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Mujer, deportista, ‘cuarentañera’... ¿y sin nada de esto? Es una privilegiada

Muchas cosas que aparecen en nuestro cuerpo son desagradables y molestas. Muchas desaparecen solas, pero otras necesitan la ayuda de un especialista

Seguro que más de una vez ha sentido el incordio de tener una herida en el interior de la boca, una inflamación en el párpado que nadie nota pero que no le permite pensar en otra cosa, una verruga que le gustaría que desapareciera o un doloroso callo. Aunque ninguna de estas dolencias es especialmente grave a priori, son molestas, dolorosas o antiestéticas. Si aparece cualquier elemento extraño en nuestro cuerpo, lo aconsejable es consultar a un especialista, pero esta guía puede explicarle por qué salen y cómo reaccionar ante muchas de estas incomodidades.

Llagas bucales: 1 de cada 5 personas las han sufrido

El dolor es una de las principales características de estas llagas que aproximadamente un 20% de la población sufre en algún momento de su vida, formadas por la pérdida de superficie mucosa de la boca, como se indica en el estudio Úlceras orales, publicado en Medicina Clínica. “Las lesiones se inician como pequeñas heridas rojizas dolorosas que, en pocas horas, adquieren un centro blanquecino. Esto da lugar a una úlcera poco profunda, redondeada u ovalada, bien delimitada, con un centro blanco-amarillento y un halo inflamatorio prominente”, explica Francisco Ortiz, del Grupo de Trabajo de Cirugía Menor y Dermatología de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC). Para Lidia Maroñas, dermatóloga de Clínica Dermatológica Internacional, “entre las causas más frecuentes destacan los traumatismos locales como las mordeduras o el roce mantenido con aparatos de ortodoncia y material protésico, ciertas enfermedades odontológicas como la gingivitis, las infecciones víricas, bacterianas e incluso fúngicas y los trastornos por déficit de vitaminas y minerales (hierro, vitamina B12, ácido fólico, zinc)”. Algunos fármacos y determinadas enfermedades autoinmunes y cutáneas pueden provocar su desarrollo.

Lo habitual es que se curen solas, en una o dos semanas. Francisco Beneyto, también del semFYC, afirma que no hay nada que las haga desaparecer: “Normalmente, el único tratamiento que requieren consiste en aliviar el dolor y reducir la inflamación”. Por ejemplo, evitando agravarlas con alimentos o bebidas calientes, con comidas saladas o condimentadas o con cítricos; o bien haciendo gárgaras con agua fría o con sal; chupando hielo o tomando paracetamol. Si persiste, no espere más y acuda al especialista, aconseja Cristina Mourelle Cacharrón, vocal de Medicina Oral de la Comisión Científica del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región (COEM): En ocasiones, las llagas pueden ser signos de procesos más graves: lesiones por enfermedades autoinmunes o asociadas a procesos infecciosos bacterianos (sífilis, tuberculosis) e incluso el primer síntoma de un cáncer en la cavidad oral”.

Callos: tan dolorosos como comunes

Denominados científicamente como helomas, Marilar Rosell, podóloga y vocal del Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana, los define como "una lesión redondeada y bien definida que crece hacia el interior de la piel en la planta de los pies, el dorso de los dedos o entre los mismos, que aparece tras una presión excesiva de los huesos del pie con el contacto del calzado y resulta realmente doloroso". Tanto que puede llegar a ser invalidante. Por eso, la experta aconseja acudir al especialista siempre que aparezca y, sobre todo, no tocarlo: “En ocasiones el paciente acude a la consulta tras haber intentado eliminar su callo con tijeras o agujas pensando que tenían algo clavado”.

A pesar del dolor, no suele revestir de gravedad y desaparece con ayuda del especialista y eliminando los causantes, generalmente calzado inapropiado, como se indica en el estudio Callosities, corns and calluses del Real Hospital Ortopédico de Middlesex (Reino Unido), o determinados hábitos posturales como sentarse sobre un pie, según se indica en Callosidades nodulares en dorso de pie por hábito postural, editado por el Servicio de Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina del Hospital Universitario Virgen de La Victoria de Málaga.

En ocasiones, las llagas pueden ser signos de lesiones por enfermedades autoinmunes, infecciones bacterianas, o de cáncer en la cavidad oral” (Cristina Mourelle Cacharrón, odontóloga)

Uñas negras: más de la mitad de los corredores las padecen alguna vez

El pie está perfectamente limpio y tampoco se ha dado un golpe, pero la uña tiene una mancha oscura que no se va. Las razones de esta antiestética lesión pueden ser muchas: para Marilar Rosell, “Es importante que este problema sea diagnosticado por un podólogo, hay que valorar la lesión para realizar un correcto diagnóstico diferencial puesto que el color puede deberse a hongos, la aparición de un melanoma o lo que comúnmente se llama uñas de corredor”.

