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Así será la depuradora más grande de Colombia (y una de las mayores de Latinoamérica)

Las aguas del río Medellín, hasta ahora podridas y malolientes, estarán tratadas a partir de julio

Pablo Linde
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La vida de Medellín no se entiende sin su río, que la atraviesa de sur a norte y lleva su nombre. En torno a él creció y se desarrolló. Y a él van a parar todas las aguas fecales de sus habitantes. Durante décadas, a su paso por la ciudad, el río ha sido una masa de agua podrida y maloliente. En el año 2000 se puso un parche a este problema: una depuradora que alcanzaba a limpiar una quinta parte de los desechos. Pero el 80% restante seguía sin tratamiento. La depuradora más grande de Colombia, que entrará en funcionamiento en julio, pondrá remedio a este problema histórico.

Al norte de la ciudad de Medellín, en el municipio de Bello —uno de los nueve que, junto a la capital de Antioquía forman una enorme urbe conurbada en el Valle del Aburrá— se alzan seis imponentes tanques. Son la parte más visible y emblemática de la Planta de Tratamiento Aguas Claras, que será también una de las mayores depuradoras de Latinoamérica. Después de un proceso de purificación, allí irán a parar los lodos con todos los desperdicios que antes acababan en el río. Pero, antes de eso, hay un complejo proceso de tratamiento.

El problema de las aguas fecales en la ciudad fue creciendo a medida que esta se expandía por los cerros que la rodean. Los gobernantes de mediados del siglo pasado tenían como prioridad abastecer de agua potable a la población, así que no prestaron demasiada atención a lo que pasaba con esta una vez consumida por los paisas. Y el líquido se desechaba a través de las decenas de quebradas (arroyos) que bajan por las montañas hasta llegar la espina dorsal del valle: el río.

La planta es capaz de realizar este proceso a un ritmo de cinco metros cúbicos por segundo, lo suficiente para procesar el agua de 2,2 millones de habitantes

En algunas zonas del río, el oxígeno disuelto en el agua (un indicador que marca la calidad) está muy próximo a cero. Esto es, cero salubridad. El objetivo es llevarlo a cinco miligramos por litro, lo que empieza a ser un nivel aceptable para la convivencia con la ciudad. Esto no quiere decir que las aguas vayan a ser transparentes ni a llenarse de peces; ni siquiera que sean potables. Pero el cambio de tener un río podrido a uno salubre es notable para la vida de una urbe.

El primer paso para conseguir esto fue construir una enorme tubería de más de siete kilómetros de largo y algo más de dos metros de diámetro para que transporte las aguas fecales hasta la planta. Al líquido que llega se le hace un tratamiento preliminar y muy básico, que consiste en eliminar los elementos sólidos mediante algo parecido a un gran colador. De allí va a los drenadores, que le quitan la arena y después la mandan a las piscinas de sedimentación primaria para retirar la materia orgánica que se asienta. El líquido pasa a otro proceso químico para completar la depuración y mandar el agua resultante al río.

La planta es capaz de realizar este proceso a un ritmo de cinco metros cúbicos por segundo, lo suficiente para procesar el agua de 2,2 millones de habitantes. Esto, junto a la antigua planta de San Fernando, que da servicio a unas 600.000 personas, es suficiente para depurar los residuos de la práctica totalidad del Valle de Aburrá, es decir, Medellín y su área metropolitana.

La UVA Aguas Claras es un parque que está prácticamente integrado con la depuradora.
La UVA Aguas Claras es un parque que está prácticamente integrado con la depuradora.PABLO LINDE

El proceso genera cada día 123 toneladas de residuos. Aquí entran en juego los seis majestuosos tanques biodigestores, con una capacidad de 9.000 metros cúbicos cada uno. Aquí van a parar los lodos que se han ido extrayendo del agua en los diferentes procesos y reposarán para generar gas metano, que a su vez se aprovecha para dar energía a la planta y hacerla prácticamente autosuficiente. “Teníamos un problema líquido que pasa a ser sólido”, explica Luis Fernando Yepes, ingeniero de EPM, la empresa pública responsable de la instalación a través de Aguas Nacionales.

¿Y qué sucede con los lodos una vez que han reposado y soltado el metano? “Esta es una de las grandes innovaciones de la planta”, asegura Manuel José Navarrete, encargado del proyecto por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), principal financiador de la obra, cuyo presupuesto supera los 581 millones de dólares (algo menos de 550 millones de euros al cambio actual). El lodo pasa a una planta de secado térmico que acaba con buena parte de las bacterias de los desechos y los convierte en material susceptible para ser usado en obras de todo tipo. “Sin este proceso, el manejo de los lodos es muy restringido. Al quitarle patógenos se convierte en suelo de muy alta calidad que puede ir destinado a reforestación, recreación, rehabilitación de terrenos…”, enumera Navarrete.

Así terminaría el ciclo. Y eso espera una ciudad que quiere recuperar su río, como cuenta Óscar Mejía, coordinador ambiental de Urbam, el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de la Universidad EAFIT: “Era un proyecto muy necesario que parte de un sueño de saneamiento que nace hace unos 30 años”.

Todo proyecto tiene su cara B: miles de vecinos de los 15 barrios colindantes se encuentran con que su paisaje urbano cambia 

Pero todo plan tiene su cara B. Miles de vecinos de los 15 barrios colindantes se encuentran con que su paisaje urbano cambia y que las nueve hectáreas de naturaleza que tenían junto a su casa desaparecen; los 6.000 árboles que vivían en el terreno se convierten en una enorme planta depuradora. Como todo proyecto importante que se ejecuta en la ciudad, una de las grandes tareas que las autoridades se autoimponen es un trabajo previo con la comunidad, algo que ha sido la base para el renacer de Medellín después del terror del narco en los años ochenta y principios de los noventa.

Luceni Duque, responsable de gestión ambiental de la planta, cuenta cómo durante todo el proceso de la construcción se han impartido talleres y se ha acudido a las comunidades aportando información. También se ha editado un boletín que ha ido narrando los avances de la obra y, a la hora de la contratación, se ha dado preferencia a trabajadores de la zona. En principio, el plan contemplaba la compensación de cuatro veces el número de árboles eliminados de su hábitat, pero la dificultad de encontrar terrenos disponibles se ha resuelto con la repoblación de 13.000.

La obra también se ha aprovechado para crear en las inmediaciones de la planta, casi integrado con ella, un parque de 26.000 metros cuadrados. El recinto incluye un auditorio con capacidad para 207 personas, aulas, fuentes de agua interactivas, zonas verdes, areneros, juegos infantiles y musicales, senderos y puente peatonal con conexión al costado occidental: la UVA de Aguas Claras. Son las siglas de Unidades de Vida Articulada, una serie de proyectos para recuperar espacios públicos, especialmente en las zonas más deprimidas.

Pero esto es solo el preludio de lo que está a punto de recuperarse para toda una metrópoli de casi tres millones de habitantes: el río que la articula, que dejará de ser, por fin, una masa de agua podrida y maloliente.

Este reportaje ha sido posible gracias a la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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