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Los internautas cameruneses se revelan ante un apagón de internet

El bloqueo de las redes en dos regiones llega en plena crisis de convivencia y de integración en el Estado

Carlos Bajo Erro
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La integración es uno de los principales retos de Camerún. Los fantasmas del reparto colonial de África se hacen patentes en las tensiones de un territorio desgarrado por las antiguas metrópolis. A pesar de que se cifra en más de doscientos los grupos étnicos del país, con otras tantas lenguas propias, es la división entre la región francófona y la anglófona la que amenaza la paz social y la débil cohesión estatal. De las diez regiones del país, ocho pertenecen al primer ámbito, es decir, estuvieron bajo control francés hasta 1960, y dos al segundo, dominadas por los británicos hasta 1961. El desequilibrio abre la puerta a los recelos. Y desde noviembre de 2016 el desencuentro se ha ido acentuando.

El último de los episodios de esta nueva crisis ha sido el apagón de internet, precisamente, en las dos regiones anglófonas. El bloqueo de la red ha activado las alertas de los activistas que temen que este telón mediático sirva para reprimir sin miramientos la protesta. #BringBackOurInternet se ha convertido en una movilización que ha superado fronteras y comunidades para exigir transparencia en la gestión de la crisis.

Durante el pasado mes de noviembre, dos colectivos se movilizaron en un primer momento. Profesores y abogados se manifestaron en las calles de Bamenda, la capital de la región North-West, una de las dos anglófonas de Camerún. Protestaban por lo que consideraban que era una imposición del francés sobre el inglés en sus ámbitos de trabajo. Escenificaban, en realidad, la percepción de discriminación instalada en una parte de la sociedad de estas regiones de la minoría lingüística. Las reclamaciones se extendieron a otras ciudades, como Buea, la capital de otra región anglófona, South-West. Sin embargo, el cambio real se desencadenó unos días después.

Como ocurre a menudo la respuesta de la policía a las protestas no hizo sino alimentar el movimiento. En un primer momento, se había desarrollado una tímida acción a través de la etiqueta #anglophoneproblem, pero la dinámica cambió cuando en las redes se compartieron las imágenes de la policía humillando estudiantes en la universidad de Buea o reprimiendo las manifestaciones de profesores y abogados, dos colectivos especialmente bien considerados socialmente. La negación del problema por parte de las autoridades y las noticias sobre el balance de esa represión tampoco ayudaron a atemperar los ánimos.

Organizaciones como Amnistía Internacional denunciaba un empleo excesivo de la violencia por parte de las fuerzas del orden y exigían investigaciones serias y profundas con relación a las víctimas de la represión. Al mismo tiempo, se multiplicaban las etiquetas en las redes sociales que difundían sin mesura vídeos de las manifestaciones, los enfrentamientos y las muestras de solidaridad, incluso más allá de las fronteras camerunesas, como en el caso de #FreeSouthernCameroon.

Y entre los ejemplos de actividad en las redes sociales aparecen las muestras de apoyo a las reivindicaciones de la población anglófona, las críticas a las autoridades y la exigencia de mantener abierta la vía del diálogo compartidas por algunas destacadas personalidades camerunesas de la cultura con repercusión internacional. Lo hicieron por ejemplo a principios de año, el guitarrista Richard Bona y el escritor Patrice Nganang.

NOUS SOMMES ANGLOPHONES! Biya ne peut pas tuer, tuer et tuer quand personne ne sort de chez lui. Exemplaire Consortium,...

Gepostet von Patrice Nganang am Montag, 9. Januar 2017

La ciberactivista camerunesa Anne Marie Befoune recuerda que las redes sociales representan una parte de importante de la contestación al gobierno debido a que muchos cameruneses “no tienen la posibilidad de salir a la calle o de manifestarse en el mundo real debido a la represión”. Una destacada activista demuestra estos temores cuando a pesar de su actividad en las redes sociales, prefiere mantener el anonimato cuando se le pregunta directamente su opinión para este reportaje.

Desde ese espacio de sombra, reflexiona sobre el papel de las redes sociales en las protestas. “El #AnglophoneProblem”, dice utilizando la misma fórmula que se ha utilizado en la campaña, “existe desde hace décadas y durante estos años ha habido manifestaciones muchas veces. Sin embargo, la información no llegaba al resto de Camerún, quedaba como un problema localizado y el gobierno conseguía controlar las comunicaciones. Desde la llegada del 3G y el 4G todo ha cambiado. Los abusos de la policía han sido gravados y difundidos en los medios sociales en tiempo real. El Estado se ha visto sobrepasado y no ha sido capaz de controlar la información”. Befoune añade en esta línea que “lo que de verdad molesta a las autoridades es que el mundo sepa lo que está pasando aquí”.

Seguramente, estos análisis explican la decisión tomada por esas mismas autoridades el pasado 17 de enero: bloquear internet en las dos regiones anglófonas. Sin embargo, esta medida orientada a interrumpir ese flujo de información, fundamentalmente hacia el exterior, ha conseguido el efecto contrario y ha sido el desencadenante de una campaña de solidaridad que se plantea como objetivo evitar que se apaguen los focos que iluminan las regiones de North-West y South-West precisamente en un momento de tensión social y de contundente respuesta de las autoridades del Estado.

#BringBackOurInternet es la etiqueta bajo la que se desarrolla la campaña. Además de los ciberactivistas cameruneses y los usuarios anónimos de las redes sociales, las organizaciones que hace solo unos meses desarrollaban la iniciativa #KeepItOn se han implicado activamente en la denuncia de esta situación. Internet Sans Frontières se ha colocado discretamente a la cabeza de estas movilizaciones. Anunció, en su momento, la operación que el gobierno había desarrollado para silenciar internet en las dos regiones anglófonas. Envió después una carta abierta a esas autoridades exigiendo el final del bloqueo. Y más recientemente ha cuantificado el coste de ese corte de internet en 443 millones de francos CFA, es decir, 675.000 euros, durante los quince primeros días.

