para, al menos, asegurarse de que la compra es buena y nutritiva para el cuerpo. Y además iluminan algunos claroscuros en el siempre rocambolesco universo del etiquetaje.

El libro demuestra que comer bio no siempre significa comer sano

Le bon choix au supermarché se publicó por primera vez en el 2009 y va por la cuarta edición. Se trata de mucho más que una guía práctica con un análisis pormenorizado de los productos. Aconseja sobre el consumo de alimentos, aporta muchísima información sobre la realidad del producto (sobre todo de los procesados) que encontramos en los lineales de los supers e instruye al lector sobre qué deberíamos comer y sobre qué deberíamos evitar. Llegan a la conclusión, por ejemplo, de que en Francia todos los postres hechos a base de soja incluyen un aditivo que debería evitarse, o que no es bueno consumir yogures con frutas, o de que sólo una marca de pasta sin gluten es aceptable desde un punto de vista nutricional, por citar sólo tres casos.

No podría en este post explicarlo todo y es más: sería penoso para el lector. Me reservo escribir con mayor detenimiento sobre algunos otros temas del libro más adelante. Hoy he optado por escribir sobre unas recomendaciones que sirven tanto para el consumidor francés como para el español como para todo europeo en general. Se trata de las 7 reglas que dan en el libro a la hora de enfrentarse a las etiquetas donde constan los ingredientes del producto.

En el capítulo dedicado al etiquetaje alertan sobre la «avalancha de aditivos a base de fosfatos en los alimentos transformados». Son sobre todo los aditivos E 338, E 339, E 340, E 341, E 343, E 450, E 451 y E 452. El fósforo, explican, es un mineral esencial que necesitamos ingerir, pero el exceso puede provocar enfermedades cardiovasculares, óseas y renales. Hoy en día se calcula que el consumo de fósforo diario entre los adultos es de entre 1.500 y 1.200 mg. (según si es hombre o mujer), cuando la dosis adecuada para ambos sexos no debería ultrapasar los 550 mg. Según cuentan en el libro, la Agencia europea de los alimentos debe reevaluar el uso de estos aditivos antes del 31 de diciembre del 2018, una tarea que han calificado ellos mismos de prioridad alta.

Y aquí va la lista de criterios a tener en cuenta (y en este orden) al leer una etiqueta y escoger un producto.

Mejor escoger un producto...

  1. que ha sido elaborado con ingredientes naturales, productos que tenemos nosotros en los armarios de la cocina (harina mejor que almidón modificado, huevos mejor que la yema del huevo, leche entera mejor que leche en polvo, azúcar mejor que jarabe de glucosa, etc.)

  1. que tenga la lista de ingredientes más corta. El que tenga menos colorantes, estabilizantes, gelificantes, aromas...

  1. que contenga menos azúcares añadidos (sacarosa, glucosa, fructosa, jarabe de glucosa-fructosa...)

  1. que contenga grasas de mejor calidad: aceites vegetales como el de oliva y el de colza, mantequilla, nata, grasa de oca.

  1. que resulte menos calórico.

  1. que contenga la mayor cantidad de fibras (cereales integrales mejor que refinados, con una proporción en frutas o verduras más elevada).

  1. Que no incluya los aditivos que se quieren evitar como, por ejemplo, los que aportan fósforo.

De la misma manera que los activistas en pro de la ropa limpia reclaman que los consumidores sepamos quién ha hecho nuestra ropa, creo que todos nosotros, consumidores de productos alimentarios industriales, deberíamos preguntarnos qué comemos cuando comemos comida procesada. ¿Realmente leemos las etiquetas y, aún peor, si lo hacemos llegamos a leerlas bien y a tomar decisiones bien fundamentadas ? ¿O en realidad no sabemos aún qué nos llevamos a la boca ? Sólo espero que alguien en España copie la idea francesa y pronto aparezca un libro similar sobre los productos de los supermercados españoles.

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