Medellín, el (no) lugar
La ciudad colombiana ha pasado de ser una urbe casi inhabitable a una inspiración para el mundo gracias a la implicación ciudadana
Medellín, la segunda ciudad de Colombia, se ha convertido en referente para la comunidad global de ciudades, en una suerte de motor de ilusiones. Con una población cercana a los dos millones y medio de habitantes, es el núcleo de un valle andino al noroccidente de Suramérica, integrado por diez municipios, región metropolitana poblada por más de 3,8 millones de personas. Tras su profunda crisis de los años ochenta y noventa, la ciudad ejemplifica las grandes preguntas del mundo sobre equidad en el desarrollo, hábitat sostenible, convivencia e inclusión, participación ciudadana, gobernanza local y planeación, en fin, cómo hacer viable una sociedad urbana en el entorno contemporáneo.
El caso Medellín evidencia cómo la participación ciudadana, para la planeación y la gestión urbana, social y territorial han evolucionado como instrumentos para construir un proyecto cívico a largo plazo, que basado en acuerdos sociales, permite construir una visión compartida a futuro, dar continuidad en políticas y procesos, y obtener resultados transformadores de la vida y la democracia local.
La atención mundial sobre la experiencia de la ciudad —premios, investigaciones y diversas valoraciones, entre las cuales se destaca el reciente premio Lee Kuan Yew World City Prize 2016— se justifica en tanto se entiende la magnitud del reto que el mundo enfrenta ante la expansión de la urbanización, el calentamiento global y los conflictos urbanos, y la muy difícil situación que los interrogantes de la violencia, la pobreza y la inequidad crecientes nos están planteando, en busca de construir un planeta viable y sostenible.
En medio de su crisis económica y social de los años ochenta y noventa, Medellín se convirtió no solo en una sociedad inviable, sino en un no lugar para la comunidad global. Frente a las dificultades, se generó un proyecto o consenso ciudadano y precisamente como reacción, una de las líneas definidas en el Plan Estratégico en 1997, fue su reintegración al mundo, denominada internacionalización de Medellín.
La ciudad vivió una de las más profundas crisis que se haya conocido de su tipo y fue capaz de convertirla en su mayor oportunidad. Haberla entendido como un momento para la autocrítica y para retejer su comunidad hizo posible comprender en qué forma un colectivo social podría construir una agenda, apoyado en sus instituciones sociales y académicas, con herramientas de la planeación social y territorial, el desarrollo institucional, el urbanismo, la arquitectura y la infraestructura, en complementariedad con procesos de organización comunal, participación y democracia que fomentaron innovaciones para la gobernanza.
La atención mundial sobre la experiencia de la ciudad se justifica en tanto se entiende la magnitud del reto que el mundo enfrenta ante la expansión de la urbanización, el calentamiento global y los conflictos urbanos
A partir de esa profunda crisis, expresada en diversos conflictos como su inmensa y rápida urbanización, su declive económico industrial y del sector cafetero, su precariedad democrática, la inmensa inequidad y la fragilidad del Estado, entre otras condiciones gravemente profundizadas por el narcotráfico como la ilegalidad, la violencia y el terrorismo asociado, la comunidad de Medellín desplegó un extraordinario y amplio proceso de participación ciudadana, que implicó a diversos estamentos sociales y consolidó la gestión urbana y la democracia local, hacia un pacto político transformador, como construcción de un proyecto de ciudad a largo plazo.
Durante la década de 1990, tras hechos de inmensa trascendencia como la creación de la Consejería Presidencial para Medellín, el Plan Estratégico para Medellín y el área metropolitana 2015, el Sistema Municipal de Planeación, así como el desarrollo de la democracia local enmarcada en la Constitución de 1991, se forjó un proyecto de largo plazo, que ha permitido actuar sobre los problemas estructurales y formar una ciudanía más integrada, que ha definido a la ciudad como un objetivo común, por el cual todos los sectores trabajan, debaten y sueñan, en medio de complejas divisiones y contradicciones.
Derivado de este esfuerzo compartido, se configuró un proceso político que dejó entre sus mejores resultados una generación con renovado liderazgo que asumió el cambio y forjó muchas buenas prácticas y especialmente grandes acuerdos sociales que han hecho posible que sea la propia comunidad la que lidere y defienda los objetivos trazados, una suerte de sostenibilidad social y democrática cívica, frente a retos aún muy difíciles.
Medellín se encontró entonces en un escenario de renovada gobernanza, un progresivo avance de la agenda pública que, de la mano del acuerdo cívico general, fortaleció su ciudadanía y reconquistó la ciudad para la gente, con políticas de las administraciones locales que le apostaron a la construcción de una ciudad para la vida, como una manera de fomentar la integración social y combatir las desigualdades, la inequidad y la violencia y construir un futuro común, tal como lo describió nuestro anterior alcalde, Aníbal Gaviria.
Lo singular de todo esto, es que la capital antioqueña se ha construido desde siempre, en forma contradictoria y confusa, con base en su capital humano que, caracterizado por fuerte identidad local, trabajo asociativo y compromiso con el territorio, ha construido una tradición de planeación y gestión del desarrollo institucional y de la ciudad.
Lo singular es que la capital antioqueña se ha construido desde siempre en forma contradictoria y confusa
Y es ese proceso de transformación sostenido el que se reconoce públicamente en el ámbito internacional, al elegir a la ciudad como sede de la Asamblea del BID en 2009, de los Juegos Suramericanos en el 2010 y del 7° Foro Urbano Mundial (WUF) 2014, entre muchos otros, que han sido ocasión para que Medellín sea reconocida como laboratorio de ciudad y referente global de ciudades.
El prestigiosísimo Lee Kuan Yew World City Prize 2016, recientemente anunciado en Singapur, que reconoció el proyecto Medellín Ciudad para la Vida 2012-15, evidencia que nuestra comunidad ha logrado con cohesión y articulación colectiva, construir vida pública y superar incluso su peor crisis. Este nuevo premio debe animarnos a celebrar y disfrutar nuestro trabajo ciudadano, pero también, estimularnos a continuar avanzando, con generosidad por lo construido, y con las vigentes y nuevas exigencias y compromisos que nuestra realidad demanda, para que algún día seamos una Ciudad para la Vida, equitativa, segura y sostenible.
Como resultado de la continuidad, corresponsabilidad y la coherencia colectiva, Medellín vive un momento de verdad para todos. Hace sólo 18 años, soñábamos con reintegrarnos a la comunidad global; hoy es claro que Medellín ya no es un agujero negro en el mundo.
Con el Plan de Ordenamiento Territorial POT 2014-27, tenemos la ruta trazada para consolidar una ciudad compacta, más equitativa e incluyente, sostenible y competitiva. Transformar nuestra plataforma metropolitana a través de procesos de renovación urbana asociados al río Aburrá, es el camino para la articulación del territorio, el fomento del desarrollo de nuestra economía y la transformación más equitativa de nuestra ciudad.
El camino por la equidad y los retos vigentes comprometen a los medellinenses a persistir y a capitalizar las lecciones aprendidas. Una comunidad con persistencia, resiliencia y corresponsabilidad es nuestro patrimonio.
Jorge Pérez Jaramillo es arquitecto y fue director de Planeación de Medellín entre 2012 y 2015.
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