A la campaña se han sumado las principales organizaciones de defensa de la libertad de expresión de la región, como Article 19 – West Africa, y de lucha por la neutralidad de internet, como World Wide Web Foundation o Paradigm Initiative Nigeria. Y además los impulsores han conseguido que algunas personalidades utilicen la etiqueta, ampliando su difusión. De nuevo, un personaje como el guitarrista Richard Bona no solo ha compartido algunos de los mensajes de la campaña, sino que además ha tuiteado empleando la etiqueta y ha ayudado a aumentar su impacto.

Aunque sin duda el punto de inflexión de la campaña ha llegado con la participación del Edward Snowden, el exanalista de seguridad que reveló el espionaje masivo al que las autoridades estadounidenses estaban sometiendo a la ciudadanía y que desde su refugio en Rusia se ha convertido en el adalid de la libertad en Internet.

Snowden se hizo eco de la iniciativa #BringBackOurInternet con un mensaje lanzado el 25 de enero en el que advertía que ese (el bloqueo de internet) era el futuro de la represión y que si no se hacía nada cuando ocurría en otros países (en países del sur), acabaría afectando a los ciudadanos del norte global. La primera reacción de los impulsores de la campaña fue de sorpresa. Lo manifestaron con los consiguientes mensajes de agradecimiento. El tuit de Snowden suponía, al mismo tiempo, un éxito de la campaña, al conseguir que llegase hasta oídos de un referente en el ámbito de libertad de expresión en la red y un espaldarazo para la iniciativa. El mensaje del exanalista, que tiene casi tres millones de seguidores en Twitter, llegó a los casi cinco mil retuits y otros tantos “me gusta”.

Pero es que apenas dos días después Snowden volvió a la campaña, en esta ocasión, para hacerse eco de la denuncia de una campaña de amenazas que se estaba desarrollando a través de SMS.

Y es que durante el apagón en las dos regiones anglófonas de Camerún muchos usuarios han aprovechado la campaña #BringBackOurInternet para advertir de una oleada de mensajes de texto intimidatorios. Estos SMS anunciaban duras penas de prisión, incluso de 20 años en algunos casos, para los autores de la difusión de “falsas informaciones” en las redes sociales. Estos mensajes iban supuestamente firmados por el Ministerio de Correos y Telecomunicaciones.

Esta actitud de las autoridades resulta verosímil porque han convertido a los medios sociales en uno de los focos de sus iras. Este acoso a las redes sociales se reafirmó a partir del descarrilamiento de un tren en Eseka, que provocó la muerte de cerca de ochenta personas y heridas a más de medio millar, según algunas fuentes. Las redes sociales fueron, en este caso, uno de los canales que vehiculó el descontento y las quejas de los cameruneses. Desde entonces el gobierno considera a los medios sociales como enemigos de su autoridad y de la estabilidad del país y no ha escondido su voluntad de controlar las informaciones que se difunden.

En este caso, las organizaciones que han impulsado la campaña, como Internet Sans Frontières, ha asegurado tener pruebas de que el gobierno ha presionado a las operadoras de telefonía para que ejecutasen el apagón. Algunos medios de comunicación se han hecho eco de estas presiones e incluso circulan por las redes sociales documentos en los que pretendidamente autoridades del gobierno comunican esta exigencia a los ejecutivos de las operadoras. La veracidad de estos documentos, sin embargo, siempre es complicada de verificar.

La activista que prefiere no dar a conocer su identidad asegura que las autoridades camerunesas no se preocupan demasiado por lo que ocurre en las redes sociales y que incluso no prestan demasiada atención a la gestión de sus propios perfiles. Sin embargo, según esta activista, sí que les preocupa lo que dicen los medios de comunicación internacionales y esta campaña, #BringBackOurInternet ha conseguido colarse en ese panorama mediático, desde AlJazeera a Le Monde o RFI, por ejemplo.

En todo caso, y a pesar de que el inicio de esta crisis está en aparente conflicto de convivencia, la campaña de protesta contra el corte de internet ha sido unánime. “Bajo #BringBackOurInternet hay un movimiento real de solidaridad. Francófonos, anglófonos, extranjeros o diáspora, prácticamente todo el mundo ha manifestado su adhesión”, concluye esta misma activista. Befoune coincide en esa valoración, “desde el corte el 17 de enero, la mayoría de los cameruneses presentes en Twitter han participado en la campaña”, señala la joven activista. Y añade: “Más allá de las diferencias étnicas o de lengua hay un movimiento amplio para conseguir que las regiones anglófonas puedan volver a recuperar la normalidad”.

Julie Owono, encargada de la división África de Internet Sans Frontières y una de las voces más autorizadas de la campaña #BringBackOurInternet, recuerda el “ataque contra los derechos fundamentales que supone el bloqueo de internet en las dos regiones anglófonas de Camerún” y advierte que este tipo de medidas van, habitualmente, asociadas a incremento de la violencia represiva por parte de las autoridades. A priori, los cortes de las redes podrían pretender detener el flujo de información desde esas zonas inmersas en una seria crisis social hacia el exterior; evitar lo que las activistas han señalado como el temor del gobierno a que el mundo sepa lo que está ocurriendo. Desde luego, si en este caso el gobierno camerunés pretendía silenciar la protesta, lo que es evidente es que la campaña #BringBackOurInternet ha frustrado esos planes y ha conseguido exactamente el efecto contrario: que muchos más focos se centren en esas dos regiones, al menos, temporalmente.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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