Referéndum demagógico
El Gobierno de Orban desafía hoy a la UE con una votación sobre los cupos de refugiados

La celebración hoy en Hungría del referéndum xenófobo convocado por el primer ministro, Viktor Orban, constituye una violación de las mínimas normas de convivencia en el interior de la Unión Europea —y por tanto un abierto desafío a esta— y un aviso a navegantes de lo que puede suceder en un futuro muy próximo en el continente en el caso de que el discurso populista antiinmigración pesque en las aguas del descontento general del electorado europeo.
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La pregunta propuesta por Orban —“¿Quiere que la Unión Europea tenga derecho a determinar una cuota obligatoria de ciudadanos no húngaros en Hungría sin el consentimiento del Parlamento?”— es el perfecto ejemplo de demagogia política donde en el nombre de la democracia y de la apelación ad populum se saltan precisamente todos los elementales usos democráticos y la voluntad expresada de ese mismo pueblo. Se dice que la memoria es corta, pero el primer ministro magiar ha tardado demasiado poco en olvidar que hace apenas 12 años Hungría ingresó voluntariamente en la UE.
Los artículos 78.3 y 80 del Tratado de Funcionamiento de la UE establecen claramente tanto la legitimidad de los órganos de la UE para actuar como que los controles de fronteras, asilo e inmigración deben regirse por los principios de solidaridad y reparto equitativo entre los miembros. Lo que Orban no puede pretender es disfrutar del privilegio de pertenecer a la UE y, cuando le parezca, saltarse sus normas con un referéndum que cuestiona un tratado que Hungría ha aceptado. La crisis de los refugiados es un desafío mayúsculo y no vale desentenderse del intento de solución acordado negándolo con una mano mientras se extiende la otra para recibir, por ejemplo, las ayudas económicas de Bruselas. El referéndum no va solo contra los refugiados, sino contra los propios húngaros porque carga sobre ellos la irresponsabilidad de Orban.
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