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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Terapias decepcionantes

El FMI advierte sobre la debilidad de la política de estabilidad, pero sus recetas no son adecuadas a la situación presente de la economía

Christine Lagarde, directora del FMI
Christine Lagarde, directora del FMIEFE

El informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre España mantiene la tendencia de la institución a combinar acertados diagnósticos con recomendaciones trilladas (más flexibilidad en el mercado de trabajo, ajustes presupuestarios, contracción de rentas). La economía española ya no se encuentra en una fase de supervivencia, sino que requiere estímulos al crecimiento y a la recuperación de rentas para aspirar a un crecimiento más igualitario. Además, Europa ha comprobado que las políticas de austeridad a cualquier precio han dañado la prosperidad de los países ajustados sin que, a cambio, se hayan cumplido los objetivos de estabilidad. España es un ejemplo.

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Hay que estar de acuerdo con el informe cuando sugiere que las políticas de recorte del gasto han ido todo lo lejos que podían llegar; es la hora de los aumentos de ingresos. Por eso la economía española requiere hoy de una reforma fiscal que aumente la recaudación y reequilibre la carga fiscal. Se trata de recaudar más redistribuyendo la presión tributaria. Es más dudoso que la mejor opción sea subir el IVA, como proclama el Fondo. Sería más útil modificarlo para cerrar el abanico de tipos con el fin de conseguir una tasa de recaudación efectiva en torno al 18% del Valor Añadido. El grueso de una reforma fiscal, si se quiere redistributiva, tiene que pivotar sobre Sociedades (más que sobre el IVA) y sobre la persecución del fraude.

También es acertada la percepción de que España no dispone de un plan estructurado para combatir el déficit público y conseguir la estabilidad financiera. Está bien que el FMI, aunque con retraso, lo señale. La política de estabilidad ha consistido básicamente en recortar gastos de forma indiscriminada en partidas de protección social, inversión o educación y maquillar las cuentas para aproximarlas a los objetivos pactados con Bruselas. El resultado es conocido: se ha incumplido siempre con el déficit y se ha disparado la deuda.

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