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Desarrollo África

Inyección digital para calmar Kenia

Las primeras elecciones del país africano han tenido un importante reflejo en las redes sociales, donde se inflamaron los ánimos, pero también se desarrollaron iniciativas para recuperar la paz

Dos masai asisten a la ceremonia de juramento del gobernador de Nairobi y miembro del partido liderado por el presidente Uhuru Kenyatta, en Nairobi, Kenia (agosto 2017). La oposición del país recurrió ante el Tribunal Supremo el resultado de las elecciones del 8 de agosto, al considerar que hubo un fraude en el recuento de votos que dio la victoria al presidente Kenyatta.
Dos masai asisten a la ceremonia de juramento del gobernador de Nairobi y miembro del partido liderado por el presidente Uhuru Kenyatta, en Nairobi, Kenia (agosto 2017). La oposición del país recurrió ante el Tribunal Supremo el resultado de las elecciones del 8 de agosto, al considerar que hubo un fraude en el recuento de votos que dio la victoria al presidente Kenyatta.Daniel Irungu (EFE)
Carlos Bajo Erro
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A la izquierda, una imagen muestra el acta de una mesa electoral, colgada a las puertas del centro de voto de la Kabarak University en el condado de Nakuru, al oeste de Kenia. A la derecha, una captura de pantalla de los resultados oficiales de esa misma mesa colgados en la web de la comisión electoral keniana (IEBC, por sus siglas en inglés). Se trata de un tuit publicado el 9 de agosto, antes de la proclamación definitiva del escrutinio. El primero emitido con la etiqueta #PostYourForm34A. El Form 34A es el acta de recuento de las elecciones presidenciales en Kenia y la iniciativa, totalmente espontánea, trataba de reducir la incertidumbre de los días que pasaron desde la votación el 8 de agosto hasta la proclamación de Uhuru Kenyatta como ganador de los comicios el 11 de agosto.

El recuerdo de las elecciones presidenciales de 2007 es persistente y ha estado muy presente durante esta votación. Es comprensible que se mantenga la memoria de las 1.100 personas fallecidas y de los más de 600.000 desplazados por la violencia que se desencadenó entre finales de 2007 y principios de 2008. Para algunos, aquella espiral de sinrazón es una advertencia, un riesgo en el que no se debe volver a caer. Para otros, sin embargo, es el origen de algunas cuentas que continúan sin haberse saldado. En lo que se refiere a los primeros, a los que observan aquella violencia postelectoral como un episodio negro e irrepetible de la historia del país, han tratado de desencadenar diversas iniciativas para fomentar la transparencia, para prevenir los incidentes y para reconstruir la paz, cuando los ánimos han sido encendidos por el desencuentro de los políticos.

He ido a mi colegio electoral y he tomado esta foto del formulario 34A. Los números cuadran con los del IEBC.

Como consecuencia de aquella escalada de violencia de 2007-2008, un grupo de blogueros kenianos protagonizó la que ha sido, seguramente, la primera iniciativa concertada de ciberactivismo en el África subsahariana. Los tecnólogos comprometidos del país diseñaron una plataforma de recogida de información colaborativa (crowdsourcing) con la que se pretendía que la población tomase protagonismo en la lucha contra la violencia y en la denuncia de prácticas de la clase política en la que la ciudadanía no se veía representada. Así nació Ushahidi (“testimonio”, en suajili), una plataforma que se ha exportado y utilizado en más de 150 países para hacer frente a desastres naturales, a todo tipo de crisis y a iniciativas de toma de protagonismo de la ciudadanía. Ushahidi se ha convertido en uno de los mayores éxitos tecnológicos de Kenia y del ciberactivismo, y sus responsables han querido también aportar su experiencia para reducir el riesgo de un estallido de violencia postelectoral. El desarrollo que los creadores de Ushahidi han preparado para estas elecciones presidenciales ha sido Uchaguzi (“elección” en suajili).

Uchaguzi ha permitido a los ciudadanos denunciar irregularidades relacionadas con las votaciones y con el proceso posterior de recuento. Al día siguiente de la votación, esta web de acopio colectivo de información había recibido más de 7.000 informes relacionados con la elección y emitidos por ciudadanos. Los participantes utilizaron, sobre todo, el canal de mensajes de móviles gratuitos que se había habilitado para la iniciativa, pero también llegaron avisos a través de Twitter, Facebook y correo electrónico. La misma herramienta se empleo para sensibilizar sobre las noticias falsas, una preocupación recurrente durante el proceso electoral, y, finalmente, también se han documentado los episodios de amenazas, violencia o discursos de odio posteriores a las votaciones.

