La milla de oro del tempranillo
San Vicente de la Sonsierra, un pueblo de la Rioja Alta con 1.008 vecinos y una treintena de bodegas, celebra el Día del Enoturismo con nuevas propuestas
Los amantes del vino tienen una cita en San Vicente de la Sonsierra para festejar el Día Europeo del Enoturismo, porque aunque la celebración es el 12 de noviembre, cualquier jornada es buena para conocer un pueblo con más puntos en la lista de Robert Parker —que publica en su famosa revista Wine Advocate— que habitantes: 1.008.
Este pequeño municipio de la Rioja Alta, en el que todo gira alrededor de sus codiciadas uvas, especialmente de la variedad reina que es el tempranillo, alberga 29 bodegas, algunas tan prestigiosas y abiertas al turismo enológico con visitas y catas como Contador, de Benjamín Romeo, el primer vino español al que Parker concedió su puntuación máxima (100) en 2004 y que repitió en 2005, u otros que han superado varios años los 90 puntos, como los de Abel Mendoza o los de Señorío de San Vicente, elaborados por la familia Eguren. Y es que San Vicente de la Sonsierra se ha convertido en la milla de oro del tempranillo, aunque en sus tierras también se dan bien la garnacha y la viura. La escasez de parcelas —no se conceden permisos para más plantaciones— ha hecho que el precio de un buen viñedo cueste casi como una vivienda: entre 60.000 y 120.000 euros por hectárea, según la ubicación y la antigüedad de las vides.
En este pueblo, habitado desde el Neolítico y con una tradición viticultora que comenzó hace 2.000 años con los romanos, Carlos Moro, fundador de Matarromera, emprendió su proyecto más personal en 2014 y así nació Bodega & Viñedos Carlos Moro con 20 hectáreas propias y otras 75 controladas en localidades del entorno “para hacer los vinos que a mí me gusta beber”, precisó el bodeguero y empresario la pasada semana en Las Ginebras, una de sus parcelas, situada en la falda del monte Toloño, y la más alta de la zona, a 675 metros. Un paraje idílico en el que enebros y zarzamoras han colonizado los restos de antiguas construcciones realizadas en piedra arenisca y que contrastan con los tonos ocres y rojizos de las vides en esta época del año. Las Ginebras y finca Garugele, junto a lo que queda de un acueducto del XVI, forman parte del recorrido enoturístico que ofrece y guía personalmente Carlos Moro, cuando sus compromisos se lo permiten.
“El Toloño, que forma parte de la Sierra de Cantabria, para los vientos fríos del norte y las nubes, lo que disminuye las lluvias en esta zona y nos favorece porque a las vides no les gusta el exceso de agua”, apunta el viticultor que reúne nueve bodegas en Matarromera de cinco denominaciones de origen; aunque la que lleva su nombre es la única que produce en la D. O. Rioja. “Todos nuestros vinos están elaborados por el equipo de enólogos de Matarromera y también contamos con el asesoramiento del enólogo francés Claude Gros [creador en su propia bodega de un vino que alcanzó los 100 puntos Parker en 2001]”, explica el empresario que en su nueva aventura llega a una tierra donde curiosamente está la fortaleza que levantó Ferrant Moro en 1170 por orden del rey de Navarra.
La visita —de 40 a 135 minutos cuesta entre los 15 y los 35 euros, depende de la opción— incluye un recorrido por la bodega, que realizó su primera cosecha en 2015 y presentó CM by Carlos Moro el pasado mayo. Además de una cata y un recorrido por sus calados, túneles excavados en la roca, piedra herida por el pico, en los que reposa el vino en 2.000 barricas de roble francés y americano. Con los primeros frutos de esa tierra arcillosa ha cosechado ya tan buenos resultados este año como la medalla de oro por su vino Oinoz crianza 2014 y las de plata de CM y CM Prestigio, en el Concurso Mundial de Bruselas.
“El vino es solo una parte, la cultura y la historia son también fundamentales para nosotros”, apunta el bodeguero e invita al forastero a conocer el castillo, la iglesia de Santa María la Mayor del siglo XVI con su retablo renacentista, construida dentro de la fortaleza o el templo románico de Santa María de la Piscina, rodeada por una necrópolis medieval.
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