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Creatividad latina para no perder el trabajo frente a los robots

Latinoamérica no parte en buena posición ante la automatización del empleo, pero se pueden aprovechar ciertas habilidades para revertir la situación

La empatía y la creatividad pueden ser claves en los trabajos 'humanos' del futuro.
La empatía y la creatividad pueden ser claves en los trabajos 'humanos' del futuro.Skeeze (Pixabay)
Pablo Linde
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La cuarta revolución industrial, como la llaman algunos, no tiene marcha atrás: muchos puestos de trabajo ya son ejercidos por máquinas, que llevan sustituyendo al ser humano en distintas labores desde hace siglos. Pero irá a más, y ya no solo afectará a los menos cualificados; habrá un gran número de tareas que los robots realizarán mejor que nosotros. ¿La clave para ser imprescindibles en este futuro? Teniendo en cuenta que la mayoría de ocupaciones que tendrán los escolares de hoy todavía no existen, es difícil precisar. Pero los expertos coinciden en al menos un par de ellas: potenciar las habilidades que las máquinas no saben replicar y la capacidad para adaptarse a los cambios.

América Latina no parte, a priori, en muy buena posición ante este reto. Según un estudio de la Universidad de Oxford, solo dos regiones del mundo tienen más que perder con la automatización del trabajo: China y el Sudeste Asiático. Probablemente, porque “parte sustancial de las exportaciones y del empleo se concentra en actividades que corren el riesgo de ser automatizadas, como la manufactura intensiva en mano de obra, la extracción de recursos naturales y servicios de calificación media como los contables, legales o de gestión”, como recoge otro informe, publicado recientemente por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Según Gustavo Beliz, uno de sus editores, “entre el utopismo y el escepticismo hay una gran avenida para que Latinoamérica la transite con creatividad e inclusión social”.

El estudio, Robotlución. El futuro del trabajo en la integración 4.0 de América Latina, aporta algunas claves para entender cómo puede ser este proceso en la región. Destacan algunos hallazgos:

Las métricas para saber el riesgo de automatización de cada empleo son muy mejorables: según las que se usen el promedio varía entre un 5% y un 47%.

Dentro de esta incertidumbre, hay muchas variaciones entre países y sectores. Para el sector agrícola en Uruguay, por ejemplo, el riesgo sube a 82% y es mayor para las personas con menor nivel educativo, los jóvenes (entre 15 y 30 años) y los hombres. En Argentina, alcanza el 76% para el sector del transporte.

Latinoamérica tiene un largo camino por recorrer hasta llegar a los países con más robots por obrero industrial: Suecia, Alemania, Japón y Corea del Sur (más de dos por cada 100 obreros). En la región, México y Brasil lideran la incorporación de robots aunque aún lejos de los países más desarrollados (entre uno y dos por cada 1.000 obreros).

“Responder con éxito a semejante desafío, en una de las regiones más desiguales del planeta, donde conviven los teléfonos móviles de última generación con un tercio de su población que come solo una vez al día, significa alinear esfuerzos públicos y privados en una arquitectura institucional innovadora e inclusiva”, reflexiona Marcelo Carbol, gerente del Sector Social del BID.

¿Cuáles son las oportunidades de Latinoamérica en este contexto? “Es un continente creativo, muy adaptado a desafíos, acostumbrado a superar situaciones críticas y hacer de la necesidad virtud. Esa es una gran ventaja comparativa y también una gran oportunidad. Por supuesto, requiere políticas y estrategias adecuadas”, responde Beliz.

Silvia Leal, consejera y experta en inno-liderazgo y transformación digital, abunda en la idea de que las máquinas no pueden asumir ciertas tareas que requieran humanidad, por ejemplo para entender el humor y la ironía, empatizar… Pero también advierte de que no todo empleo creativo está a salvo. Pone ejemplos de cómo las máquinas ya están componiendo música. “Hay que formarse para aprender rápido, entender al que tienes delante y al robot y ser capaz de amoldarte a un mercado laboral cambiante”, subraya.

Los expertos coinciden en dos claves para el futuro: potenciar las habilidades que las máquinas no saben replicar y la capacidad para adaptarse a los cambios

Para conseguirlo, Beliz, augura que las habilidades del futuro no tienen por qué estar siempre asociadas a perfiles muy tecnológicos; hay otras, denominadas blandas, que pueden ser fundamentales: “Habrá profesionales que tengan que entrenar a los robots en argot de la calle, a identificar expresiones racistas, a orientarse en contextos culturales diversos... La industria de maestros de robots ocupa hoy a un millón de personas en el mundo. Las sociedades no van a ser dicotomías de trabajadores de cuello blanco [traducción del inglés que se refiere a empleados con cierta formación] o azul [que hacen labores manuales], sino de cuello gris. Se dará el fenómeno de cobotización, la convivencia entre trabajadores y robots que requieren otro tipo de habilidades y formación en el sistema educativo”.

La formación es clave mientras este momento de sustitución de empleos llega, pero ¿cuándo será esto? Un estudio que recoge las opiniones de 352 especialistas augura que las máquinas no sustituirán todos los puestos de trabajo hasta el año 2140. Pero dependerá de la profesión: mientras augura que serán mejores traductores o conductores de camiones en la próxima década, habrá que esperar a mediados de este siglo para que puedan escribir una novela superventas.

Todo son conjeturas. Pero lo que sí parece claro es que, aunque la tecnología traerá nuevos puestos de trabajo y oportunidades laborales, también conllevará un menor número de empleos. Como declaraba Enrique Dans, profesor de la IE Business School, en un artículo publicado por este periódico, “si restringimos empleo a lo que hoy conocemos como tal, olvídalo: habrá mucho menos. Sin embargo, lo que tenemos que pensar es que vamos hacia un mundo en el que muchas personas harán cosas que hoy no consideraríamos empleo, pero lo serán”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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