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Cómo saber si un juguete es seguro

La edad recomendada y el etiquetado, fundamentales para que el niño disfrute del producto sin sobresaltos

Carolina García
La pintura es uno de los juguetes que más preocupan a los posibles por su posible toxicidad.
La pintura es uno de los juguetes que más preocupan a los posibles por su posible toxicidad.

Tu hijo cumple un año y te apetece comprarle un juguete. Entras en la tienda, y tienes dos preocupaciones: que le guste y que sea seguro. La seguridad en los juguetes de nuestros hijos debe ser fundamental. Lo que debemos saber a este respecto “es que el juguete debe cumplir los requisitos mínimos estipulados, en nuestro caso, por la Unión Europea”, explica vía telefónica Nerea García, responsable de seguridad y calidad de producto en Imaginarium. Aunque los países pueden modificar los requerimientos, “nunca pueden ser menos de los estipulados. Y uno de los más importantes es la edad. Todos los juguetes deben llevar la certificación CE que asegura que el producto es seguro”, añade la experta.

Cada grupo de edad tiene sus propios requisitos. “Por ejemplo, entre los pequeños de cero a tres, una de las principales preocupaciones de los jugueteros es el riesgo de asfixia. El juguete a estas edades debe componerse de grandes piezas y el productor debe asegurarse de que el producto no se despiece en pequeñas”. Según explica la experta, “para asegurase los controles de calidad se hacen pruebas en laboratorio donde se mide el uso y aguante del propio juguete. Tras las pruebas, y si estas han sido positivas, el juguete se pone a la venta”.

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Otra de las preocupaciones de muchos padres es la posible toxicidad de manualidades, como la plastilina o las pinturas en edades tan tempranas. “Hombre, no es que el niño pueda ingerir la plastilina igual que un filete, ya que a pesar de que los productos no son tóxicos, puede sentarle mal. Pero si hubiera un accidente, ya que a estas edades se meten todo a la boca, no pasaría nada si el producto cuenta con la certificación”, añade García.

A partir de los tres años los expertos suman posibles accidentes al uso de los productos, como que el juguete tenga un cordón muy largo y puede ahorcar al pequeño; el riesgo posible de los químicos, o de que un disfraz sea inflamable, entre otros casos. “A partir de los seis años, la normativa es dura, pero se relaja un poco con respecto a edades inferiores”, sostiene la experta.

¿Qué ocurre si un juguete se daña?

Lo primero que nos cuenta la experta es que si el juguete se daña nada más llegar a casa, lo normal es que el establecimiento lo reponga: “Si el juguete se ha dañado por el uso o porque ha surgido un accidente, mi recomendación es que nunca se intente reparar en casa. Obviamente, no es lo mismo que se raye un trozo de madera a que se rompa un cable o se destroce la estructura. Se supone que en las pruebas de laboratorio se han tenido en cuenta todos los posibles inconvenientes que se pueden dar, por lo que el juguete debería durar si el único factor al que es sometido es el uso”.

García recomienda que los padres tengan tres factores en cuenta cuando compran un juguete, “primero hay que observar que el juguete tiene la certificación CE [existen establecimientos en los que los juguetes cuentan con el CE y yo quiero creer que están reglados], por esto, lo que siempre recomiendo es que es mucho más seguro adquirirlos en un sitio especializado en este sector. Existe también una agencia gubernamental que se ocupa de las posibles falsificaciones o falta de seguridad”.

“El segundo criterio es fundamental. Los padres deben mirar la edad a la que se recomienda el producto. Si es para niños tres años, es para tres años y no para antes”, sostiene.

“Y por último, siempre hay que observar con detenimiento el etiquetado. En él se muestran las propiedades e instrucciones para un correcto uso del producto y así evitar cualquier accidente y que el niño pueda disfrutar feliz y seguro con su nuevo juguete”, termina.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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