¿Dónde se obtiene el pescado más sostenible?
El chequeo periódico con estudios científicos, sellos de certificación e informes ecologistas permite vislumbrar qué tipo de pesca respeta más los océanos
El 83% de las capturas que se realizan en la zona pesquera del Pacífico Nororiental está certificado como sostenible según los estándares del Marine Stewardship Council (MSC). De allí procede el salmón de Alaska. El bacalao de Islandia y la merluza del Golfo de Vizcaya se pescan en la zona del Atlántico Nororiental, de donde salen tres millones de toneladas certificadas del total de pescados, el mayor volumen de las diecinueve zonas delimitadas por la FAO en todos los mares y océanos.
Aparte de la información contenida en la última memoria del programa MSC, dos organizaciones ecologistas que chequean periódicamente el estado de las pesquerías y publican listas rojas con especies que no se deberían consumir (Greenpeace y WWF) coinciden en valorar las capturas de bacalao de Islandia y del mar de Barents como las más sostenibles.
“Las poblaciones del Báltico y del Atlántico Norte están fuertemente sobreexplotadas, mientras que las de Islandia están mejor gestionadas y conservadas, por lo que se recomienda su consumo frente a los primeros”, explica WWF en la plataforma web y con aplicación móvil de la Guía de pescado para un consumo responsable.
MSC, que recibió recientemente el reconocimiento de la Global Sustainable Seafood Initiative, es el programa de certificación sostenible más extendido dentro de la pesca industrial, con 104 pesquerías certificadas y 20.000 productos que portan en todo el mundo la etiqueta correspondiente. Mientras WWF confía en la credibilidad de estos productos, Greenpeace cuestiona sobre todo aquellos que proceden de métodos de pesca como el arrastre de fondo.
Pero sí hay una pesquería y una zona tradicionalmente asociada a la explotación sostenible es la del salmón en Alaska. La Universidad de Washington lleva desde 1946, antes incluso de que se constituyera este estado periférico de Estados Unidos, chequeando las poblaciones en la bahía de Bristol, lugar donde se concentra la mayor pesquería mundial de salmón rojo. Sus datos sirven para que el Departamento de Pesca y Juego de Alaska corrobore la disponibilidad de un recurso que se mantiene en los 42 millones de ejemplares anuales que se acercan a la bahía a desovar.
Póngame merluza certificada
España, cuyas pescaderías están obligadas por ley a exhibir cartelas identificativas para cada especie que al menos indiquen el nombre de esta y el lugar y método de extracción, recibe muy poco salmón de Alaska y se vende más como una delicatesen. Sin embargo, sí llega el bacalao de Islandia y la merluza del Golfo de Vizcaya y Gran Sol, ambos con el sello MSC. Uno de ellos lo porta la flota española del Grupo Regal, que pesca merluza en Gran Sol con líneas de palangre, un método menos lesivo para la especie y su hábitat que la que se realiza con redes de arrastre de fondo.
En general, las poblaciones de merluza del Atlántico Noreste están dando muestras de recuperación. Así lo expresa el Consejo Internacional para la Exploración del Mar en las recomendaciones de incremento de capturas para este año, apoyadas en datos científicos. Por un lado analiza las referidas a aguas del Golfo de Vizcaya, Escocia, Irlanda y Gran Sol, donde advierte que “la biomasa reproductora ha aumentado significativamente desde 2006 y está muy por encima del rendimiento máximo sostenible (RMS)”. Por otro lado, sobre las de aguas españolas del Cantábrico y el Atlántico, sostiene igualmente que la biomasa reproductora ha aumentado desde 1998 y estaba por encima del RMS en 2016.
