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Perseguido por tuitear en Camerún

Thomas huyó a España tras ser amenazado por su activismo en Internet, pero la lentitud del sistema de asilo le empuja a volver

Una manifestación en Kumbo, Camerún
Una manifestación en Kumbo, CamerúnCortesía de la red de ciberactivistas de Camerún
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Sus ídolos son Che Guevara y Edward Snowden. Dice que su objetivo es defender la igualdad y la justicia social y que precisamente por eso le persiguen. Thomas (nombre ficticio) es ciberactivista. Desde el año 2011 se ha convertido en una de las voces más críticas contra el Gobierno de Camerún a quien acusa de marginalizar a la minoría de habla inglesa, a la que él pertenece.

En un país donde 140 caracteres generan más inquietud en el poder que 140 balas, ser ciberactivista es una profesión de riesgo. Por eso, hace dos años Thomas tuvo que huir, harto del acoso y las amenazas. Hasta esta semana ha vivido en España, aunque muy pocos en su entorno lo han sabido. Fue por motivos de seguridad. “Yo no he hecho nada malo. Solo lucho por la igualdad en mi país, pero a mi gobierno no le gusta la libertad de expresión”, cuenta el activista.

Fue en el año 2011 cuando Thomas empezó a interesarse por las redes sociales. Entonces estudiaba Ciencias Políticas en la Universidad de Buea, capital de la región sudoeste de Camerún. Aunque apenas un 5% de la población tenía en ese momento acceso a Internet, él fue uno de los primeros en darse cuenta de su potencial. “Probablemente yo fui el primer activista en Twitter de mi región. No me parecía justo cómo nos estaban tratando y pensé que alguien tenía que denunciarlo”.

Sus primeros tuits acusaban al Gobierno de discriminar a los habitantes de habla inglesa, sobre todo a la hora de acceder a empleos públicos. “Se supone que tanto el inglés como el francés son lenguas oficiales, pero en la práctica todos los documentos públicos están siempre escritos en francés”. Este malestar fue poco a poco encendiendo las redes y animó a Thomas a continuar con una actividad frenética en la red. Desde entonces ha escrito más de 18.000 tuits denunciando la exclusión de su comunidad. Su frase de perfil ya es toda una declaración de intenciones: “Créeme cuando te digo que tuitearemos hasta sacar al Gobierno del poder”. No pasó demasiado tiempo hasta que empezaron a llegar las primeras amenazas.

Thomas (nombre ficticio) no quiere revelar su identidad ni su cara en los medios por miedo a la persecución.
Thomas (nombre ficticio) no quiere revelar su identidad ni su cara en los medios por miedo a la persecución.M. J. C.

Acusaciones falsas y exilio obligado

Sus comentarios críticos empezaron a ser demasiado visibles y a molestar a ciertos sectores del poder. Para callarle solo tuvieron que buscar una excusa. “La policía sabía que yo tenía un amigo gay y empezaron a decir que yo también era homosexual”. No se trata de una acusación cualquiera. En Camerún la Ley castiga a las personas que mantienen relaciones con otras del mismo sexo, incluso con penas de prisión. “Solo era una excusa para perseguirme por mis actividades políticas. A partir de entonces, empecé a recibir muchas amenazas. Yo sabía que si me quedaba en Camerún podía acabar en la cárcel o muerto”.

Intentó primero pedir asilo en EE.UU. pero finalmente le resultó más fácil hacerlo en España. Se instaló en Cantabria, donde ha vivido dos años. Desde allí ha seguido activamente a través del móvil lo que ocurre en su país. “En España no se habla de lo que está pasando en Camerún, pero es muy grave”.

Thomas es uno de los activistas que han participado en la creación de la famosa etiqueta #BringBackOurInternet para protestar contra el corte del suministro que mantiene a la zona anglófona sin Internet desde el pasado 17 de enero. El lema nació en un grupo de Whatsapp en el que una veintena de ciberactivistas, muchos de ellos exiliados, diseñan estrategias para ser más fuertes. “Quieren silenciarnos, pero no lo van a conseguir. Muchos de mis compañeros están ahora cruzando a la región francófona para poder seguir tuiteando. No descansaremos hasta que el Gobierno se siente a dialogar con nosotros”.

Obligado a volver

A pesar del clima de tensión que se vive estas semanas en Camerún, a pesar incluso de que el Gobierno ha amenazado con 20 años de cárcel a quienes “difamen o propaguen declaraciones falsas en redes sociales”, Thomas decidió volver. “Sé que es peligroso para mí, pero no tengo otra alternativa. La vida que tengo aquí no es vida”.

Sabía que si me quedaba en Camerún podía acabar en la cárcel o muerto

El activista pidió asilo en España en julio de 2014 pero desde entonces su petición no se ha resuelto. Aunque tiene la tarjeta roja que le acredita como solicitante de asilo y le autoriza a residir y trabajar en el país, se trata de un documento temporal que le ha impedido, según él, llevar una vida normal.

“Soy licenciado, hablo tres idiomas y, sin embargo, no he conseguido un solo trabajo desde que llegué. Al tener un permiso temporal, muchas empresas se niegan a contratarme. Yo no quiero mantenerme con ayudas, quiero trabajar. Siento que los dos años que he estado aquí ha sido tiempo perdido”, lamenta.

Su caso no es único. Como denunció el año pasado tanto Amnistía Internacional como la Abogacía Española, a finales de 2015 había más de 16.400 peticiones de asilo bloqueadas. “Cada vez que renuevo la tarjeta roja, me dicen que mi resolución está en curso, pero yo no puedo esperar más. Desde hace un año pienso en volver. Sé que la policía me está buscando. De hecho, sé que podrían estar esperándome en el aeropuerto en cuanto baje del avión”.

Tras meditarlo mucho, regresó el pasado lunes 27 de febrero. “Quiero una vida digna. Prefiero morir por hacer lo correcto que estar como un esclavo”, insiste el activista. Al principio se esconderá, eso dice. Pero luego quiere volver a pelear por la igualdad de los suyos. De forma pacífica, solo con la fuerza de las palabras y una imprescindible ventana para hablar al mundo.

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