Los más felices
En Colombia, como en otros lugares de América Latina, pervive esa creencia envidiable de que aún pueden pasar cosas
A nadie le gusta perder. A los colombianos tampoco. El 20 de febrero, además de festivo por el Día del Padre, que aquí también es el Día del Hombre —pero este es otro tema—, se celebra el Día de la Felicidad. Aprovechando la efeméride, la ONU publica un ranking de los países más alegres del mundo. Noruega ha ganado este año a Dinamarca, y el trofeo se queda por quinto año consecutivo en Europa. Colombia no está ni en los primeros puestos de la tabla, se conforma con el lugar 36 de 155. ¿Qué ha pasado? ¿No era esta la nación más feliz de todas?
Sí, lo era, pero el premio no se lo dio Naciones Unidas, aunque el titular fuera el mismo. En 2016 un 85% de colombianos encuestados por el Barómetro Global de Felicidad y Esperanza en la Economía dijeron que eran felices. Respuesta suficiente para subir a la cima. El problema llega cuando se escarba por debajo de las sonrisas de este país y se pregunta por la corrupción, las ayudas sociales, la libertad… Entonces, aquellos que conviven diariamente con la necesidad y consiguen con mucho esfuerzo juntar cuatro pesos para el almuerzo y para la rumbita de la noche, se lo piensan dos veces y tuercen el gesto.
En Colombia, como en otros lugares de América Latina, pervive esa creencia envidiable de que aún pueden pasar cosas. Es la esperanza de los que no tienen nada y son felices pensando en que mañana, a lo mejor, sucede algo bueno. ¿Quién se atreve a medir esto?
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