Informe del miércoles. @Uchaguzi recibió más de 7000 avisos. 63% de SMS, 4% desde Twitter, 4% desde Facebook y 24% desde la web.

El papel de las redes no siempre ha sido constructivo. Este entorno digital también se ha utilizado, precisamente, con el objetivo contrario. El opositor y principal aspirante a ocupar la silla presidencial en Kenia, Raila Odinga, también se apoyó en Twitter —además de en sus apariciones públicas— para inflamar los ánimos de sus partidarios. Mucho antes de hacerse públicos los resultados verificados por la autoridad electoral, Odinga lanzó un tuit en el que denunciaba un fraude electoral por parte del partido en el poder. Este mensajes fue interpretado como irresponsable por muchos de los actores sociales kenianos, teniendo en cuenta el clima de tensión en el país y el hecho de que poco después comenzaron algunos incidentes. El principal líder opositor aseguró en las redes que el sistema de voto había sido pirateado. La comisión electoral reconoció un intento de sabotaje, pero desmintió que los atacantes hubiesen tenido éxito.

Sabemos que algunas personas tuvieron acceso a la base de datos de la gerencia de las elecciones de IEBC y asumieron el mandato de los kenianos para elegir líderes.

El fraude supera cualquier nivel de robo de votos en la historia de nuestro país. Esta vez los cogeremos.

Esta obsesión por alimentar la incertidumbre en torno al sistema informático en el que se apoyaba el proceso electoral, y de reproducir esquemas aceptados en las citas con las urnas de otros países, ponen de manifiesto el peso que ha llegado a adquirir el entorno digital en estas convocatorias electorales. Muchos usuarios trataron de demostrar la debilidad de las pruebas que el equipo del opositor estaba compartiendo, también a través de las redes sociales. Y algunos expertos se preocuparon de hacer un exhaustivo análisis de esas supuestas muestras de pirateo para llegar a la conclusión de que, si bien no se podía determinar si el sistema informático de las elecciones había sido violentado o no, lo que era seguro es que esas pruebas presentadas por Odinga, sin duda, no lo demostraban.

Este protagonismo de la dimensión digital se hace más patente teniendo en cuenta que, semanas antes de las elecciones, las autoridades kenianas se habían comprometido a que no se interrrumpiría internet durante los comicios. Los bloqueos de la red han sido medidas recurrentes adoptadas por otros Gobiernos africanos en situaciones similares aduciendo la voluntad de evitar altercados. Las autoridades de un país que se presenta como el adalid del desarrollo tecnológico no podía permitirse semejante publicidad internacional.

En este contexto, Twitter ha albergado un buen número de iniciativas, más o menos espontáneas, surgidas para tratar de reconstruir la paz en el país, a pesar de que en medio del clima de tensión, el impacto de los mensajes en las redes sociales es relativo. Los jóvenes que esperaban en los barrios de la periferia a defender los intereses de sus candidatos a cualquier precio no fueron demasiado influenciados por etiquetas o tuits. Aunque estos canales de fomento de la participación continúan siendo una novedad.

La primera de estas iniciativas fue #PostYourForm34A que se puso en marcha al día siguiente de las votaciones. Precisamente ese periodo entre la emisión de los votos y la proclamación oficial abre la puerta a las incertidumbres que alimentan las denuncias, las acusaciones de fraude, los agravios, sean todos ellos fundados o no. Fue un usuario individual y sin vinculaciones directas con ninguna organización el que puso en marcha una forma bastante artesanal de verificar los resultados. Daniel Kalya animó a través del hashtag #PostYourForm34A a los usuarios de Twitter a compartir una foto del acta del colegio electoral en el que habían votado junto a los resultados que la IEBC, la comisión electoral, estaba publicando en su página web.

“El formulario 34A de mi colegio electoral cuadra”

#PostYourForm34A

Photos Revealing Discrepancy between Form 34A vs the Results Shown at the IEBC Portal Go Viral>>https://t.co/eZTH0oVchx pic.twitter.com/1XV5N0NSbt

“Las fotos muestran la discrepancia entre el formulario 34A y los resultados que publica el portal de la IEBC. Pásalo

“Había un retraso en la publicación de las copias escaneadas de las actas (los formularios 34A) en el portal de la comisión electoral. Como hay obligación legal de que se coloquen en los colegios electorales. Pensé que directamente podía ir a comprobarlo, hacerle un foto, compararla con los resultados de la IEBC y compartirla”, explica Kayla sobre el origen de la iniciativa. “Se trataba de ver si los número coincidían”, concluye el tuitero. Kayla considera que el guante que lanzó en forma de etiqueta al resto de usuarios comprometidos de la red social “ayuda a la transparencia, porque muestra que los resultados transmitidos son los mismos que los publicados en las mesas electorales”. “En los lugares en los que se demuestran errores, además, se pueden corregir o denunciar. La iniciativa ayuda a demostrar la credibilidad del proceso e intenta calmar los ánimos de los kenianos y reducirá las posibilidades de violencia”, concluye el precursor de la idea. Para él, “2007 es un recuerdo doloroso para muchos kenianos y no queremos que nada nos lleve de nuevo a una situación como aquella”.

