Latinoamérica gana por cesárea
La región tiene la tasa más alta del mundo. La mitad de los partos en México, República Dominicana, Brasil, Chile o Colombia son por esta técnica
Magali Gamba, una treintañera argentina, escucha de fondo el reguetón que las enfermeras han puesto en el quirófano, mientras la obstetra tantea su vagina y le pregunta: “Esto está muy pegado, está difícil sacarla, ¿quién fue el bestia que te hizo la anterior cesárea?”. Al final sacan a su hija con una segunda cesárea, se la muestran de lejos y se la llevan rápidamente para darle leche de fórmula. Da igual que ella haya pedido amamantarla y tenerla a su lado en cuanto naciera. La obstetra se despide diciéndole: “Tenías razón, tu bebé tiene 39 semanas, no 41 como se pensaba”. La operación ha sido innecesaria.
Como en el caso de Gamba, la mitad de las mujeres que hayan tenido un hijo hoy en México, República Dominicana, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay o Ecuador habrá tenido que pasar por una cesárea. Aunque no se sabe en cuántos casos el paso por el quirófano era perfectamente evitable, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que solo entre el 10% y el 15% de las cesáreas están justificadas por motivos médicos. El resto forma parte de un fenómeno que se ha convertido en pandemia. La región de América Latina y el Caribe es la de mayor tasa de cesáreas del mundo, según un estudio de la revista científica Plos One.
Entre 1990 y 2014 la tasa de cesáreas en América Latina y el Caribe aumentó del 23% al 42%. Y los datos más actualizados de cada país muestran que la cifra sigue en aumento.
No se puede hablar de una sola causa, pero la más recurrente es sacar rentabilidad al parto. Además de que la mayoría de hospitales privados cobran más por una cesárea, los doctores pueden atender más alumbramientos si estos son programados y rápidos.
Para el doctor Bremen De Mucio, asesor regional en Salud Sexual y Reproductiva de la Organización Panamericana de la Salud (PAHO), muchos profesionales ven en la cesárea un procedimiento sencillo y sin complicaciones, y solo quieren facilitar la tarea a sus pacientes.
Además, la tolerancia al dolor ha disminuido, relata De Mucio. "Cuando yo empecé como obstetra, las parteras le decían a las mujeres: ‘Parirás con dolor, así dice la Biblia", recuerda. Hoy, "en esta sociedad de la inmediatez", apunta que las madres y los esposos de las parturientas piden a los médicos que les practiquen la cesárea. "La gente piensa que los procedimientos y la anestesia son inocuos, cuando en verdad ninguna intervención está exenta de riesgos", señala el experto.
A esto se suma la judicialización de la medicina, añade. “A los residentes de ginecoobstetricia les dicen: ‘No se preocupen por hacer una cesárea de más, nunca te van a demandar por una cesárea de más, pero sí por una de menos". Y así, advierte De Mucio, los obstetras se han convertido en "cirujanos de bisturí fácil".
En 2015, ante el increíble aumento de cesáreas, la OMS revisó las tasas aceptables para este procedimiento y concluyó que “las tasas de cesárea superiores al 10% no están asociadas con una reducción en las tasas de mortalidad materna y neonatal”. Por el contrario, “como en cualquier otra cirugía, la cesárea está asociada a riesgos a corto y a largo plazo que pueden provocar complicaciones y discapacidades significativas, a veces permanentes o incluso la muerte”, indica el reporte.
Es el caso de República Dominicana, donde 71 mujeres murieron durante cesáreas en 2016, y las infecciones ya son la segunda causa de muerte materna. En este país, en cuatro de cada diez partos se practican cesáreas innecesarias. Y en las clínicas privadas la cifra se dispara a nueve de cada diez.
El problema, dice la doctora Lilliam Fondeurt, coordinadora de la oficina de género del Ministerio de Salud Pública, es que “se han medicalizado los procesos de vida, y las aseguradoras pagan lo mismo por una cesárea que por un parto natural". Pero la diferencia es que, mientras en el primer caso se tarda aproximadamente una hora, el trabajo de parto "no son menos de ocho".
Al preguntar en el grupo brasileño ‘Cesárea? Não, Obrigada!’ (‘¿Cesárea? ¡No, gracias!’) cómo vivieron la cesárea involuntaria, se desata una veintena de reacciones. “Mi embarazo siempre fue saludable y quería tener un parto vaginal, pero estaba previsto para las mismas fechas que el mundial de fútbol (celebrado en Brasil en 2016), y mi obstetra me insistió en que sería difícil conseguir un anestesista en caso de que lo requiriera, así que, según ella, lo mejor era programar una cesárea”, cuenta Micaela Fernández.
“Al llegar al final de la gestación el médico empezó a amedrentarnos, contando historias en las que el bebé murió porque la madre luchó hasta el final por tener un parto natural”, añade Nina Borba. “Yo creía en ella, era mi ginecóloga desde la adolescencia. Me dijo que mi bebé había ‘subido’ y que estaba ‘desencajado’, por lo que había que hacer cesárea. La operación no empezó hasta muchas horas después, y después descubrí que no era necesaria, ni mucho menos de urgencia. Con el tiempo me di cuenta de que la grave alergia respiratoria que mi hijo adquirió y que lo acompañó severamente hasta los dos años fue fruto de esa cesárea de falsa indicación”, relata Silvana Sá.