Este último es un mal muy común entre los runners. Según un estudio de la Universidad de Harvard (EE UU) del año 2012, entre el 30% y el 75% las padecen. La principal causa también es el calzado que se utiliza. Para evitarlas, cada vez son más los expertos que recomiendan la técnica barefoot, esto es, correr con zapatillas sin amortiguación: la Universidad de Exeter (Reino Unido) publicó un estudio que afirma que quienes lo hacen así, denominados corredores minimalistas, son menos propensos a este tipo de lesiones ya que tener amortiguación artificial provoca que el pie se coloque de una manera más rígida para pisar.

Verrugas: más frecuentes en niñas que en niños

Según el Instituto Nacional de Salud (NIH) de EE UU, estas lesiones son pequeños crecimientos en la piel y la causa de su aparición es el virus del papiloma humano (VPH); pero no se asuste, son normalmente indoloras (salvo si aparecen en la planta de los pies) y, en la mayoría de los casos, inofensivas. 

Lidia Maroñas, dermatóloga de Clínica Dermatológica Internacional: “De forma general, las verrugas son una patología banal, muy frecuente tanto en niños (sobre todo en niñas) como en población adulta, que no suele implicar que el individuo padezca ninguna enfermedad adicional”. De hecho, en la mayoría de los casos desaparecen de manera espontánea, gracias al trabajo del sistema inmunológico de la piel. Hay varios tratamientos para eliminar las verrugas comunes, aunque, como indica un estudio de los especialistas Gerlero y Hernández-Martín, ninguno garantiza una total eficacia con una única sesión terapéutica. En cualquier caso, si persisten, duelen, cambian de forma, se enrojecen o aparecen en los genitales, hay que acudir al médico para descartar alguna patología.

Herpes o calenturas: dos de cada tres menores de 50 lo tienen

Estas infecciones de los labios, la boca o las encías se llevan la palma en fealdad e incomodidad, precisamente por el lugar en el que hacen su aparición. La Organización Mundial de la Salud calculaba en 2015 que dos terceras partes de la población mundial menor de 50 años están infectadas por el virus del herpes simple de tipo 1.

Es probable que piense que si no tiene molestias, no está infectado, pero según los expertos de semFYC, “la mayoría de las personas se infectan con este tipo de virus en la infancia antes de cumplir los 20 años de edad. Después de la primera infección, el virus se adormece (se vuelve inactivo) en los tejidos nerviosos de la cara y en ocasiones se reactiva produciendo las calenturas, un brote agudo o recurrencia”. Lo bueno es que suelen desaparecer en una o dos semanas y sin tratamiento. Los antivirales tópicos pueden mejorar los síntomas y acelerar la curación apenas unas horas según algunos estudios, pero por ahora, lo más efectivo es tratar de evitar los factores desencadenantes: “Procesos febriles, estrés, luz solar, traumatismo, inmunosupresión o infecciones”, comentan los especialistas consultados.

Juanetes: el doble de mujeres que de hombres viven con ello

Es una de las deformidades más frecuentes en el pie (sufrida por un 36% de la sociedad según un estudio publicado por el Colegio Americano de Reumatología (EE UU) en 2011) y se produce cuando el pulgar se dobla hacia los dedos más pequeños. La situación se agrava con la edad y es mucho más habitual entre las féminas. Lo presentan un 58% de mujeres frente a al 25% de los hombres y el calzado (en este caso, los zapatos de tacón o de punta fina) vuelve a ser uno de los principales causantes, como se deduce un estudio realizado en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid en colaboración con la Clínica CEMTRO.

Teniendo en cuenta que producen dolor en la articulación, dificultad para calzarse, deformidad y dolor en los dedos pequeños, es interesante tener en cuenta las recomendaciones de Esteban Rodríguez, podólogo en Sanitas: “Conviene usar un calzado amplio y cómodo, sin costuras en esta zona, con puntera ancha y material noble, tipo goretex, que permita la transpiración. Además, el calcetín o media también deben ser sin costuras en la zona. Y, por supuesto, nunca estrenar las zapatillas en recorridos largos”.

Orzuelos: muy habituales, pero no contagiosos

La mayoría de las veces pasan desapercibidos para los otros, pero incluso los más pequeños resultan molestos para quien los padece. Se trata de inflamaciones de una de las glándulas sebáceas de las pestañas que se obstruye y en cuyo interior proliferan las bacterias. Curiosamente, el mismo mecanismo que en el acné, según cuenta Amina El Rubaldi, del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela (Madrid). Por suerte, en la mayoría de los casos desparecen de manera espontánea y no requieren tratamiento, pero conviene vigilarlos si su presencia se alarga: “Es mejor acudir al oftalmólogo en fases tempranas para evitar que se cronifique y se convierta en un chalazión. lesiones que, si son muy grandes y no se tratan, pueden provocar astigmatismos”.

Si requieren tratamiento, basta emplear pomadas antibióticas y antiinflamatorias. Eso sí, según un artículo publicado en 2014 por la American Academy of Ophthalmology, no hay peligro de contagio de un ojo a otro.

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