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Las ideas que definieron 2015

Y con CRISPR llegó la revolución

El sistema de edición genética ha abierto un enorme campo en la investigación científica

Javier Sampedro
Muestra para una prueba de ADN.
Muestra para una prueba de ADN.Gettyimages

Sus siglas son confusas, feas e impronunciables, pero CRISPR (dígase crisper) es el elixir genético para todo uso que está revolucionando los laboratorios. Como casi todo en este viejo planeta, es una invención de las bacterias, donde funciona como una especie de sistema inmune contra los virus que las atacan. Pero los científicos lo han domesticado y convertido en una herramienta de tal eficacia, versatilidad y facilidad de uso que ha puesto la modificación del ADN –incluido el humano— al alcance de cualquier laboratorio de genética.

CRISPR no se ha descubierto en 2015 –parafraseando a Borges, todo hallazgo crea sus precedentes— pero sí ha sido este año cuando se ha demostrado su inmenso potencial, con tres experimentos de choque. El primero utilizó CRISPR para disparar una “reacción en cadena” genética que extendió un gen modificado por toda una población de insectos en solo unas pocas generaciones; el mecanismo es prometedor para luchar contra la malaria y otras enfermedades transmitidas por insectos, pero también ha preocupado, comprensiblemente, a reguladores y bioéticos.

El segundo experimento logró borrar de un plumazo los 62 retrovirus del cerdo, un paso esencial para los proyectos de utilizar ese animal como fuente de órganos para trasplantes. Esos retrovirus están integrados en el genoma del cerdo, y pueden reactivarse tras el trasplante sembrando el caos en el paciente. Gracias a CRISPR, eso ya no será un problema (aunque quedan otros).

Las dos principales descubridoras obtuvieron el último premio Princesa de Asturias

El tercer experimento de este año es el más polémico. CRISPR se puede utilizar para modificar la línea germinal humana, es decir, las células que generan los óvulos y los espermatozoides, de modo que los genes alterados se transmitan a hijos, nietos y toda la descendencia del individuo. Esto está prohibido en todos los países que han legislado sobre el asunto, pero un laboratorio chino ya ha experimentado con embriones humanos (inviables), y las instituciones científicas británicas están promoviendo los cambios legales necesarios para permitir la técnica. La intención última es erradicar desde su base las 5.000 enfermedades hereditarias raras, para las que no hay otra solución eficaz.

Las dos (principales) descubridoras de CRISPR, Jennifer Doudna, de la Universidad de California en Berkeley, y Emmanuelle Charpentier, actualmente en el Instituto Max Planck de Biología de la Infección, en Berlín, obtuvieron el último premio Princesa de Asturias de las ciencias. Y la revista Science acaba de distinguir a CRISPR como descubrimiento del año.

Diversos laboratorios ya han utilizado CRISPR para crear un trigo resistente a los hongos que lo atacan, perros sabuesos con una extraordinaria masa muscular o cerdos inmunes a varias infecciones, y tienen en cartera unos chopos optimizados para la producción de biocombustible, cacahuetes aptos para alérgicos y tomates de larga duración. Como destaca John Travis en Science, una ventaja de CRISPR es que se puede organizar de modo que no deje ni una traza de ADN extraño (bacteriano o artificial) en el organismo modificado, lo que puede transformar el debate ético y legal.

El tercer experimento de este año es el más polémico. CRISPR se puede utilizar para modificar la línea germinal humana, es decir, las células que generan los óvulos y los espermatozoides

Es obligatorio, por último, decir algo sobre el nombre de la cosa, en un párrafo que el lector apresurado se puede saltar sin grave merma cognitiva. CRISPR son las siglas de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, o secuencias de ADN cortas que aparecen repetidas con regularidad (en el genoma bacteriano) y que contienen palíndromos, o textos que se leen igual en las dos direcciones, como reconocer o saldadlas, pero en el lenguaje del ADN. Estas secuencias se comportan en la naturaleza como nanoingenieros genéticos: incorporan ADN de los virus atacantes y lo usan para dirigir sus dardos contra los propios virus. Los dardos son enzimas (catalizadores biológicos) que cortan el ADN del virus. Los científicos lo han tenido fácil para adaptar este sistema inmune bacteriano al propósito de modificar a voluntad cualquier genoma.

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