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RED DE EXPERTOS

La hambruna, un enorme fracaso

Cada minuto de retraso en la provisión de socorro inmediato tiene consecuencias fatales

Mujeres sursudanesas regresan a sus casas tras recibir sacos de asistencia alimentaria.
Mujeres sursudanesas regresan a sus casas tras recibir sacos de asistencia alimentaria.George Fominyen (AP)
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Un espectro fantasmagórico vuelve a acechar al mundo: el del hambre.

La ONU acaba de declarar formalmente la hambruna en algunas partes de Sudán del Sur, y el riesgo de que estos anuncios se repitan a corto plazo es muy alto.

Unos 27 millones de personas en cuatro países —Yemen (14 millones), Sudán del Sur (5 millones), Nigeria (5 millones) y Somalia (3 millones)— sufren actualmente grave inseguridad alimentaria, lo que significa que ya están desnutridos y, a menudo, no tienen más opción que vender los activos productivos de los que disponen para sobrevivir. Nunca antes en los últimos 20 años ha habido tanta gente al borde de un desastre de tal magnitud. Que esta catástrofe está causada por el hombre es evidente: el conflicto civil está arruinando a los cuatro países que ahora corren el mayor riesgo.

La hambruna y la grave inseguridad alimentaria erosionan la capacidad de recuperación del cuerpo humano y dañan la resiliencia de comunidades enteras, ya que los hogares venden el ganado, convierten las reservas de semillas en alimentos o abandonan sus hogares.

Hay cuatro países que necesitan asistencia alimentaria y agrícola de forma inmediata

Cada minuto de retraso en la provisión de socorro inmediato tiene consecuencias fatales, como aprendimos de la peor forma posible hace cinco años cuando una hambruna provocada por la sequía mató a más de 250.000 personas en Somalia.

Lograr aliviar esta situación supone poner la asistencia alimentaria y agrícola a disposición inmediatamente para conseguir de algún modo apuntalar el sustento de las personas que viven en zonas rurales y dependen de la agricultura y la ganadería. No podemos evitar una sequía, pero podemos evitar que una sequía desencadene en hambruna.

La comunidad internacional debe intensificar todos sus esfuerzos para evitar una tragedia emergente anunciada. Debemos perseguir sin cesar soluciones políticas a los conflictos, y asegurar el acceso a aquellos —incluyendo agencias de la ONU como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional para la Infancia (Unicef) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)— que tratan de ayudar a las personas más vulnerables, que a menudo viven en zonas de difícil acceso.

En este momento, Yemen se enfrenta a la mayor crisis humanitaria del mundo, con dos tercios de la población considerada en situación de inseguridad alimentaria en fase de crisis o, directamente, emergencia. Totalmente envueltos en los disturbios que bloquean las importaciones de alimentos, se prevé que los suministros de trigo del país se agoten a finales de marzo, en tan solo unas semanas.

En el norte de Nigeria, existe una alta probabilidad de que ya haya hambruna en enclaves de difícil acceso del estado de Borno, donde más de un millón de personas han huido de sus hogares y otros temen atender sus granjas por miedo a las violentas milicias locales.

En Somalia, el precio del agua se ha disparado a casi un dólar el litro, situándolo fuera del alcance de los pastores que dependen del ganado para nutrirse y para sus ingresos.

En Sudán del Sur, donde una letal guerra civil ha desplazado a millones de personas, los precios de los alimentos básicos se han cuadruplicado en el último año.

No podemos evitar la sequía, pero sí podemos evitar que se convierta en una hambruna

La agricultura tiene un papel fundamental en los planes de acción de recuperación, ya que la gran mayoría de los hogares en estos países obtienen de ella sus medios de subsistencia. Es totalmente esencial apoyar los sistemas de producción y distribución de alimentos ahora, así como orientarlos hacia la sostenibilidad a largo plazo.

Los esfuerzos humanitarios, diplomáticos y de desarrollo deben ir de la mano. Algunas medidas específicas como la provisión de semillas, fertilizantes, herramientas y equipos, servicios veterinarios e infraestructuras de riego pueden acelerar la recuperación y mitigar posibles fuentes de tensiones y conflictos sociales, contribuyendo así a los esfuerzos de consolidación de la paz.

Dado que el norte de Nigeria, Sudán del Sur, Yemen y Somalia están muy expuestos al cambio climático, la sequía y unos recursos naturales como el agua muy limitados, es evidente que se plantearán futuros retos de seguridad alimentaria. Actuar ahora para fortalecer la resiliencia de estos pueblos también ayudará a las comunidades de mañana a superar esos retos en el futuro.

Si fracasamos, estaremos conduciéndolos a la hambruna, que transforma el espectro del hambre directamente en un zombi que hará que la historia se repita una y otra vez de forma cada vez más trágica.

José Graziano da Silva es director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

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