La iniciativa, sin embargo, en medio de la espontaneidad acabó haciendo aguas por muchos puntos y, en seguida, aparecieron usuarios que advertían que había documentos sin sello o sin firmas o que, directamente, dudaban de la veracidad de algunas actas. No se trató de un canal de verificación infalible, ni mucho menos, pero sí, al menos de una forma de implicar a los ciudadanos en la vigilancia de la democracia y en una herramienta de pacificación. De hecho, las irregularidades en la verificación de estas actas cimentaron, en parte, la decisión que a la postre tomaría el Tribunal Supremo de anular las elecciones.

Ese mismo objetivo cumplía otra etiqueta recuperada en los días posteriores a las elecciones y en algunos casos mientras se estaban produciendo los primeros episodios de violencia. #KenyaMovingForward intentaba transmitir un mensaje positivo a los propios kenianos, apelar a su autoestima y mezclar la narrativa que les recordaba cuánto tenían que perder en una espiral de violencia descontrolada y cuánto potencial tenían para crecer en caso de un proceso lo más pacífico posible. Se compartieron, sobre todo, mensajes de calma, ejemplos de convivencia y llamadas a la ciudadanía a trabajar para reconstruir la paz. Cuando el Tribunal Supremo anunció su decisión de ordenar la repetición de las elecciones, los usuarios volvieron a aferrarse a #KenyaMovingForward. En contra de algunos análisis, el fallo judicial se interpretó como una muestra de salud democrática, quizá no en la organización de los comicios, pero sí en la separación de poderes. Volvía a ser necesario conjurarse contra el fraude y la violencia que en esa segunda cita se hace un riesgo aún más real.

TAZAMA:

Competitors? YES.

Enemies? NO. #KenyaMovingForward pic.twitter.com/qr5qvC1jNu

“TAZAMA: ¿Competidores? SI. ¿Enemigos? NO”

“Es el momento de demostrarle al mundo que Kenia está avanzando hacia la consecución de sus objetivos de desarrollo"

El 14 de agosto, el primer lunes después de las votaciones, se desplegó una curiosa campaña. Raila Odinga había llamado a los kenianos a no regresar al trabajo, para mostrar su rechazo a los resultados oficiales. La comunidad de tuiteros kenianos conocida como KOT (Kenya On Twitter) respondió con otra etiqueta: #TurudiKaziniChallenge, que se podría traducir como “el reto de la vuelta al trabajo” (mezclando inglés y suajili). Los tuiteros compartieron imágenes de su reincorporación laboral y de la actividad y el tráfico en diferentes lugares del país, intentando demostrar que Kenia había recuperado la normalidad.

YOU are Kenya. And Kenya is Peace, Love & Unity.

Let's build #Kenya together. SHOW the world we will work! #TurudiKaziniChallenge

“TÚ eres Kenia. Y Kenia es Paz, Amor y Unidad. Vamos a construir Kenia juntos. ¡Enseñemos al mundo que podemos trabajar!”

“La carretera de Thika, los kenianos desafían la llamada de Raila Odinga a boicotear el trabajo”

Lo cierto es que las declaraciones del lider opositor Raila Odinga anunciando que recurriría los resultados electorales ante los tribunales terminaron de calmar los ánimos. Y la decisión de anular el voto y ordenar que se repita dentro de dos meses ha abierto una complicada fase de incertidumbre. No se puede decir, ni mucho menos, que las redes y el ciberactivismo hayan sido la clave para que no se hubiese desencadenado una espiral de violencia postelectoral generalizada en la primera cita del pasado 8 de agosto. Pero sí que se puede asegurar que muchas iniciativas digitales han contribuido al restablecimiento de la paz en un país que está llamado a competir por el liderazgo del desarrollo tecnológico del continente.

De nuevo, las redes y las iniciativas digitales pueden volver a jugar un papel importante en la segunda oportunidad que se ha abierto para la democracia keniana, pueden difundir mensajes incendiarios o ayudar a reforzar el protagonismo de la ciudadanía, la transparencia y el juego limpio. El lado del que caiga la moneda depende, en gran medida, de la determinación de los usuarios.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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