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El caos organizado del ciberactivismo nigeriano

Resulta imposible identificar una única comunidad de ciberactivistas, pero esto no ha impedido que el país haya sido el escenario de algunas de las campañas más impactantes en las redes sociales

Manifestación en Nigeria durante el primer aniversario del secuestro de las niñas de Chibok.
Manifestación en Nigeria durante el primer aniversario del secuestro de las niñas de Chibok.AP
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Casi 93 millones de usuarios de internet convierten al gigante nigeriano también en un mastodonte digital. Uno de cada cuatro personas que se conectan a internet en África lo hace desde Nigeria, concretamente el 28% de los usuarios africanos de la red. Con 15 millones, se ha convertido también en el segundo país con más cuentas de Facebook en el continente, por detrás de Egipto. El universo digital nigeriano es tan grande que resulta imposible identificar una única comunidad de ciberactivistas que sirva como referente.

La fragmentación y la dispersión no han impedido que Nigeria haya sido el escenario de algunas de las campañas más impactantes en las redes sociales. Ya en 2012, los nigerianos se sumaron a la corriente de los #Occupy, un fenómeno que estaba auspiciando las protestas de ciudadanos insatisfechos por todo el mundo. En el continente africano, el caso nigeriano fue el que consiguió un mayor impacto. En el caso de #OccupyNigeria, la acción en las redes sociales eran el acompañamiento de unas protestas urbanas que arrancaron por la supresión del subsidio estatal a los combustibles, aunque los motivos para tomar las calles eran más diversos.

En 2014, el secuestro de las niñas de Chibok por parte de Boko Haram desencadenó una de las acciones de ciberactivismo con más repercusión de los últimos años: #BringBackOurGirls. Aunque el máximo apogeo viral de la campaña llegó cuando las celebrities internacionales se sumaron a la exigencia, la iniciativa se lanzó desde el país. Y, por otro lado, si el hashtag está a punto de cumplir los dos años de plena actividad es, en primer lugar, porque el problema persiste, pero también porque los activistas nigerianos lo han mantenido vivo para mostrar el rechazo de la población del país a la violencia del grupo armado. Entre #OccupyNigeria y #BringBackOurGirls, el ciberactivismo del gigante africano no ha dejado de actuar.

Aunque no sea la única comunidad, el colectivo NetRightsNG da muestra de esta efervescencia. Se trata de una iniciativa de acción conjunta lanzada por un grupo diverso de organizaciones que se mueven en los ámbitos de la defensa de la libertad de expresión, la democratización, la transparencia y los derechos en Internet, como por ejemplo, los grupos Paradigm Initiative Nigeria, Media Rights Agenda, Enough is Enough Nigeria o Public Procurement Development Centre.

‘Gbénga Sèsan, director ejecutivo de Paradigm Initiative Nigeria (PIN), una empresa social dedicada a acercar a los jóvenes a las oportunidades que generan las TIC y motor de NetRightsNG, aporta algunas de las claves de la naturaleza del ecosistema ciberactivista nigeriano: “Aunque hay algunos grupos, en general, está formado por individuos y por organizaciones con un interés secundario en el ciberactivismo (es decir, organizaciones de la sociedad civil que utilizan las redes como una herramienta más para sus reivindicaciones)”. Lo más interesante, a su parecer, es que los individuos han encontrado en los medios sociales una herramienta de expresión y de defensa ante cualquier forma de represión, o, simplemente, de mostrar su decepción con las medidas del Gobierno”.

Fotos contra el olvido en Chibok

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C. B. E.

Bukky Shonibare vela por el recuerdo de las niñas de Chibok, aquellas escolares nigerianas secuestradas por Boko Haram que despertaron una de las movilizaciones en la red más impresionantes de 2014. Bukky no es la única que se preocupa por mantener en la memoria a las alumnas que casi dos años después continúan en paradero desconocido, pero ella lo hace precisamente en Twitter, la red que albergó el fenómeno del hashtag #BringBackOurGirls. Aquella experiencia demostró lo mejor y lo peor de la movilización en las redes: la capacidad de sensibilizar a escala global y la frivolidad de seguir el dictado de las celebrities sin compromiso ni esfuerzo.

Este ciberactivista e investigador del movimiento describe este universo digital comprometido como “un caos organizado” en el que seguramente acabarán apareciendo otros colectivos, pero que tienen que ir madurando y construyéndose de manera natural. “Lo que hace que el ciberactivismo nigeriano sea eficaz es, precisamente, su espontaneidad”, comenta Sèsan apelando a experiencias como la de #OccupyNigeria. “Tuvieron éxito porque no había ninguna coordinación centralizada. No había ninguna persona específica a la que las fuerzas de seguridad del Estado pudiesen neutralizar para detener las protestas. Además así se fomentó la creatividad”, añade el responsable de PIN. Para el experto esa desorganización le da al ciberactivismo una capacidad de selección casi biológica: “La falta de una organización artificial hace que sólo las mejores ideas sean aceptadas y abrazadas por la multitud”.

En el caso del ciberactivismo nigeriano, ‘Gbénga Sèsan considera que la crítica y el activismo ahora se "han democratizado”. “¿Por qué esperar a salir a la calle cuando se puede pulsar enviar, y hacer que algo sea viral? Si se considera lo suficientemente importante, acabará yendo acompañado de una acción física”, dice satisfecho este experto. “El ciberactivismo a menudo recibe la etiqueta de vago, pero creo firmemente que ha abierto ese espacio a la participación de más personas. Un ejemplo de esta dinámica en Nigeria fue la campaña #BringBackOurGirls. Comenzó con un solo tuit”, advierte.

Nigeria, en datos

Población: 177,4 millones

Media de edad: 18,2 años

Nivel de escolarización (de menores de 15 años): 59,6%

Población por debajo del umbral de la pobreza: 70%

Líneas de teléfonos móviles por cada 100 habitantes: 77,84

Usuarios de internet: 51,1%

Usuarios de Facebook: 15 millones

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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