La mayoría de las mujeres que compartieron sus relatos de cesáreas afirman que o bien el médico no les consultó y esperó su autorización, o no contaban con suficiente información y fueron manipuladas por su obstetra.
En Brasil, donde la tasa de cesáreas supera el 55%, hay además otros problemas añadidos. De Mucio recuerda que la cantante Xuxa tuvo una cesárea y habló de ello como si fuera algo aspiracional y se propagó así en la prensa. “Eso ha llevado a que las mujeres de cierto estrato sociocultural hablen de que el parto natural es de pobres y la cesárea, de ricos, lo cual es una barbaridad”, señala. En Estados Unidos ya tiene nombre: ‘too posh to push’ (‘demasiado pija para empujar’).
Además, con la cesárea los médicos prometen “que la vagina va a quedar chiquita y que se podrán mantener características virginales que con el parto natural se pierden”, añade De Mucio.
En México, a pesar de que para el seguro social es más económico realizar partos naturales que cesáreas, es una cuestión de rapidez y eficiencia, señala Karen Luna, investigadora jurídica del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE). “Muchas veces no hay camas, ni médicos suficientes, y a veces las mujeres dan a luz sentadas o en el suelo para hacer todo mucho más rápido", señala. Además, agrega Luna, el personal médico no tiene la formación adecuada en materia de derechos humanos ni de género, lo que según ella desemboca en "violencia obstétrica".
“La gente piensa que el procedimiento es inocuo, cuando ninguna intervención está exenta de riesgos”
Esto ha llevado a que muchas mujeres prefieran planificar su parto. Tanto que en 2014 el 23,2% de los partos fueron cesáreas de emergencia y el 23,1% programadas, según el Instituto de Estadística (Inegi).
Luna recuerda el caso de Liliana, que con 29 años acudió al Hospital General de Chetumal, en Quintana Roo, con todas las condiciones para un parto vaginal. El médico recomendó cesárea, y le advirtió de que si no lo hacía, él se podía “ir a dar una vuelta” para revisar a todos sus pacientes y regresar al de una hora y media. "Si el bebé ya tiene sufrimiento fetal es bajo su responsabilidad”, le advirtió. Así que Liliana aceptó someterse a la intervención, y siete días después descubrió que durante la cirugía le habían perforado la vejiga y la matriz y, como consecuencia, tenían que extirparle el útero.
Roberto Castro, sociólogo y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México especializado en práctica médica, explica que más allá de los casos extremos hay otras formas más sutiles o naturalizadas de violación de los derechos reproductivos. Por ejemplo, tratar de obtener el consentimiento para ser esterilizadas a la vez que se les practica la intervención, no consultar a las mujeres sobre las decisiones que se toman sobre sus cuerpos ignorar sus solicitudes, o realizar una cesárea solo porque las salas están llenas o porque hay algún quirófano disponible, entre otras.
Entre 2001 y 2013 el porcentaje de cesáreas se duplicó en Ecuador. Sin embargo, sólo la mitad estaban respaldadas con informes paralelos de complicaciones maternas o fetales en el sector público, y menos aún en el sector privado, dónde sólo se encontró justificación médica para el 22% de los casos, según un estudio publicado por la PAHO.
Los investigadores encontraron que al menos 238.000 de estas intervenciones fueron innecesarias, lo que supuso un gasto médico de más de 115 millones de dólares estadounidenses para el sector privado y 92 millones para el sector público.
Una epidemia ‘contagiosa’
En Colombia (45,93%), el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, consideró la normalización de las cesáreas como un fenómeno de “contagio social”, al igual que lo había hecho antes la OMS, cuando advirtió que se están convirtiendo en una “epidemia”. De hecho, en algunos departamentos, como el del Atlántico, el 70% de las madres gestantes son llevadas al quirófano. “Las cifras sugieren que muchas cesáreas son injustificadas, esto es, que constituyen un caso casi paradigmático de sobretratamiento, lo cual tiene, en general, consecuencias adversas sobre la salud de la población”, señaló el ministro en su blog. Pese a que en 2014, la Federación Colombiana de Ginecología y Obstetricia definió los protocolos para la racionalización del uso de la cesárea, estos no se han aplicado.
En 2004, la Cámara de Diputados de Argentina (32,9%) firmó la Ley de parto humanizado, que exige a las instituciones sanitarias dar el tiempo necesario para el trabajo de parto, si bien no se reglamentó hasta 11 años después. Ecuador discute una ley similar en la Asamblea. En 2016, el gobierno de Perú (35,4%) anunció la puesta en marcha del Observatorio del Nacido Vivo para auditar cuántos de las cesáreas fueron indebidas. Por su parte, el Senado mexicano también solicitó a la Secretaría de Salud un informe sobre las causas del aumento de cesáreas, que se han duplicado en los últimos 12 años.
Sin embargo, son todas iniciativas muy incipientes y con escasos resultados. De Mucio considera que el único camino es cambiar que las mujeres empiecen a reclamar por qué se les hizo una cesárea que no estaba indicada por razones médicas. “Los profesionales mirarán mejor”, dice.
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