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Migrados
Coordinado por Lola Hierro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Huérfanos de ideas para abordar la inmigración

20 años después de ver la luz, cabe preguntarse si el codesarrollo no fue una idea desechada antes de hora, sin dar tiempo a que se visibilizaran sus resultados

Un amanecer de enero de 2012, un grupo de migrantes centroamericanos esperaba en Arriaga, México,el paso del tren La Bestia, a bordo del cual intentarían llegar a Estados Unidos.
Un amanecer de enero de 2012, un grupo de migrantes centroamericanos esperaba en Arriaga, México,el paso del tren La Bestia, a bordo del cual intentarían llegar a Estados Unidos. Jorge Luis Plata (REUTERS)
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Hace ya 20 años, en 1997, vio la luz el Informe de balance y orientación sobre la política de codesarrollo vinculada a los flujos migratorios. En él, su autor, el politólogo Sami Naïr, por aquel entonces delegado interministerial del Gobierno francés, proponía convertir la inmigración en un vector de desarrollo compartido entre el Norte y el Sur.

Entre sus numerosos aportes, el Informe sirvió para popularizar un término hasta entonces muy poco conocido: codesarrollo. Entre otras cosas, el texto proponía la financiación de pequeños proyectos de desarrollo local protagonizados por los propios inmigrantes en sus países de origen, y venía a destacar que el éxito del desarrollo pasa en buena medida por la movilidad de las personas.

Criticado desde muy pronto por entender que el codesarrollo proponía en realidad un sistema de control de los flujos migratorios y que favorecía el retorno de los inmigrantes a sus países de origen, el Informe sirvió, no obstante, para alumbrar un nuevo tratamiento político de la cuestión migratoria en Europa. El Consejo de Tampere, celebrado en 1999, alineó a Europa en las tesis de Naïr al destacar la necesidad de adoptar un enfoque global de la migración que abordase los problemas políticos, de derechos humanos y de desarrollo de los países de origen, así como el fomento del codesarrollo.

Como resultado, un buen número de Estados europeos pusieron en marcha políticas y programas de codesarrollo dirigidos en buena medida a los países de los que provenía la inmigración recibida: Francia, la pionera, ya lo había hecho firmando acuerdos de codesarrollo con Senegal, Mali o Mauritania. España, como alumna aventajada, se sumó a partir del 2000 con convenios y experiencias piloto en Senegal, Marruecos, Colombia y Ecuador. Otros países, como Bélgica e Italia, también apoyaron proyectos en distintos países africanos.

En aquel momento, cuando en Europa todavía se vivía una etapa de crecimiento, pero empezaba a disminuir la demanda de mano de obra extranjera, se apostó por experimentar nuevas fórmulas de gestión de la inmigración. Sin embargo, poco a poco el codesarrollo fue perdiendo espacio en las políticas europeas y de sus Estados, a medida que se producía una fatiga similar a la operada en el campo de la cooperación para el desarrollo. Muchos de los programas no tuvieron el éxito esperado, fundamentalmente porque su recorrido fue demasiado corto para comprobar sus efectos, o porque se instrumentalizaron en base a otros intereses.

Las políticas migratorias han ido alejándose progresivamente de los focos de origen de la inmigración

El resultado fue que la política de codesarrollo, que podría ser considerada como una política de prevención, se vio desplazada por políticas de freno y disuasión, y, ya más recientemente, claramente por políticas de contención. De modo que las políticas migratorias han ido alejándose progresivamente de los focos de origen de la inmigración, hasta situarse en las mismas fronteras, obviando lo que incluso pueda ocurrir a escasos metros de las mismas.

El repliegue de Europa resulta innegable, y de lo que se trata ahora no es tanto de evitar las salidas desde los lugares de origen como de dificultar las entradas en territorio europeo, con un efecto paradójico: las actuales políticas dificultan las entradas de inmigrantes a Europa, pero también la movilidad de los mismos necesaria para favorecer el desarrollo. Esta regresión en materia migratoria se ha producido en un contexto de retroceso económico y debilitamiento político del proyecto europeo, donde cada vez resulta más difícil articular iniciativas comunes y los intereses divergen crecientemente. Al mismo tiempo, el abandono de la política de codesarrollo refleja el miedo a reconocer una responsabilidad compartida entre Estados de recepción y Estados de origen en la cuestión migratoria, trasladándola a estos últimos en exclusiva.

Vistas ahora las cosas, con la perspectiva de los 20 años transcurridos, habría que preguntarse si el codesarrollo no fue una idea cuestionada demasiado pronto y desechada antes de hora, sin dar tiempo a que se extendiese más y que se visibilizaran su resultados a más largo plazo. El codesarrollo fue en su momento una apuesta audaz en la búsqueda de alternativas para abordar la inmigración. Ahora, cuando más lo necesitamos, cuando nuevos flujos de inmigrantes y refugiados llaman a nuestras puertas, parece que nos hemos quedado huérfanos de ideas.

Joan Lacomba es investigador de las migraciones y profesor titular de Trabajo Social en la Universidad de Valencia.

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