España es el país europeo que más consume productos de la pesca y la acuicultura, pero ocho de cada diez españoles desconocen que la mayoría de especies sufre sobrepesca
Greenpeace también reconoce, con respecto a la merluza capturada en el Atlántico Nororiental, que “el stock del norte se está recuperando del agotamiento de los años noventa”. Aunque siempre por debajo de las demandas ecologistas, sobre todo a la hora de ajustarse plenamente a las recomendaciones de los organismos científicos, esas recuperaciones obedecen a una mayor preocupación por la protección de los océanos; la limitación e incluso prohibición de las artes más destructivas, como las redes de deriva; el ajuste de los totales admisibles de capturas (TAC) a criterios científicos y el cierre de determinadas pesquerías, como algunas de bacalao.
Langostas y vieiras también sostenibles
Según datos del Informe anual 2015-2016 del MSC, el 55 por ciento de las merluzas que llegan a las pescaderías de todo el mundo está certificado con este sello. Lo mismo que el bacalao y el eglefino, pez similar al bacalao que se consume principalmente en el norte de Europa. Por debajo quedan las langostas, con el 46 por ciento, y por encima las vieiras y conchas de abanico, que con el 64 por ciento representan el grupo con mayor número de certificaciones.
Sin embargo, algunas de las especies mencionadas son capturadas con métodos muy cuestionados por los grupos ecologistas, incluso teniendo el sello MSC. Es el caso de las vieiras, que en la guía de WWF solo recomiendan adquirir las que procedan del marisqueo y no del uso de dragas mecánicas que excavan el fondo marino o de la pesca de arrastre, excepto si tienen la certificación mencionada.
Laura Rodríguez, directora de MSC para Portugal y España, recuerda que “en las evaluaciones se tiene muy en cuenta el impacto sobre el hábitat de los métodos de captura y se obliga a que se adopten medidas muy exigentes para evitarlo y obtener el sello, sino, no se les otorga”.
Mediterráneo poco sostenible
"Se estima que el 31,4 por ciento de las poblaciones de peces no se explotaron en niveles sostenibles desde el punto de vista biológico y, por tanto, estaban sobreexplotadas. De todas las evaluadas en 2013, el 58,1 por ciento estaban plenamente explotadas y el 10,5 subexplotadas". Son algunas de las conclusiones del último informe de la FAO El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2016.
Ante esta situación, un estudio presentado por la ONG Oceana a finales del pasado año advertía que "si los totales admisibles de capturas siguieran las recomendaciones científicas se podrían triplicar o más en muchos casos, como la sardina en el Cantábrico y el bacalao y el eglefino en el Mar del Norte".
Un mar que no suele salir muy bien parado cuando se habla de sobreexplotación es el Mediterráneo, del que no procede ni una sola pesquería certificada con MSC. Para intentar paliarlo, esta última entidad ha emprendido un trabajo conjunto con WWF en España y Francia que conlleva el mapeo y pre-evaluación de catorce pesquerías para que "hagan frente a sus deficiencias y orientarles sobre las mejoras a realizar". Acaba de finalizar la fase II de este proyecto y la conclusión es que "el estado de las poblaciones sobre las que operan estas pesquerías es preocupante. Sólo una población se encuentra en un estado adecuado para garantizar su continuidad a largo plazo. Para el resto, a priori no se alcanzaría el nivel exigido por el estándar de MSC".
Un estudio publicado en marzo en la revista Nature en el que participa, entre otros científicos europeos, Marta Coll, del Instituto de Ciencias Marinas (ICM-SIC), concluye que el Mediterráneo sufre una reducción del 34 por ciento en la abundancia de especies de peces comerciales y no comerciales y del 41 por ciento de depredadores superiores. Para los investigadores, indicadores ecológicos "como la biomasa total, los niveles tróficos y la cifras de captura y diversidad reflejan esos cambios y muestran la degradación general del ecosistema a lo largo del tiempo".
Afortunadamente, aún se está a tiempo de detener esta deriva, máxime tras el reciente compromiso alcanzado por la Comisión Europea con la Declaración de Malta MedFish4Ever, un plan de acción para la cooperación y el desarrollo sostenible de la pesca que pretende salvar las poblaciones de peces del Mediterráneo.
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