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MIRADOR
Columna
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‘Homo-exit’

Todos acabaremos en la nube. Las empresas genómicas ya están en negociaciones con Amazon y Google para depositar allí todo el flujo de textos de ADN

Javier Sampedro
El biólogo estadounidense John Craig Venter, descubridor del genoma humano.
El biólogo estadounidense John Craig Venter, descubridor del genoma humano.REUTERS

A los filósofos del caos y a los escritores de ciencia ficción les encanta la posibilidad de que la especie humana desaparezca de la faz de la Tierra. Incluso un físico tan serio como Martin Rees, presidente hasta 2010 de la Royal Society de Reino Unido —sí, aquel antiguo país europeo, ¿se acuerdan?—, ha calculado que nuestras probabilidades de seguir existiendo antes de que hayamos colonizado otro planeta no superan el 50%, vistas las perspectivas sobre bombas de neutrones, desastres climáticos y virus mortíferos que llenan el otro 50% de los futuros posibles. Pero tal vez todos se equivoquen. Al paso que lleva la genómica actual, no va a ser tan fácil deshacerse de nosotros.

¿Recuerdan a Craig Venter? Fue el científico norteamericano que, tras abandonar el proyecto genoma público en los años noventa, se puso a competir con él con fondos privados de las farmacéuticas, y seguramente ganó esa carrera en 2001, aunque esté feo decirlo. Mientras la Academia sueca decide si queda bien darle un Premio Nobel a un tipo con tanto dinero, Venter no piensa estarse quieto. Su nueva empresa se llama HLI (Human Longevity Inc, con sede en San Diego), y acaba de firmar un acuerdo con la farmacéutica británica Astra Zeneca para secuenciar los genomas de 500.000 personas en 10 años. Y Venter ya no está solo en esas aventuras empresariales, ni mucho menos. Genomics England, fundada con capital público, ha emprendido un macroproyecto con 10 farmacéuticas para leer los genomas de 100.000 pacientes. El objetivo a medio plazo de ambos consorcios es descubrir una generación de fármacos radicalmente nueva.

La ley de Moore establece que la potencia de un chip se duplica cada dos años, una progresión exponencial que subyace al vertiginoso desarrollo de los ordenadores en el que estamos inmersos. La información genómica se está duplicando cada siete meses, en una especie de ley de super-Moore que en pocos años supondrá un verdadero reto. Todos esos datos —nuestros datos— se almacenarán en la nube, y las empresas genómicas ya están en negociaciones con Amazon y Google para depositar allí todo el flujo incesante de textos de ADN (gattaca…) que se nos viene encima. El coste por letra de ADN se ha abaratado cerca de un millón de veces, y sigue bajando. Todos acabaremos en la nube.

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Así que ya lo ven, por más bombas de neutrones que caigan en la próxima catástrofe nuclear, por muchos virus asesinos y desastres ambientales que inventemos, la especie humana no desaparecerá: pervivirá en la nube para disfrute de los marcianos que visiten la Tierra en el futuro.

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